sábado, abril 26, 2025

EKZILO: QUANTUM PHASE TRANSITION (2025)

Hay álbumes que no se limitan a sonar; respiran, vibran, te hablan desde otro plano. Quantum Phase Transition, el último concepto de Ekzilo, es uno de ellos. Desde los primeros compases de este abrumador trabajo de estilo, uno se ve envuelto en una atmósfera que va más allá de lo musical: nos sumergimos en un universo sonoro que no busca agradar, sino conmover. En este rico lienzo cósmico lleno de matices, la banda española despliega una calidad desbordante, tejida con una sensibilidad artística que solo aparece en momentos muy contados del panorama musical actual. Pocas veces me he sentido tan sacudido, tan seducido por la música, como al recorrer este disco.

Para aquellos que buscan un significado desde el título, Quantum Phase Transition no es solo una evocación científica: es el eje simbólico que articula todo el álbum. Inspirado en ese instante invisible en que la materia cambia de estado sin previo aviso, Ekzilo traza una poderosa metáfora de nuestro tiempo. Esta obra es un relato de la complejidad del mundo y, al mismo tiempo, una intuición de lo que podría haber más allá. Desde la crudeza medieval de “Patibulum”, que evoca el tormento de un reo acusado de brujería, con esas voces guturales que no son estilo, sino expresión de rabia y desesperación de quien aún cree en algo mejor, hasta “Evolution”, un recorrido por la historia de la humanidad donde el progreso a menudo parece más una ilusión que un hecho, el disco funciona como un espejo sonoro de nuestras luces y nuestras sombras. Y, aun así, pese a tanta densidad emocional, Ekzilo lanza un mensaje de esperanza, como si la música pudiera, de algún modo, abrir un resquicio entre el caos y lo posible.

Este no es solo un álbum de rock progresivo; es un ser vivo en evolución. Cada pieza se encadena con la siguiente, construyendo una narrativa sonora guiada por unos teclados que colorean y reconfortan, y unas guitarras, de lo mejor que hay en nuestro país, que no solo interpretan: respiran, suspiran, empujan. La sección rítmica es un reloj emocional que no marca el tiempo, sino el pulso del alma. En temas como “La fábrica de barro” o “Dunas”, mi favorito personal, uno puede casi tocar con los dedos la mezcla de tradición y modernidad, ese sabor a tierra y mar que huele a península y a historia, a baile renacentista del norte o del Mediterráneo y a resurrección musical. Y entonces lo entiendes todo: no estás simplemente escuchando, estás viviendo una transición, una transición cuántica, sí, pero también espiritual, casi mística, en la que el dolor, la furia y la esperanza conviven como en la historia de ese reo condenado, “Brujería”,  que aún sueña con el mañana.

Y qué decir de “Evolution”, esa suite majestuosa que bien podría resumir la historia de nuestra especie con una claridad pasmosa: tropiezos, retrocesos, avances, y esa obstinada luz que no se apaga. Pero lo que más conmueve de este álbum no es su despliegue técnico (impecable), ni su abanico estilístico (asombroso), sino el milagro de que, a pesar de su complejidad, te deja con el corazón en calma. Quantum Phase Transition no solo ha elevado a Ekzilo a nuevas alturas; nos ha elevado también a nosotros, los oyentes. Es música que te alimenta sin pedir permiso. Y, francamente, es una bendición que aún exista Arte así.

domingo, abril 13, 2025

GROBSCHNITT: THE HISTORY OF SOLAR MUSIC 3

The History Of Solar Music 3 es una joya para los amantes del rock progresivo, ofreciendo una inmersión profunda en la evolución sonora de la banda a través de grabaciones en vivo de los años 60, 70 y 80. Este doble CD captura la esencia de "Solar Music", una pieza instrumental emblemática que, en estas versiones, se despliega con una energía y creatividad desbordantes, transportando al oyente a un viaje cósmico inolvidable.​

