lunes, marzo 17, 2025

FORMAS: LARGOS SUEÑOS (1981)

Formas, aquel grupo sevillano nacido en 1977, es un canto que resuena en el eco del rock andaluz como un poema escrito con guitarras aflamencadas y teclados progresivos. Su obra debut, Largos Sueños, publicada en 1981 en SurcoSur, es un lienzo sonoro en el que cinco músicos trazaron paisajes cargados de melancolía y esperanza. Manuel López, Sebastián Gaona, José Manuel Blanco, Francisco García y Antonio García entrelazaron sus talentos para crear una sinfonía que danza entre lo terrenal y lo etéreo, evocando las raíces de la tierra andaluza con la pasión de un Arte que no se doblega al paso del tiempo.

En su interior se encuentran joyas como "Soleá", compuesta por Julio Matito y Paco Ortega, y "La gitanilla", donde las notas se convierten en versos, y las melodías, en imágenes vivas. La voz del juglar Sebastián Gaona, cuenta historias que parecen susurradas por los vientos del Guadalquivir, mientras las guitarras de Manuel López y los teclados de José Manuel Blanco dibujan horizontes infinitos. Largos Sueños es un viaje donde la tradición y la modernidad se dan la mano, creando una obra que trasciende la simple categoría musical para convertirse en un testimonio del alma andaluza.

Hoy podemos decir que este sueño largo y profundo ha despertado de su letargo gracias al sello 5 Lunas Producciones, bajo la guía de Juan Antonio Vergara, que ha dado nueva vida al álbum con una cuidada reedición en CD. La remasterización ilumina cada rincón sonoro de esta obra y añade un tema inédito, "Verde esperanza", que cierra el álbum como un susurro de promesas renovadas. Este rescate no es solo una restauración musical, sino un homenaje a la pasión y al arte de una banda que convirtió la música en un refugio de belleza.

Formas no solo tocó las cuerdas del rock andaluz, sino también los corazones de quienes escucharon su llamada. Aunque su segundo álbum, Sol de Acuario, editado solamente en formato cassette en 1985 y con nula promoción, quedó a la sombra del primero, la esencia de Largos Sueños ha perdurado, como un perfume que nunca se desvanece. Su pretérito éxito en Italia y su vigencia actual son prueba de que la verdadera poesía nunca muere; permanece suspendida en el tiempo, aguardando nuevas almas que la descubran.

Este álbum no es solo música; es un suspiro, un instante atrapado en el flujo del tiempo, un testimonio del poder de la creación humana para desafiar el olvido. Largos Sueños es una oda a los sentidos y una caricia al alma, una obra que merece ser descubierta y celebrada como un tesoro escondido en el vasto paisaje de la música española.

viernes, marzo 14, 2025

"ESPERPENTO": EL NUEVO VIAJE SONORO DE COCHÈ VIL BAND

Hoy 14 de marzo ve la luz “Esperpento”, un ambicioso tema instrumental de más de 9 minutos de duración con el que la Cochè Vil Band presenta su renovada formación. La banda, liderada por Cochè Vil, guitarras, integrada totalmente por orensanos cuenta ahora con David Outumuro a la batería, Jacobo González en los teclados, Óscar Vázquez en el bajo y Sebas Mato en la guitarra eléctrica. Juntos han dado forma a un tema que refleja la esencia del rock progresivo de los años 70, con claras influencias de referentes como Pink Floyd o Yes, combinadas con el sello personal de su compositor.

