martes, febrero 18, 2025

TÉ PUNCH (1991)

En 1991, la escena musical española fue testigo del lanzamiento del álbum homónimo de Té Punch, una banda que fusionó con maestría los géneros del jazz y el rock, ofreciendo una propuesta sonora compleja y llena de matices con un enorme Jordi Pegenaute en la guitarra, Alex Martínez en los teclados, Joan Rectoret en el bajo y Enric Illa en la batería. Además, contaron con la colaboración de Ernest Martínez en la percusión en varias pistas, añadiendo profundidad rítmica a su sonido.

El álbum, único en su discografía, publicado por el sello Audiovisuals de Sarrià, consta de ocho temas que destacan por su exigencia formal y ejecución impecable. Composiciones como "Respiro" y "Kropotkin", ambas escritas por Pegenaute, exhiben una destreza técnica y una sensibilidad melódica que rememoran bandas internacionales de jazz rock como Weather Report o Return to Forever. La interacción entre la guitarra y los teclados crea paisajes sonoros que, sin perder su identidad, recuerdan la elegancia y el virtuosismo de estos referentes del género.

La influencia de grupos coetáneos es palpable en la estructura y dinámica de las composiciones. Por ejemplo, "Possessió" muestra una fusión de ritmos y armonías que podría compararse con el trabajo de bandas como Mahavishnu Orchestra, donde la complejidad rítmica y la improvisación controlada son elementos clave. Sin embargo, Té Punch logra imprimir su sello personal, integrando elementos del jazz y el rock de manera orgánica y fluida.

A pesar de la calidad y sofisticación de su música, Té Punch no alcanzó un reconocimiento masivo en la escena musical española. Su álbum permanece como una joya oculta para los amantes del jazz rock, evidenciando que, aunque el talento y la ejecución fueron impecables, el éxito comercial no siempre acompaña a la excelencia artística. En retrospectiva, su música sigue siendo un testimonio de la elegancia y el buen gusto en la fusión de géneros, aunque, irónicamente, no lograra cruzar el puente hacia el estrellato que otras bandas internacionales como Steps Ahead o The Pat Metheny Group, por parecidos más que evidentes en lo melódico y en lo virtuoso, sí alcanzaron.

lunes, febrero 17, 2025

RICK WAKEMAN: THE STAGE COLLECTION (1994)

Si alguien todavía duda de la maestría de Rick Wakeman, es porque probablemente tiene que escuchar The Stage Collection. Y si lo ha hecho y sigue con dudas, debería considerar una revisión en el otorrino o, peor aún, de la percepción musical. Este álbum en vivo, grabado en Buenos Aires en 1993 y lanzado en 1994, captura a Wakeman en su elemento natural: sobre el escenario, sin red de seguridad y rodeado de un público devoto que entiende perfectamente que está presenciando a un verdadero mago de los teclados. ¿Que por qué siempre toca las mismas piezas? Bueno, quizá porque Journey to the Centre of the Earth y The Myths & Legends of King Arthur son como las sinfonías de Beethoven del rock progresivo: intocables, inmortales y siempre bienvenidas.

La banda que acompaña a Rick no es una simple comparsa, sino un conjunto de músicos de altísimo nivel. Adam Wakeman, su hijo, heredero natural del virtuosismo de su padre, refuerza la sección de teclados, mientras que Alan Thomson (Martin Barre Band, Pentagle) al bajo y Tony Fernandez en la batería sostienen la estructura con precisión milimétrica. A diferencia de otras épocas donde Wakeman estaba rodeado de orquestas y coros épicos, aquí el enfoque es más directo, más crudo, sin florituras innecesarias. Esto hace que piezas como “Journey to the centre of the Earth” suenen renovadas, liberadas del peso sinfónico, mostrando que la esencia de la composición sigue intacta y poderosa. Si alguien pensaba que Wakeman dependía de una orquesta para brillar, este disco lo deja en evidencia.