Los temas provienen de actuaciones en diversas localidades alemanas, como la ofrecida en el Schützenhalle de Meschede en 1981 y las del THG Gymnasium en Hagen en 1969 y 1975, reflejando la capacidad de Grobschnitt para reinventar "Solar Music" en cada presentación. La formación que da vida a estas interpretaciones incluye a Joachim Heinz Ehrig (Eroc), batería, Gerd-Otto Kühn (Lupo), guitarras, Stefan Danielak (Wildschwein), guitarra y voz, Volker Kahrs (Mist), teclados, y Milla Kapolke en el bajo, entre otros músicos que contribuyeron a la riqueza sonora del grupo.​

La recopilación de estas piezas es el resultado de una cuidadosa selección de material inédito y poco habitual, ofreciendo a los seguidores una perspectiva única de la evolución de "Solar Music" a lo largo de los años. La dedicación de la banda para brindar experiencias únicas en vivo se refleja en cada pista, haciendo de este álbum una pieza imprescindible para comprender la magnitud artística de Grobschnitt.​

Esta edición en doble CD me supuso un afortunado impacto, revelando la maestría y pasión de Grobschnitt en sus actuaciones en vivo. Es un testimonio vibrante de su legado en el rock progresivo y una invitación a redescubrir la magia de "Solar Music" en su máxima expresión. Totalmente recomendado, sin ninguna duda.

EMERSON, LAKE & PALMER: TARKUS (1971)

¿Qué es lo que no se ha dicho todavía de Tarkus, piedra angular del rock progresivo de todos los tiempos? Tal vez que no es un álbum, sino una cosmogonía. No es un conjunto de canciones, sino una visión apocalíptica que emerge en forma de armadillo mecanizado, mitad tanque, mitad oráculo. A estas alturas todos han hablado del virtuosismo, de los compases imposibles, de los sintetizadores al borde de la locura, pero nadie parece haber señalado lo más obvio: Tarkus no quiere gustarte. Quiere derrotarte. Quiere sentarte frente a sus siete movimientos y obligarte a enfrentarte a tu propia irrelevancia musical. Emerson no interpreta, exorciza. Lake no canta, seduce. Y Palmer, bueno, Palmer convierte su batería en un campo de batalla, donde cada golpe es un proyectil lanzado desde su arsenal percusivo.

Cara A: una suite de más de 20 minutos que desafía no solo la lógica narrativa, sino también nuestras propias expectativas emocionales. “Eruption” irrumpe con una intensidad telúrica, una avalancha de teclas que no pide permiso. “Stones of years” nos ofrece un remanso melancólico, una balada sumergida en un magma progresivo que arde con dulzura contenida. A medida que avanzamos hacia “Manticore”, el paisaje se ha vuelto onírico, como si estuviéramos recorriendo un relato de ciencia ficción contado por un trovador del siglo XX. La música aquí no pelea, transforma. En “Battlefield”, Greg Lake desliza una guitarra herida, con un timbre que roza lo confesional, como si intentara reconstruir algo sagrado entre los restos emocionales de lo que hemos vivido. Y cuando llega “Aquatarkus”, el cierre no resuelve, sino que transfigura: el mítico armadillo ya no es una bestia mecánica, sino una criatura fluida, cósmica, que ha aprendido a flotar. Tú también, inevitablemente, has cambiado.

Cara B: el despertar del viaje cósmico. “Jeremy Bender” aparece como un guiño inesperado, una travesura musical que disipa la solemnidad anterior con una sonrisa casi teatral. Tras esto, “Bitches crystal” y “The only way (Hymn)” se encargan de recordarte que lo sagrado y lo salvaje pueden coexistir, que hay algo profundamente humano en la mezcla de un órgano eclesiástico con la energía cruda del virtuosismo eléctrico. Escuchar “Infinite Space” y “A Time And A Place” es como presenciar una revelación sonora: las melodías no parecen compuestas, sino descubiertas, como si siempre hubieran estado ahí, esperando ser escuchadas entre los pulsos del Universo. Y al final, “Are you ready, Eddy?” llega como una carcajada cómplice, una ráfaga resplandeciente que te devuelve a la realidad con ritmo contagioso y el afecto de quien sabe que acaba de compartir contigo algo irrepetible. Todo lo anterior no fue un sueño, pero tampoco algo completamente de este mundo.

