sábado, noviembre 29, 2025

ECHOLYN: AS THE WORLD (1994)

As The World es Echolyn disparando en todas direcciones pero sin perder el norte: un álbum donde se nota el poso de Gentle Giant en los contrapuntos vocales y los giros rítmicos, cierto refinamiento melódico que recuerda a Yes, algún deje jazzy que podría venir de Steely Dan y un empuje guitarrero más cercano al prog americano de los 90. Todo está mezclado con una precisión envidiable: voces que se cruzan con intención, guitarras que alternan limpieza y filo, teclados que aportan color sin barroquizarse, y una base rítmica que sostiene los cambios sin despeinarse.

Es un disco denso, lleno de ideas, casi un rompecabezas que se va desplegando según avanzan los temas, pero muy humano: tiene pasajes melancólicos, momentos de pura energía y un tramo final, con “Never the same”, que se siente como un cierre emocional de categoría.

La producción es limpia, detallista, muy de esa segunda oleada prog noventera que buscaba equilibrar virtuosismo y calidez. Y entre todo ese despliegue, lo asombroso es la coherencia: Echolyn absorbe influencias sin sonar derivativo, construye un álbum ambicioso sin caer en el exceso gratuito y firma uno de esos trabajos que, con varias escuchas, acaban revelando la dimensión real que tienen.

domingo, noviembre 23, 2025

EARTH OPERA (1968)


Earth Opera es de esos discos que han pasado de puntillas, pero que esconden mucho jugo: un pop de finales de los 60 con claro sabor Beatles, tensión barroca y un aire proto progresivo que apuntaba maneras. Rowan a la guitarra y Grisman con mandolina y mandocello levantan un paisaje donde el folk, la psicodelia y algún guiño a la música india conviven sin chocarse. Todo encaja con más naturalidad de la que parece sobre el papel. El tono general tiene ese punto melancólico tan de la época, pero también sabe moverse entre pasajes más vivos y melodías psych muy introspectivas, con momentos que flotan y otros que aprietan lo emotivo. La producción es fina, llena de detalles — harpsicordio, órgano, vibráfono de la mano de Bill Stevenson— que dan ese toque ornamental sin convertirlo en un artefacto recargado.

Es una obra ambiciosa, elegante y sorprendentemente coherente para la mezcla de estilos que maneja, de esas que merece la pena rescatar porque, sin hacer ruido, sigue brillando con luz propia.

domingo, noviembre 16, 2025

TANGERINE DREAM: SHY PEOPLE (1987)

Sigo opinando que Shy People es un álbum que muestra un lado algo diferente de Tangerine Dream, donde su ya vasta trayectoria en la música electrónica se mezcla con una necesidad narrativa: adaptarse al cine. En 1988, Edgar Froese, Christopher Franke y Paul Haslinger se enfrentaban a un encargo exigente, pues la banda sonora debía expresar climas emocionales, tensiones y atmósferas propias de un relato dramático, lo cual les obligó a componer más de 80 minutos de música en solo dos meses, mientras solo una fracción acabaría en el disco comercial. En ese sentido, el resultado es una especie de mosaico: algunas piezas puramente instrumentales, tan evocadoras como sus clásicos, y otras con voz, como “Shy people” o “The harbor”, algo insólito en su obra, que aportan una textura más humana y directa. Las partes vocales no siempre se integran con naturalidad, pero funcionan como contrapunto emocional frente a los pasajes ambientales: en “Nightfall, swamp voices” o “Transparent days” se reconoce a esos Tangerine Dream de siempre, suspendidos, cercanos al suspiro. A lo largo de su discografía, Tangerine Dream han sido maestros en generar paisajes sonoros íntimos y expansivos, y aunque este álbum no estaría entre sus trabajos más redondos, sí es un proyecto honesto: un esfuerzo por casar su lenguaje con un relato humano, con sus luces y sombras. 

En resumen, Shy People es una obra híbrida, desigual en su integración vocal-instrumental, pero genuina en su ambición. Un testimonio de que la banda, incluso en sus encargos más arduos, seguía reteniendo ese impulso creativo que la definió y que para el oyente curioso representa una rareza estimulante dentro de su extenso catálogo.


sábado, noviembre 15, 2025

EVERON: BRIDGE (2002)

Bridge es una carta abierta al prog clásico pero con nervio moderno: guitarras contundentes, teclados espaciales y una base rítmica que no se anda con medias tintas. Oliver Philipps lidera con su voz algo épica y arreglos precisos, mientras Ulli Höver, Christian Moos y Schymy construyen una muralla sonora donde cada compás se siente tallado. Hay momentos para suavidad, “If you were still mine”, para atmósfera íntima (“Harbour”) y para explosión pura como en “Puppet show”, un instrumental que muestra el músculo técnico de la banda con fuerza y elegancia. La producción está muy trabajada, el sonido es amplio, un poco bombástico cuando toca, pero nunca se pierde el equilibrio ni el pulso melódico. 

En la discografía de Everon, Bridge representa su cara más directa y vigorosa, justo antes de su contraparte más emocional en el otro álbum de ese año, Flesh. Si te interesan las bandas prog que saben alternar ambición y accesibilidad, esta edición de Bridge es una pieza de referencia: tiene todo para atraer tanto a quienes vienen del metal progresivo como a los que prefieren melodías más clásicas.