El setlist no solo incluye sus composiciones más célebres, sino también interpretaciones magistrales de “Eleanor Rigby” y “Paint it black”, demostrando que el músico no solo vive de sus propias glorias, sino que también sabe tomar clásicos ajenos y transformarlos en su propio reino de sintetizadores. ¿Demasiado sintetizador? Claro, es Wakeman, ¿qué esperabas? Las comparaciones con sus contemporáneos como Keith Emerson pueden ser inevitables, pero lo cierto es que Wakeman siempre tuvo un pie más en la grandilocuencia barroca y menos en la exploración sonora. Este álbum es un recordatorio de que el virtuosismo también puede ser emocionante y no solo un despliegue de velocidad técnica.

The Stage Collection es un testimonio perfecto de la vigencia de Wakeman en los años 90, en una época en la que muchos de sus contemporáneos ya estaban reduciendo revoluciones o intentando adaptarse a las nuevas tendencias. Wakeman, en cambio, sigue a lo suyo, tocando con una precisión insultante y demostrando que, aunque las modas cambien, la verdadera genialidad es atemporal. ¿Repetitivo? Tal vez. ¿Excesivo? Sin duda. ¿Absolutamente imprescindible? También. Porque, al final, si alguien sigue poniendo en duda el talento de Wakeman, solo tiene que dejar que la música hable por sí sola.

lunes, febrero 10, 2025

LOCOMOTIV GT (1971)

Locomotiv GT, aunque formados en 1970, irrumpió en la escena musical húngara al año siguiente con su debut homónimo, marcando el inicio de una banda que dejaría una huella importante en el rock del país. Formada por músicos de gran talento provenientes de grupos reconocidos, como Omega, la banda se propuso explorar nuevos sonidos dentro del rock-blues con tintes progresivos. El álbum refleja una mezcla de estilos que, si bien en ocasiones parecen tirar en direcciones distintas, logran cohesión gracias a la calidad instrumental de sus integrantes. Desde los primeros acordes de "Egy dal azokért, akik nincsenek itt", el disco muestra una combinación de energía y sensibilidad, con piezas que oscilan entre la potencia del hard y la delicadeza de baladas llenas de emotividad.

El sonido del álbum se caracteriza por la presencia de un órgano vibrante y expresivo a cargo de Gábor Presser, que aporta una atmósfera envolvente en temas como "A napba öltözött lány". La guitarra de Tamás Barta se desliza con fluidez, recordando en ciertos momentos a la destreza de Allan Holdsworth, aunque con una impronta más ligada al blues-rock británico. Károly Frenreisz, además de encargarse del bajo con una presencia destacada, introduce el saxofón en varias piezas, ampliando la paleta sonora de la banda de manera similar a lo que hacía Dick Heckstall-Smith en Colosseum. József Laux, con su batería potente y precisa, aporta una base rítmica sólida que a veces recuerda al estilo pesado de John Bonham. La combinación de estos elementos hace que Locomotiv GT logre un sonido distintivo dentro del panorama musical de la Europa del Este.

En cuanto a su resultado final, el álbum no oculta su admiración por bandas británicas de la época como Led Zeppelin o Deep Purple, especialmente en la crudeza de las guitarras y la fuerza del órgano. Temas como "Hej, én szólok hozzád" evocan sonidos hard roqueros en su riff principal, mientras que "Ordító arcok" experimenta con estructuras cercanas al rock progresivo, con pasajes instrumentales que podrían evocar a King Crimson. No obstante, Locomotiv GT no se limita a imitar, sino que introduce elementos propios que enriquecen su propuesta, como el uso del saxofón y la riqueza poética de sus letras, escritas por Anna Adamis, esposa del baterista.

El primer álbum de Locomotiv GT es una obra prometedora que, aunque aún no alcanza una identidad completamente definida, muestra un enorme potencial y una ejecución impecable. Si bien la banda sufriría cambios en su alineación poco después, este trabajo sentó las bases para su evolución futura y consolidó su estatus dentro de la historia del rock húngaro. Para los amantes del rock clásico con tintes progresivos, este disco es una joya que merece ser descubierta y apreciada.