Para lograr un sonido a la altura de su propuesta, “Esperpento” ha sido mezclado por Daniel Cardoso, ex integrante de Anathema y actual músico de Weather Systems, mientras que la masterización ha estado en manos de Steve Kitch, teclista de The Pineapple Thief. Con estos nombres en la producción, la Cochè Vil Band apuesta por una carta de presentación de alto nivel, prometiendo una experiencia sonora envolvente y fiel a la tradición progresiva.

https://www.youtube.com/watch?v=3hfjp4HE0Ik

martes, marzo 11, 2025

AMORPHOUS ANDROGYNOUS: THE ISNESS (2002)

Amorphous Androgynous, el alter ego psicodélico del dúo británico The Future Sound of London, nos regaló en 2002 un viaje sonoro único con The Isness. En este álbum, Garry Cobain y Brian Dougans se alejan de la electrónica abstracta que les precedía  para sumergirse en una experiencia que remite directamente al rock progresivo y la psicodelia de finales de los sesenta y principios de los setenta. Lo hacen con una riqueza instrumental apabullante, en la que el sitar, los vientos y una producción expansiva generan atmósferas hipnóticas y envolventes. Es un disco que se aleja de lo convencional y que se deja llevar por la experimentación sin ataduras, evocando paisajes sonoros caleidoscópicos y una sensación de viaje lisérgico.

Desde sus primeras notas, The Isness recuerda a los primeros Pink Floyd de Ummagumma, Atom Heart Mother, A Saucerful of Secrets o More, tanto en la estructura de los temas como en la manera en que los desarrollos instrumentales fluyen con total libertad. A lo largo del disco, encontramos pasajes donde la electrónica cósmica se fusiona con elementos sinfónicos, una mezcla que también nos remite a Tangerine Dream, especialmente en piezas como “High tide on the sea of flesh”, donde los sintetizadores ambientales evocan los viajes espaciales característicos del grupo alemán. Esta diversidad de influencias hace que el disco sea una obra de múltiples capas, ideal para una escucha profunda y atenta.

Pero las conexiones no terminan ahí. The Isness también ha sido una fuente de inspiración para bandas posteriores, y su influencia es palpable en la primera época del dúo francés Air, en particular en Moon Safari, donde el downtempo progresivo y los arreglos orquestales comparten esa misma búsqueda de texturas oníricas. La diferencia es que Amorphous Androgynous apuesta más por la libertad total, mientras que Air se mantiene dentro de estructuras más accesibles. Aun así, ambos proyectos comparten ese amor por la evocación sonora y la construcción de paisajes musicales que parecen flotar en el tiempo.

En definitiva, The Isness es un álbum que desafía etiquetas y se convierte en una experiencia sensorial más que en una simple colección de canciones. Su riqueza instrumental, sus ambientes envolventes y su espíritu aventurero lo convierten en una obra imprescindible para los amantes de la psicodelia y el rock progresivo. Es un disco que invita a dejarse llevar, a sumergirse en un universo de colores sonoros, demostrando que la música sigue siendo un vehículo poderoso para la exploración y la trascendencia.

lunes, marzo 10, 2025

CLAUDE DUBOIS: FABLE D'ESPACE (1978)

Claude Dubois, una de las voces más icónicas de Quebec, sorprendió al mundo en 1978 con Fable d’Espace, una obra que rompe con su trayectoria melódica para adentrarse en el progresivo. En una jugada similar a la de José Cid en Portugal, Dubois decidió explorar los terrenos del rock sinfónico con una sensibilidad melódica impecable, resultando un álbum que es, sencillamente, una maravilla absoluta. Grabado en los estudios Utopia Sound en Nueva York, con el respaldo de Todd Rundgren, el disco se nutre de una instrumentación elaborada y una producción meticulosa que le otorgan un aura única dentro del panorama progresivo francófono de la época.

Musicalmente, Fable d’Espace destaca por su riqueza instrumental, con una presencia constante de teclados, sintetizadores y arreglos envolventes. John Wilcox en la batería y Richard Bell en los teclados aportan una base sólida, mientras que John Holbrook, además de encargarse de la ingeniería y la mezcla, deja su huella con su trabajo en la guitarra y los sintetizadores. Jean-Yves Labat, conocido por su paso por Utopia, refuerza esa atmósfera espacial con su dominio del sintetizador EMS. Las seis composiciones del álbum se mueven entre el lirismo melódico y la experimentación, con temas como “Au bout des doigts” y “Vaisseau interspacial” que aúnan esa fusión entre la canción y el progresivo, mostrando una sensibilidad comparable a la de grupos como Harmonium o incluso Camel en su faceta más melódica.

