Tras un poco más de cuatro décadas y media de silencio discográfico en estudio, vuelve Atila para presentarnos un trabajo progresivo de factura actualizada y con una calidad y un corazón que sobrecoge por momentos.
Atila, cabalgado por un incombustible Joan Punyet, que no sólo se dedica a marcar los pulsos de este trabajo, sino que también se hace cargo de texturas a los teclados, a los bajos y a las guitarras, todos ellos de manera más que solvente, se rodea de músicos que no hacen sino dar volumen cálido a una obra que se me antoja imperecedera. Ahí están antiguos colegas como Benet Nogué, que firma el cierre de este inconmensurable Encarnació, pero también aparecen músicos de reputada trayectoria como Toni Castarlenas, grandísimo guitarrista, o Víctor Mateos Willy, complejo teclista que abraza los temas con técnica y alma perfectas, acompañados por el ex Sherish Juanma Rodríguez, el Storm José Ramón Torres, el ex Guadalquivir Andrés Olaegui, el omnipresente Mike Starry, perdonadme el juego de palabras, y el vocalista César Ortiz y la cantante Txell Rebel.
Composiciones redondas, algunas de ellas ya mostradas en la última, valga la expresión, encarnación de Atila allá por los años 80 del siglo pasado, como es la suite que abre el disco y lleva el mismo título que él, dividida en dos partes, o “Estranya màgia” (ambas con momentos líricos). Pero también aparecen temas guardados en la mente de Punyet, como ese impresionante lienzo musical arábigo-andaluz que es “Danza del dàtil daurat” y “Retorn”, uno de los temas del disco que mejor transmite la calidad del nuevo sonido Atila. “Volada”, como he dicho antes, tema de Benet Nogué, pone el broche mágico con su invocación a tiempos pasados gracias a una melodía que explora sentimientos arcanos de infinita belleza.
Los temas se desarrollan fluidos, pese a su complejidad instrumental, y transcurren sin descanso, elaborando un universo sonoro pleno, sin complejos ante el porvenir, trabajado hasta el paroxismo, incurriendo en relatos oníricos donde la belleza se explora sin descanso en un ejercicio de comunicación con el oyente que se rinde impávido ante un trabajo hecho desde el corazón para deleite de los sentidos.
Estamos ante un trabajo que nace con fuerza implacable, producto del amor de un músico incansable e inquieto que ha sabido enlazar tiempos remotos con un presente esperanzador que, seguro, dará nuevos frutos en el futuro. La leyenda de Atila renace, engrandece su nombre en el siglo XXI y asienta unos nuevos cimientos que sostienen en pie el sueño de Joan Punyet, un amanuense del Arte con mayúsculas.
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