ERIC WOOLFSON SINGS THE ALAN PARSONS PROJECT THAT NEVER WAS (2009)

Eric Woolfson fue alma creativa en The Alan Parsons Project, componiendo temas y conceptos, pero, sin embargo, su nombre quedó en segundo plano frente al de Alan Parsons, quien se encargaba de la producción y el sonido. En este trabajo, Woolfson retomó algunas composiciones descartadas o inacabadas de la época del Project y les dio nueva vida. El álbum, lanzado poco antes de su fallecimiento, permite conocer una parte de su trabajo que de otro modo habría quedado en el olvido.

El disco reúne canciones de distintas etapas creativas de Woolfson, algunas de ellas vinculadas a sus musicales. Temas como "Golden key" pueden recordar lejanamente a "Don’t answer me", mientras que "Somewhere in the audience" o "Immortal" destacan por su emotividad y su estructura melódica. A nivel instrumental, cuenta en un tema con la participación de antiguos miembros de The Alan Parsons Project como Ian Bairnson en las guitarras, David Paton en el bajo y Stuart Elliott en la batería, lo que contribuye a mantener cierta coherencia con el sonido clásico del grupo. La producción, realizada en diversos estudios, entre ellos su propio hogar y Abbey Road, es correcta y acorde con el estilo de Woolfson, aunque sin mayor brillo.

Woolfson tenía inclinación por las melodías accesibles y los arreglos orquestales, aunque en este disco prima un enfoque más intimista. Sin embargo, a pesar de su producción impecable, el álbum carece de momentos realmente memorables y no logra sorprender. Se deja escuchar con agrado, pero en ocasiones da la impresión de ser una colección de canciones que nunca llegaron a alcanzar su versión definitiva, resultando en un trabajo bastante discreto que agradará a los seguidores del compositor, aunque difícilmente atraerá nuevos oyentes.

domingo, febrero 09, 2025

ECHOLYN: THE END IS BEAUTIFUL (2005)

The End Is Beautiful es un álbum que destaca por su complejidad y riqueza musical, ofreciendo una experiencia auditiva que se enriquece con cada escucha. Desde la vibrante y con trazos emersónicos "Georgia Pine" hasta la emotiva "Misery, not memory", el disco presenta una variedad de estilos y emociones que mantienen al oyente atento. Las armonías vocales y la enorme destreza instrumental de la banda, comparable a Gentle Giant, se combinan para crear una obra que es tanto técnica como emocionalmente resonante.

Las letras del álbum abordan temas universales como la soledad, la pérdida y la esperanza, ofreciendo una reflexión profunda sobre la condición humana. Composiciones como "Lovesick morning" y "The end is beautiful" exploran estas temáticas con una sinceridad y profundidad que invitan a la interiorización personal. La inclusión de secciones de metales por ejemplo en temas como "Heavy blue miles", que me fascina, añade una dimensión adicional al sonido del álbum, enriqueciendo su paleta sonora y aportando una energía vibrante.

Este difícil y maravilloso álbum requiere múltiples escuchas para desentrañar todas sus capas y matices. Sin embargo, la inversión de tiempo se ve recompensada, ya que cada escucha revela nuevos detalles y profundidades. The End Is Beautiful se erige como una pieza esencial en la discografía de Echolyn y una contribución significativa al rock progresivo contemporáneo.

HOELDERLIN: RARE BIRDS (1977)

Hoelderlin fue una banda alemana de rock progresivo que, a lo largo de los años 70, evolucionó desde un sonido folk hasta un estilo más sinfónico y accesible. Este álbum, el cuarto de su carrera, marca un punto clave en esta transformación, incorporando nuevas influencias y mayor presencia de elementos rockeros gracias a la llegada del guitarrista español Pablo Weeber (ex Franklin). Aquí la banda todavía mantiene su esencia melódica y su característico uso de la viola, pero con una energía renovada que la diferencia de sus trabajos anteriores. Conformado por seis temas, el álbum equilibra pasajes instrumentales complejos con momentos de serenidad casi etérea, logrando un sonido sofisticado y envolvente.

