La C
va dedicada a la escena Canterbury, un nombre que se dio a un colectivo que, un
poco como se podía esperar, se refiere a grupos que fundamentalmente provenían
de la zona geográfica de Caterbury. Como bandas dentro de este género podemos
citar a Soft Machine, cuyo fundador Kevin Ayers hace pocos días que nos ha
dejado, Caravan, Camel (que no provenían de Canterbury), National Health o
Hatfield and the North. Todos estos grupos seguían unas características comunes
tales como una visión ligeramente jazzística y más pastoral que el resto de
grupos progresivos de los setenta, mucho más grandilocuente, y, por lo tanto,
con un éxito más discreto.
Citemos también a Curved Air, que añadieron elementos clásicos,
folk e, incluso, un tanto electrónicos a su sonido progresivo. Sin embargo, lo
más notable de aquel entonces fue la presencia de una cantante femenina, la no
poco atractiva Sonja Kristina.
Otros grupos dignos de citar, entre la legión de los que
comienzan con esta letra, son Cairo, progresivos americanos de estilo ELP, los
mejicanos Caja de Pandora, los flamencos espaciales Carmen… Muchos más tendrían
cabida aquí como el supergrupo neoprogresivo Casino, con Geoff Mann y Clive
Nolan al frente, o los melódicos y cinematográficos Celeste. También podemos
citar al germen de Goblin, Cherry Five, al extraordinario portugués José Cid, padrino
del pop en su país, pero que publicó una obra maestra en 1978, los
extraordinarios Collegium Musicum con Marián Varga y sus teclados o los geniales italianos Corte dei Miracoli.
Muchos, muchos grupos (a mi cabeza vienen Crucible, Cressida,
Crucis, los ignorados Covenant o las locuras del Crazy World de Arthur Brown),
de los que no nos vamos a olvidar de los españoles: los sinfónicos Crack, los
crimsonianos Cotó en Pèl, los desconocidísmos Coses que grabaron tres álbumes
de 1976 a
1978 o Los Canarios y su obra maestra Ciclos.
Bastantes se quedan en la estantería, lo sé, pero esta ya no
es mi labor, es la vuestra.
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