Si bien Dubois nunca se consolidó como un artista progresivo, este disco demuestra que su talento trascendía géneros y etiquetas. Canciones como “Une guitare des ondes et leur machine” evidencian su capacidad para jugar con texturas sonoras, mientras que “Salta diabla” aporta un dinamismo inesperado dentro de la estructura del álbum. En un contexto donde Quebec se convertía en un hervidero de rock progresivo con nombres como Maneige o Pollen, Fable d’Espace se sitúa en una posición especial: no es un disco de rock progresivo puro, pero su ambición y calidad lo hacen destacar como una obra maestra de pop progresivo.

En conclusión, Fable d’Espace es un disco que desafía expectativas y se erige como una joya de la música progresiva francófona. La fusión entre la tradición melódica de Dubois y el universo sonoro expansivo que construye en este álbum resulta en un trabajo atemporal, de esos que siguen maravillando con cada escucha. Para quienes buscan una obra accesible pero sofisticada dentro del progresivo, este álbum es un imprescindible, una demostración de que cuando un artista decide arriesgar, puede crear algo verdaderamente inolvidable.

sábado, marzo 08, 2025

ABACAB: MAL DE TERRE 82009)

El álbum, lanzado en 2009, es un reflejo de la evolución de una banda francesa con raíces profundas en la escena progresiva. Nacidos en 1990 bajo el nombre de Contresens, el grupo acumuló experiencia y reconocimientos en más de 200 conciertos antes de reinventarse y adoptar el nombre Abacab en el año 2000. Influenciados por bandas como Ange, más, y Pink Floyd, o menos, optaron por un sonido que mezcla guitarras potentes con teclados melódicos, marcando un camino propio en el panorama neo-progresivo. La primera incursión con su EP Les 3 Couleurs en 2004 sentó las bases para este ambicioso proyecto discográfico que se consolidó con su debut en un formato más extenso, respaldado por el sello francés Musea.

Musicalmente, Mal de Terre se destaca por su dualidad: por un lado, encontramos atmósferas dramáticas y un rock contundente y casi primitivo en la ejecución de las guitarras, mientras que, por otro, se incorporan pasajes más sutiles y etéreos gracias a patrones delicados a la guitarra, sintetizadores fluidos y solos cargados de nostalgia vintage. La instrumentación está a cargo de un quinteto bastante resolutivo: Thomas Boulant y Arnaud Catouillard en guitarras y voces, Yohan Lampis en la batería, Guillaume Wilmot en teclados y voces, y Alexy Wilmot en el bajo. Este equipo aporta sutiles matices que recuerdan a la tradición teatral y melódica de bandas como Ange o Mona Lisa, aunque sin imitar directamente a Genesis a pesar de su nombre.

En el disco se percibe una experimentación constante que fusiona elementos de prog metal, jazz y funk, creando momentos musicales que oscilan entre la tormenta y la calma. Con una duración al límite de la capacidad de un CD, el álbum ofrece una experiencia extensa en la que algunas piezas se destacan por sus riffs rudos y arreglos sofisticados, mientras que otras pueden parecer una amalgama de ideas menos cohesionadas. La presencia de algunas canciones que ya habían aparecido en el EP cinco años antes genera cierta confusión, al reutilizar temas ya explorados, lo que añade un tinte de controversia en cuanto a la coherencia del conjunto.