El disco abre con "Häktik intergaläktik", un tema vibrante que me recuerda poderosamente a Caravan en su fluidez y estructuras melódicas, mientras que "Sky-lift" y el tema homónimo "Rare bird" exploran terrenos más suaves y atmosféricos, evocando la melancolía pastoral de Genesis. "Before you lay down rough and thorny" combina la calidez de la guitarra con una viola expresiva, creando una composición emotiva y envolvente. "Necronomicon", por su parte, es, para mí, el gran instrumental del álbum, destacando su estructura dinámica y su exquisita combinación de teclados y cuerdas. Finalmente, "Sun rays" cierra el álbum con una progresión relajante y melódica, resaltando la capacidad del grupo para crear paisajes sonoros detallados y ricos en matices.

Las influencias de Hoelderlin en Rare Birds son evidentes, con guiños a bandas como Camel, Happy the Man o Genesis, pero sin perder su identidad. La producción del álbum es cuidada y permite que cada instrumento tenga su espacio, resaltando la viola de Christoph Noppeney como una de las señas de identidad del grupo. A pesar de la evolución en su sonido, Hoelderlin logra mantener la elegancia y sofisticación que los caracteriza, evitando caer en los excesos del rock progresivo más pomposo y centrándose en la creación de atmósferas ricas y evocadoras.

Rare Birds es un álbum que representa el punto culminante de la trayectoria progresiva de Hoelderlin antes de adentrarse en terrenos más convencionales. Aunque no es tan innovador como sus primeros trabajos, ya hablaremos de ello más adelante, sigue siendo una obra de gran calidad que demuestra el talento compositivo y la madurez musical del grupo. Es un disco recomendable para los amantes del progresivo sinfónico que buscan una experiencia sonora refinada y emocionalmente rica.

sábado, febrero 08, 2025

ÉLŐ OMEGA (1972)

La legendaria banda húngara que logró trascender las barreras impuestas por el telón de acero, nos entregó en 1972 un álbum que no es solo un testimonio de su talento, sino una declaración de resistencia artística. Es un disco envuelto en un aura de contradicción: anunciado como un directo, pero con más de estudio que de concierto; con temas que debían haber formado parte de un álbum censurado, pero que encontraron la manera de ver la luz. Es precisamente en esa contradicción donde radica su magia. Élő Omega no es solo música, es un documento de lucha y reinvención, un puente entre el pasado psicodélico de la banda y su futuro sinfónico-progresivo.

A comienzos de los años 70, Omega sufrió una sacudida en su formación cuando Gábor Presser y József Laux abandonaron el grupo para formar Locomotiv GT. Lejos de significar un declive, este cambio obligó a la banda a reestructurarse y evolucionar. La entrada de Ferenc Debreczeni en la batería, junto con el liderazgo vocal de János Kóbor y el virtuosismo de György Molnár en la guitarra, dieron como resultado un sonido más sólido y orientado al hard rock con tintes progresivos. La influencia de bandas como Deep Purple o Uriah Heep es evidente, pero nunca como una simple copia; Omega siempre supo adaptar estos elementos a su propio lenguaje, creando un rock con una identidad única, teñida por la melancolía y la poesía húngara.

El repertorio de Élő Omega es una exhibición de poder y sensibilidad. Desde la mordaz “Hűtlen barátok”, una clara respuesta a la deserción de sus antiguos compañeros, hasta la hipnótica “Varázslatos, fehér kõ”, que cierra el álbum con una carga mística y evocadora. Temas como “Egy nehéz év után” destilan emoción pura, mientras que “Omegauto” y “Régvárt kedvesem” muestran una energía cruda y contagiosa. La balada “Emlék” se erige como una de las piezas más hermosas del disco, con un lirismo que desborda nostalgia. Todo esto, sin embargo, se ve empañado por una producción que intentó forzar la sensación de un concierto en vivo con aplausos añadidos artificialmente, lo que resta autenticidad pero no opaca la calidad de las composiciones.