RIVERSIDE: RAPID EYE MOVEMENT (2007)

Rapid Eye Movement (2007) cerró la primera etapa de Riverside con ese aire de banda ya hecha: sonido más refinado, atmósferas densas y un pulso que va del susurro al golpe sin perder coherencia. Duda, Łapaj y Grudziński trabajan aquí como reloj suizo: líneas de bajo que arrastran, teclados envolventes, guitarras que pasan de la niebla al desgarro constantemente. El disco juega a dos caras —Fearless y Fearland— y esa división le da cuerpo de concepto sin ponerse pesado.

Temas cortos que entran fácil (“Rainbow box”, “Schizophrenic prayer”) y piezas largas donde sueltan amarras, con “Ultimate trip” como remate lógico y emocional. Producción cuidada, un toque psicodélico por aquí, otro trance por allá, pero siempre con el ADN prog-metal moderno que les hizo reconocibles desde el primer día. No revoluciona nada, pero sí afianza su territorio: un disco maduro, directo y con más verdad de la que parece a simple escucha. Y esta edición especial, con un jugoso segundo CD de rarezas y jams, es puro deleite para coleccionistas y para quien quiera ver a la banda de un modo más crudo y personal.

domingo, noviembre 09, 2025

ALAIN MARKUSFELD: CONTEMPORUS (1979)

Contemporus es uno de esos discos que parecen hechos sin prisa, con la serenidad de quien ya ha probado de todo y decide quedarse con lo que realmente le suena bien. Alain Markusfeld, multiinstrumentista francés con una carrera de lo más curiosa, del folk psicodélico de los sesenta al rock progresivo más instrumental, aquí junta guitarras cálidas, teclados que flotan, algo de electrónica sutil y una producción cuidada que suena a viaje más que a experimento. No va de virtuosismo ni de épica, sino de atmósfera: piezas cortas que se sienten como pequeñas postales y una suite final que ata todo con un hilo casi cinematográfico.

Hay en el disco una mezcla muy natural entre lo sinfónico, lo ambient y ese toque prog francés tan elegante como prétentieux. No es un clásico de manual, pero tiene ese encanto de los discos con alma: suena nostálgico sin ser viejo, luminoso sin empalagar. Markusfeld no buscaba vender millones, se nota que quería hacer algo bello, coherente y propio.

Contemporus es, en ese sentido, como una película sonora en 35 mm: un paseo por paisajes que se quedan contigo y que mejoran cada vez que vuelves a escucharlos.

sábado, noviembre 08, 2025

TOY MATINEE (1990)

El álbum Toy Matinee (1990) es uno de esos discos que sorprenden porque parecen el proyecto de gente que podría dedicarse a sesiones mil y acaban creando algo con alma propia: detrás están Kevin Gilbert (voz, guitarras, teclados) y Patrick Leonard (teclados, producción), junto a músicos de alto nivel como Guy Pratt al bajo, que ya había trabajado con grandes nombres. La música mezcla pop inteligente, arreglos casi orquestales, guiños progresivos ligeros y melodías que enganchan desde la primera escucha: canciones como el inicio “Last plane out” arrancan con gancho radio-friendly pero luego se abren a paisajes más amplios; “The ballad of Jenny Ledge” o “There was a little boy” demuestran que no es solo diversión superficial, sino ideas detrás, emoción, letra comprometida.

En su breve trayectoria, Toy Matinee es el único disco que sacaron, lo que le da ese aura de gema poco explotada, de momento único antes de que los caminos de los implicados siguieran rumbo propio. En la discografía personal de cada uno queda como un hito: para Gilbert un fructífero trampolín hasta su inesperada muerte; para Leonard (ex Trillion) una incursión creativa posterior más libre y ecléctica; y para Pratt, con gran experiencia pretérita, otro gran y dilatado capítulo de colaborador de lujo.

¿Es perfecto? No del todo: a veces la abundancia de ideas da la sensación de exceso, pero precisamente ahí está su encanto: no cumple fórmulas, juega con el pop, lo expande, lo retuerce un poco. En resumen, vale muchísimo la pena: un disco que suena tan cuidado como espontáneo, que te invita a darle vueltas y descubrir nuevos matices, y que para quien guste de un pop con ambición es una joya clara

viernes, noviembre 07, 2025

10cc: SHEET MUSIC (1974)


Sheet Music es un disco de pop art afilado: compacto, juguetón y despiadadamente bien producido, donde 10cc convierten la melodía instantánea en un laboratorio de arreglos y humor negro; temas como “The Wall Street shuffle” o “Silly love” muestran el pulso pop inmediato, mientras cortes como “Clockwork creep” u “Oh effendi” meten giros dramáticos y narrativos que delatan cabeza prog y gusto por la parodia; la grabación en sus Strawberry Studios y la complicidad creativa de Stewart, Gouldman, Godley y Creme permiten una alternancia constante de estilos y voces, a veces como veteranos del estudio, otras veces como niños traviesos, y el resultado es un álbum que suena tan impecable técnicamente como irreverente en el fondo; no es sólo una colección de singles: es una pequeña enciclopedia de juegos compositivos, con letras satíricas y construcciones vocales que luego definirían el sello del grupo; en la discografía de 10cc queda como su punto de mayor ambición conjunta antes de las rupturas, un segundo largo que consolidó su perfil comercial (entró en el Top 10 británico) y su reputación crítica: entretenido, exigente y muy recomendable para quien quiera entender cómo el pop puede ser inteligente sin perder gancho.