sábado, marzo 01, 2025

KIT WATKINS: LABYRINTH (1981)

Kit Watkins, un maestro de los teclados con una sensibilidad única, nos entregó en 1981 Labyrinth, su primer álbum en solitario tras su paso por Happy the Man y Camel. Este trabajo es una fascinante exploración sonora que combina progresivo, jazz fusión y ciertas esencias new age, todo envuelto en una atmósfera evocadora. Acompañado únicamente por el percusionista Coco Roussel, Watkins se encarga de todos los demás instrumentos, mostrando una versatilidad impresionante. Desde el primer tema, “Glass of time”, queda claro que estamos ante una obra que abraza las convenciones del rock progresivo, con melodías intrincadas y cambios de tiempo sorprendentes que recuerdan a la escuela de Genesis o los propios Camel, pero con un sello muy personal.

El disco despliega una riqueza tímbrica notable. “Mt. St. Helens”, por ejemplo, es un despliegue de potencia rítmica con un aire casi cinematográfico, mientras que “Spring 1980” nos lleva a un lugar más etéreo y delicado, mostrando la capacidad de Watkins para crear paisajes sonoros emotivos con su piano. La pieza central, “Labyrinth”, con sus más de siete minutos de duración, es una obra maestra de texturas y progresiones armónicas, inspirada en los viajes del músico por el metro de Washington D.C. Este tipo de detalles dan un carácter casi narrativo a la música, sumergiendo al oyente en una experiencia sensorial que va más allá de la simple escucha. Se percibe la influencia de la escena de Canterbury en piezas como “Two worlds” y “4 bars-1 unit”, que combinan el lirismo melódico con estructuras complejas al estilo de Matching Mole o National Health.

Hacia el final del álbum, “Cycles” nos muestra un Watkins más experimental, anticipando su inclinación hacia la música ambient y new age de trabajos posteriores, funcionando como una especie de epílogo contemplativo tras la intensidad de las composiciones anteriores. Es un cierre inesperado, pero que en retrospectiva da coherencia a la trayectoria posterior del artista, quien siguió explorando paisajes sonoros cada vez más atmosféricos y minimalistas.

Labyrinth es una joya oculta dentro del rock progresivo, un testimonio de la genialidad de Kit Watkins y su capacidad para construir mundos sonoros con una riqueza y profundidad pocas veces vistas. Es un álbum que no busca deslumbrar con virtuosismo desmedido, sino que invita a una escucha atenta, casi meditativa. Como todo laberinto, su recorrido es complejo, a veces desconcertante, pero al final nos deja con la sensación de haber descubierto algo nuevo y maravilloso en cada rincón. Para quienes aman la música progresiva en su faceta más elegante y evocadora, esta es una obra imprescindible.

MOON CLUSTER: DYSTOPIKA (2024)

El álbum, lanzado el 19 de noviembre de 2024, es una obra maestra que transporta al oyente a la esencia del rock progresivo de los años 70. Desde los primeros acordes de "Oh Lord", la banda bilbaína nos sumerge en un viaje sonoro de más de diez minutos, donde los teclados de Elis Casado y la guitarra eléctrica de Miguel Ramírez se entrelazan en una danza hipnótica. La sección rítmica, compuesta por Mortensen Rik en el bajo y Ricar Fernández en la batería, aporta una base sólida que sostiene la complejidad melódica de la pieza.

El segundo tema, "Green and watery", nos envuelve en una atmósfera más introspectiva. Aquí, los elementos de jazz y rock se fusionan de manera sublime, creando paisajes sonoros que evocan imágenes de vastas extensiones acuáticas y cielos nublados. La destreza instrumental de la banda se hace evidente en cada compás, demostrando una cohesión y madurez artística que cautiva y emociona.

La joya de la corona es, sin duda, "Return to Karnak 9" (el título ya da pistas más que claras de qué senderos intrincados recorre este fenomenal combo), una extensa y emotiva suite que cierra el álbum. Dividida en nueve movimientos, esta composición épica nos lleva por un recorrido lleno de cambios de tempo, dinámicas y texturas sonoras que mantienen al oyente en vilo. La narrativa musical aquí es poderosa, contando una historia sin palabras que resuena en lo más profundo del alma.

Dystopika no es solo un tributo al legado del rock progresivo, desde ELP hasta Pink Floyd o Eloy, sino un faro encendido en la vastedad del tiempo, una obra que respira con vida propia. Moon Cluster ha tejido un tapiz sonoro donde cada nota es un latido, cada compás un eco de genialidad. Escucharlo no es solo un acto, sino un viaje iniciático: con cada repetición, emergen nuevos paisajes, texturas ocultas y destellos de una belleza inagotable. Es un álbum que no se consume, sino que crece, se expande y nos envuelve en su hechizo, invitándonos a perdernos en su inmensidad una y otra vez.