La historia de este álbum es la historia de una banda que se negó a ser silenciada. El álbum Élő Omega fue censurado en Hungría porque incluía dos canciones, "200 évvel az utolsó háború után" y "Szex-apó", cuyos temas eran considerados problemáticos por el régimen comunista. La primera abordaba un futuro distópico y posbélico, lo que podía interpretarse como una crítica al sistema, mientras que la segunda tenía un título y contenido irreverentes sobre la sexualidad, algo mal visto por las autoridades. Debido a esto, la discográfica estatal Pepita se negó a publicarlo en su versión original de estudio, lo que llevó a la banda a lanzar un álbum "en vivo" con efectos de público añadidos para sortear la censura. La versión completa del álbum no vio la luz hasta 1998, tras la caída del comunismo.

En definitiva, Élő Omega no es solo un álbum, es una declaración. No importa si fue grabado en directo o en estudio, ni si el sonido es impecable o imperfecto. Lo que importa es la energía que transmite, la valentía que representa y la música inolvidable que nos regaló. Es la evidencia de que, en el arte, los obstáculos no son barreras, sino impulsos que pueden elevar la creatividad hasta la excelencia.

RUSH: COUNTERPARTS (1993)

Desde sus inicios, Rush fue una banda de exploradores sónicos, ingenieros del sonido que transformaban la complejidad en arte. Pero en Counterparts,  por primera vez, la banda baja la guardia de su maquinaria progresiva y deja que el corazón tome el control. Este álbum no es solo un ajuste de rumbo; es una conversación entre opuestos, un equilibrio entre lo mecánico y lo visceral, lo analítico y lo pasional.

El álbum palpita con una urgencia cruda que pocas veces había estado tan presente en Rush. "Animate" y "Stick it out" golpean con riffs pesados, casi grunge, pero no se quedan en la furia juvenil; la madurez de la banda los convierte en declaraciones de evolución personal. En cada compás, la precisión matemática de Neil Peart en la batería no sofoca la emoción, sino que la guía, como si cada golpe fuera un latido que recuerda a los oyentes que, más allá de la técnica, hay vida en cada nota.

Pero es en temas como "Nobody’s hero" y "Cold fire" donde el álbum deja de ser solo un conjunto de canciones y se convierte en un espejo emocional. La lírica, siempre profunda, aquí se siente más cercana, más urgente. Rush ya no narra historias de mundos distantes o epopeyas futuristas; en Counterparts, la banda enfrenta la realidad con una honestidad que atraviesa la piel. La producción robusta y la calidez de las cuerdas de Geddy Lee hacen que cada tema sea una confesión entre amigos, un recordatorio de que, en el fondo, todos buscamos conexión.

La genialidad de Counterparts radica en que su título no es solo un juego de palabras, sino su esencia misma. Es un álbum de contrastes: peso y sutileza, razón y emoción, estructura y espontaneidad. Es Rush encontrando el equilibrio entre su legado y su humanidad, entre la perfección técnica y el caos hermoso de ser simplemente humanos. Y en ese punto medio, logran algo raro: que la música no solo se escuche, sino que se sienta en lo más profundo.

viernes, febrero 07, 2025

OZRIC TENTACLES: SPIRALS IN HYPERSPACE (2004)

Ozric Tentacles nos regala en Spirals in Hyperspace una cápsula del tiempo musical que evoca los días dorados de la experimentación psicodélica británica. Este álbum, grabado en Reino Unido, se distingue por su fusión única de rock espacial, electrónica y ambient, uniendo la destreza de Ed Wynne en guitarra, teclados y programación con una propuesta sonora arriesgada y profundamente emotiva. La banda, siempre en constante evolución, recoge influencias del rock progresivo y la contracultura de los 70 y 80, trasladándolas a un contexto moderno y fresco, pero sin perder ese aire nostálgico que invita a recordar y redescubrir el pasado.

