viernes, abril 04, 2025

BIRTH CONTROL: BACKDOOR POSSIBILITIES (1976)

Backdoor Possibilities (1976) es, para mí, la cima absoluta del espíritu progresivo dentro de la discografía de esta banda berlinesa que nunca temió ir más allá de sus límites. Desde el primer sonido hasta el último acorde, es una obra maestra de principio a fin. En este disco, el grupo dio un paso más allá de su hard rock psicodélico habitual para sumergirse en un océano de estructuras complejas, teatralidad y desarrollo narrativo. Cada tema se desplegaba con una tensión dramática constante, un equilibrio perfecto entre la exploración técnica y la emoción visceral. Lo que antes eran destellos progresivos, aquí se convierten en una columna vertebral imponente.

Lo que más me admira es la manera en que los teclados de Zeus B. Held se convierten en auténticos arquitectos del sonido. Hay una utilización masiva, y gloriosamente justificada, de sintetizadores, pianos eléctricos y órganos, que le otorgan al disco su aspecto sinfónico y lo elevan a otra dimensión. Pero Backdoor Possibilities no sería lo que es sin la característica voz de Bernd Noske, esa mezcla de aspereza y expresividad que narra cada pasaje con intensidad teatral, ni sin la solidez del resto de instrumentistas, cuyo sustrato rítmico poderoso mantiene la cohesión incluso en los momentos más enrevesados. Es un álbum que desafía al oyente con su sofisticación, recompensándolo con una experiencia casi cinematográfica.

En temas como "La cigüena de Zaragoza" o "Behind grey walls", se detecta claramente ese espíritu a lo Gentle Giant, especialmente en los arreglos vocales y en el juego poliédrico de ritmos y texturas. No es una copia, sino una relectura con personalidad propia: más sombría, más europea continental en su dramatismo, más visceral en su ejecución. De hecho, Backdoor Possibilities puede catalogarse como un disco atrevido, incluso arriesgado, que descoloca a quienes esperan algo más lineal, pero que enamora a los que buscamos evolución y profundidad.

Backdoor Possibilities no es sólo un hito dentro del rock progresivo alemán, sino un testamento emocional de lo que ocurre cuando una banda se entrega sin reservas al Arte. Cada vez que lo escucho, y lo hago a menudo, siento que me adentro en un mundo de sombras y luces, de pasajes laberínticos y revelaciones sonoras. Es un disco que no se deja domar fácilmente, pero que, si uno le entrega tiempo y atención, devuelve algo mucho más grande que música: una visión, un viaje, un espejo de nuestra complejidad interior. Su intensidad no se desvanece, al contrario, perdura deslumbrando como la primera vez.

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