Mal de Terre es una propuesta valiente que invita al oyente a sumergirse en una narrativa musical repleta de contrastes. Aunque la fusión de estilos a veces puede generar sensaciones encontradas, la calidad instrumental y la marcada identidad teatral de sus voces hacen de este álbum una experiencia enriquecedora para los amantes del neo-progresivo. Personalmente, lo considero un disco interesante y bien trabajado, aunque quizás no resulte indispensable para todos los gustos.

sábado, marzo 01, 2025

KIT WATKINS: LABYRINTH (1981)

Kit Watkins, un maestro de los teclados con una sensibilidad única, nos entregó en 1981 Labyrinth, su primer álbum en solitario tras su paso por Happy the Man y Camel. Este trabajo es una fascinante exploración sonora que combina progresivo, jazz fusión y ciertas esencias new age, todo envuelto en una atmósfera evocadora. Acompañado únicamente por el percusionista Coco Roussel, Watkins se encarga de todos los demás instrumentos, mostrando una versatilidad impresionante. Desde el primer tema, “Glass of time”, queda claro que estamos ante una obra que abraza las convenciones del rock progresivo, con melodías intrincadas y cambios de tiempo sorprendentes que recuerdan a la escuela de Genesis o los propios Camel, pero con un sello muy personal.

El disco despliega una riqueza tímbrica notable. “Mt. St. Helens”, por ejemplo, es un despliegue de potencia rítmica con un aire casi cinematográfico, mientras que “Spring 1980” nos lleva a un lugar más etéreo y delicado, mostrando la capacidad de Watkins para crear paisajes sonoros emotivos con su piano. La pieza central, “Labyrinth”, con sus más de siete minutos de duración, es una obra maestra de texturas y progresiones armónicas, inspirada en los viajes del músico por el metro de Washington D.C. Este tipo de detalles dan un carácter casi narrativo a la música, sumergiendo al oyente en una experiencia sensorial que va más allá de la simple escucha. Se percibe la influencia de la escena de Canterbury en piezas como “Two worlds” y “4 bars-1 unit”, que combinan el lirismo melódico con estructuras complejas al estilo de Matching Mole o National Health.

Hacia el final del álbum, “Cycles” nos muestra un Watkins más experimental, anticipando su inclinación hacia la música ambient y new age de trabajos posteriores, funcionando como una especie de epílogo contemplativo tras la intensidad de las composiciones anteriores. Es un cierre inesperado, pero que en retrospectiva da coherencia a la trayectoria posterior del artista, quien siguió explorando paisajes sonoros cada vez más atmosféricos y minimalistas.

Labyrinth es una joya oculta dentro del rock progresivo, un testimonio de la genialidad de Kit Watkins y su capacidad para construir mundos sonoros con una riqueza y profundidad pocas veces vistas. Es un álbum que no busca deslumbrar con virtuosismo desmedido, sino que invita a una escucha atenta, casi meditativa. Como todo laberinto, su recorrido es complejo, a veces desconcertante, pero al final nos deja con la sensación de haber descubierto algo nuevo y maravilloso en cada rincón. Para quienes aman la música progresiva en su faceta más elegante y evocadora, esta es una obra imprescindible.

MOON CLUSTER: DYSTOPIKA (2024)

El álbum, lanzado el 19 de noviembre de 2024, es una obra maestra que transporta al oyente a la esencia del rock progresivo de los años 70. Desde los primeros acordes de "Oh Lord", la banda bilbaína nos sumerge en un viaje sonoro de más de diez minutos, donde los teclados de Elis Casado y la guitarra eléctrica de Miguel Ramírez se entrelazan en una danza hipnótica. La sección rítmica, compuesta por Mortensen Rik en el bajo y Ricar Fernández en la batería, aporta una base sólida que sostiene la complejidad melódica de la pieza.

El segundo tema, "Green and watery", nos envuelve en una atmósfera más introspectiva. Aquí, los elementos de jazz y rock se fusionan de manera sublime, creando paisajes sonoros que evocan imágenes de vastas extensiones acuáticas y cielos nublados. La destreza instrumental de la banda se hace evidente en cada compás, demostrando una cohesión y madurez artística que cautiva y emociona.