Tarkus no es un álbum para escuchar: es un álbum para sobrevivir. Es la banda sonora de una cruenta batalla entre la tradición y la tecnología, entre el exceso barroco y el minimalismo brutal. Una arcana criatura nacida del cruce entre Bach, Moog y Lord Dunsany, con William Neal pintando la portada como si supiera que nadie jamás captaría todo el mensaje. Lo hermoso, y también lo terrible, de Tarkus es que no tiene final: es un espejo progresivo que se adapta a quien lo escucha. Algunos ven un monstruo técnico. Otros, una obra maestra. Yo veo un disco que se ríe de nosotros mientras intentamos definirlo. Y esa, amigos, es exactamente la razón por la que lo seguiré escuchando, eón tras eón.

sábado, abril 12, 2025

HATFIELD AND THE NORTH (1974)

El álbum debut de Hatfield and the North, lanzado en 1974 por el sello Virgin, es una de las piedras angulares del movimiento de Canterbury, donde convergen el jazz-rock, la psicodelia y el progresivo británico con una naturalidad inquietante. Formado por músicos provenientes de bandas como Caravan, Egg o Matching Mole, el grupo construye un universo sonoro en el que la técnica se pone al servicio de la propia música, la exploración y la sensibilidad melódica. A lo largo de los quince cortes que conforman el LP, la banda evita el formato canción, apostando por una secuencia fluida de pasajes que se entrelazan como si fueran parte de un sueño continuo.

La participación de voces femeninas etéreas (las Northettes: Amanda Parsons, Barbara Gaskin y Ann Rosenthal), así como la aparición estelar de Robert Wyatt en “Calyx”, otorgan al disco una dimensión coral y vaporosa que acentúa su carácter onírico. Los títulos de las piezas, tan excéntricos como “Lobster in cleavage probe” o “Gigantic land crabs in Earth takeover bid”, revelan el humor británico y la irreverencia lúdica del grupo, sin que esto reste profundidad musical. La interpretación instrumental es impecable: las líneas de bajo de Sinclair son juguetonas pero precisas, los teclados de Stewart aportan color y misterio, y la batería de Pyle aporta una fluidez rítmica inusual, más cercana al jazz que al rock.

Grabado en The Manor y coproducido por Tom Newman, el álbum suena intemporal, como si hubiese sido compuesto al margen de modas o expectativas comerciales. Su estructura fragmentada, lejos de desorientar, invita a una escucha abierta y contemplativa. Más que un producto de estudio, se percibe como una conversación constante entre músicos que se conocen profundamente y que entienden la música como una forma de libertad compartida.

Hatfield and the North no busca impactar, sino permanecer. Es un álbum que emociona, que asombra sin necesidad de imponerse. En su aparente ligereza se esconde una de las obras más delicadas y personales del progresivo británico. Escucharlo es recordar que la música, cuando nace del juego honesto entre amigos, puede tocar lugares que ni siquiera sabíamos que teníamos dentro.

sábado, abril 05, 2025

TRIBU: QUÈ HEM DE FER? (1980)

El álbum es una obra vibrante que fusiona con maestría el jazz rock con la alegría del folclore mediterráneo. Desde los primeros compases de "Elefants", el oyente es transportado a un mundo sonoro dinámico donde la improvisación jazzística se entrelaza con ritmos festivos y melodías populares. La instrumentación es rica y variada, con la trompeta de Josep Lluis Soler y el violín de Ferrán Saló aportando un colorido singular, mientras que el piano eléctrico de Maurici Villavecchia y la percusión enérgica de Santi Arisa refuerzan el carácter efervescente del disco. Cada pieza del álbum destila una energía contagiosa que convierte la escucha en una experiencia emotiva y emocionante.