La joya de la corona es, sin duda, "Return to Karnak 9" (el título ya da pistas más que claras de qué senderos intrincados recorre este fenomenal combo), una extensa y emotiva suite que cierra el álbum. Dividida en nueve movimientos, esta composición épica nos lleva por un recorrido lleno de cambios de tempo, dinámicas y texturas sonoras que mantienen al oyente en vilo. La narrativa musical aquí es poderosa, contando una historia sin palabras que resuena en lo más profundo del alma.

Dystopika no es solo un tributo al legado del rock progresivo, desde ELP hasta Pink Floyd o Eloy, sino un faro encendido en la vastedad del tiempo, una obra que respira con vida propia. Moon Cluster ha tejido un tapiz sonoro donde cada nota es un latido, cada compás un eco de genialidad. Escucharlo no es solo un acto, sino un viaje iniciático: con cada repetición, emergen nuevos paisajes, texturas ocultas y destellos de una belleza inagotable. Es un álbum que no se consume, sino que crece, se expande y nos envuelve en su hechizo, invitándonos a perdernos en su inmensidad una y otra vez.

lunes, febrero 24, 2025

RIVERSIDE: ANNO DOMINI HIGH DEFINITION (2009)

Cuando Riverside lanzó Anno Domini High Definition, quedó claro que la banda polaca estaba en una nueva etapa de su evolución musical. Con un sonido más directo y agresivo, este álbum supuso un giro hacia un hard progresivo más intenso sin perder la esencia atmosférica y melódica que los caracterizaba. La alineación conformada por Mariusz Duda (voz, bajo, guitarra acústica), Piotr Grudziński (guitarras eléctricas), Michał Łapaj (teclados, Hammond, theremin, coros) y Piotr Kozieradzki (batería, percusión) logró un balance entre dinamismo y momentos de calma, donde los extensos desarrollos instrumentales se combinan con capas fluidas de teclados que, en ocasiones, llegan a insinuar la electrónica progresiva.

Desde el inicio con “Hyperactive”, Riverside deja claro que este no es un disco de medias tintas. El piano inicial de Łapaj es solo una breve introducción a la tormenta de riffs de Grudziński y el bajo potente de Duda, creando una base rítmica sólida que se mantiene a lo largo de todo el álbum. En temas como “Driven to destruction” y la suite Egoist Hedonist, la banda juega con estructuras complejas y cambios de tiempo que recuerdan a bandas como Porcupine Tree o Pain of Salvation, aunque con una identidad propia muy marcada. El uso de un órgano Hammond rugoso le da cuerpo a los temas, aportando un aire setentero que refuerza la conexión de la banda con el rock progresivo clásico, evocando a grupos como Pink Floyd y King Crimson.

El punto culminante del álbum llega con “Left out” y “Hybrid times”, dos composiciones de largo desarrollo que reflejan la madurez compositiva del cuarteto. Aquí, la épica y la fluidez toman protagonismo, con pasajes instrumentales de profunda luminosidad y una interpretación emocionalmente intensa por parte de Duda. Su voz, cálida y a la vez melancólica, guía al oyente a través de un viaje sonoro donde la tensión y la calma se alternan de manera magistral. Además, la presencia de secciones de viento en la citada Egoist Hedonist añade una dimensión inesperada, pero perfectamente integrada al sonido del disco, demostrando la capacidad del grupo para innovar dentro de su propio estilo.

Anno Domini High Definition es un álbum que, en mi opinión, consolidó a Riverside como una de las bandas más relevantes del progresivo contemporáneo. Su capacidad para fusionar la agresividad del metal con la reflexión del rock progresivo sinfónico, sumada a una producción impecable, lo convierte en una obra imprescindible para los amantes del género. Con este disco, la banda no solo cerró una etapa, sino que también dejó claro que su evolución musical estaba lejos de terminar.