Uno de los aspectos más sorprendentes de Què Hem de Fer? es su equilibrio entre la sofisticación técnica y la accesibilidad. Canciones como "El galliner" y "Rock de la gana" ejemplifican cómo el grupo logra mantener una estructura rítmica compleja sin perder el espíritu lúdico que caracteriza su música. La inclusión de instrumentos como el acordeón y la flauta dulce, sumado a las voces festivas, refuerzan la sensación de celebración. La producción, aunque fiel a su época, deja espacio para que cada instrumento brille con claridad, demostrando la gran calidad musical de Tribu y su capacidad para reinventar las tradiciones sonoras catalanas dentro de un marco moderno e innovador.

Más allá de su riqueza musical, Què Hem de Fer? transmite un mensaje optimista y vitalista que resuena incluso décadas después de su lanzamiento. La música de Tribu no solo puede invitar a fiesta y a diversión, sino que también evoca un sentimiento de comunidad y alegría compartida. Es un recordatorio de que, incluso en tiempos de incertidumbre, la celebración y la unión pueden ser respuestas poderosas. Con este álbum, Tribu logró algo más que una fusión de géneros: creó una experiencia sonora que sigue irradiando entusiasmo y pasión por la música, dejando huella en quienes se atreven con su propuesta.

viernes, abril 04, 2025

BIRTH CONTROL: BACKDOOR POSSIBILITIES (1976)

Backdoor Possibilities (1976) es, para mí, la cima absoluta del espíritu progresivo dentro de la discografía de esta banda berlinesa que nunca temió ir más allá de sus límites. Desde el primer sonido hasta el último acorde, es una obra maestra de principio a fin. En este disco, el grupo dio un paso más allá de su hard rock psicodélico habitual para sumergirse en un océano de estructuras complejas, teatralidad y desarrollo narrativo. Cada tema se desplegaba con una tensión dramática constante, un equilibrio perfecto entre la exploración técnica y la emoción visceral. Lo que antes eran destellos progresivos, aquí se convierten en una columna vertebral imponente.

Lo que más me admira es la manera en que los teclados de Zeus B. Held se convierten en auténticos arquitectos del sonido. Hay una utilización masiva, y gloriosamente justificada, de sintetizadores, pianos eléctricos y órganos, que le otorgan al disco su aspecto sinfónico y lo elevan a otra dimensión. Pero Backdoor Possibilities no sería lo que es sin la característica voz de Bernd Noske, esa mezcla de aspereza y expresividad que narra cada pasaje con intensidad teatral, ni sin la solidez del resto de instrumentistas, cuyo sustrato rítmico poderoso mantiene la cohesión incluso en los momentos más enrevesados. Es un álbum que desafía al oyente con su sofisticación, recompensándolo con una experiencia casi cinematográfica.

En temas como "La cigüena de Zaragoza" o "Behind grey walls", se detecta claramente ese espíritu a lo Gentle Giant, especialmente en los arreglos vocales y en el juego poliédrico de ritmos y texturas. No es una copia, sino una relectura con personalidad propia: más sombría, más europea continental en su dramatismo, más visceral en su ejecución. De hecho, Backdoor Possibilities puede catalogarse como un disco atrevido, incluso arriesgado, que descoloca a quienes esperan algo más lineal, pero que enamora a los que buscamos evolución y profundidad.

Backdoor Possibilities no es sólo un hito dentro del rock progresivo alemán, sino un testamento emocional de lo que ocurre cuando una banda se entrega sin reservas al Arte. Cada vez que lo escucho, y lo hago a menudo, siento que me adentro en un mundo de sombras y luces, de pasajes laberínticos y revelaciones sonoras. Es un disco que no se deja domar fácilmente, pero que, si uno le entrega tiempo y atención, devuelve algo mucho más grande que música: una visión, un viaje, un espejo de nuestra complejidad interior. Su intensidad no se desvanece, al contrario, perdura deslumbrando como la primera vez.