Cada pista de este álbum se despliega como un viaje a universos paralelos: desde el energético inicio de "Chewier", pasando por la envolvente "Spirals in hyperspace", hasta llegar a la casi meditativa "Psychic chasm" y la enigmática conclusión "Zoemetra". Con casi una hora de recorrido, la estructura del disco permite que cada tema se desarrolle de forma orgánica, fusionando texturas y ritmos que invitan a la meditación. La colaboración de músicos invitados, como Steve Hillage y Miquette Giraudy en el tema "Akasha", aporta una capa extra de autenticidad y conecta el legado del rock progresivo con la visión futurista y experimental de Ozric Tentacles.

Escuchar Spirals in Hyperspace es abrir un portal a esos momentos en que la música era un refugio de libertad y creatividad sin límites. La trayectoria de Ozric Tentacles, marcada por una incesante búsqueda de nuevos horizontes sonoros, se plasma en este trabajo que, a la vez, rinde homenaje a sus raíces y vislumbra caminos inexplorados. Con un estilo claro y directo, y un toque profundamente nostálgico, este álbum no solo invita a revivir recuerdos, sino también a soñar con futuros posibles, manteniendo viva la esencia de la exploración musical en cada nota.

AFFINITY (1970)

Si Affinity fuera una película, sería una de esas obras maestras olvidadas, una cinta de celuloide perdida en un archivo polvoriento, esperando a que alguien la descubriera. Este álbum no sólo es un testimonio del jazz-rock progresivo de su tiempo, sino la banda sonora de un futuro alternativo, un mundo que pudo haber sido y nunca fue. Cada nota, cada giro melódico, suena como un mensaje dejado en una botella por músicos que parecían adelantados a su propia disolución, como si supieran que su historia quedaría suspendida en el tiempo, inconclusa.

El Hammond de Lynton Naiff no es solo un instrumento, es una máquina del tiempo que nos transporta a un universo paralelo donde el rock y el jazz conviven sin fronteras. La voz de Linda Hoyle no canta, premoniza. En “Night flight”, su interpretación parece advertirnos de algo que nunca entenderemos del todo. La música de Affinity no busca la perfección, sino la inmortalidad, y lo hace con una mezcla de virtuosismo técnico y vulnerabilidad emocional que pocas bandas han logrado amalgamar en un solo álbum.

El mayor misterio de Affinity no es su música, sino su silencio posterior. ¿Qué hubiera pasado si hubieran seguido? ¿Habrían sido recordados junto a Julie Driscoll, Brian Auger & The Trinity, Colosseum, Soft Machine o Caravan? O quizás su grandeza reside precisamente en haber dejado una única declaración, en haber sido una estrella fugaz en vez de un sol permanente. Hay discos que son puertas abiertas y otros que son finales abruptos; este es ambos a la vez.

Escuchar Affinity es como recibir una carta de alguien que desapareció sin dejar rastro. Un testamento de lo que pudo haber sido, de un sonido que tenía más preguntas que respuestas. Y sin embargo, al terminar la última nota, la sensación no es de pérdida, sino de gratitud: porque hubo un instante en el que existieron, y en ese instante, lo dijeron todo.

jueves, febrero 06, 2025

SECRET OYSTER (1973)

El álbum debut de Secret Oyster, lanzado en 1973, representa el nacimiento de una supergrupo danés que reunió a destacados músicos provenientes de bandas emblemáticas como Burnin’ Red Ivanhoe, Coronarias Dans y Hurdy Gurdy. Fundado en 1972 y posteriormente conocido internacionalmente bajo el título Furtive Pearl, este primer trabajo surge en un momento de efervescencia creativa en la escena musical danesa, cuando la necesidad de explorar nuevos horizontes sonoros llevaba a músicos experimentados a fusionar sus influencias en un proyecto innovador. La elección del nombre, derivado del título de la pista “Secret Oyster Service del álbum debut de Burnin’ Red Ivanhoe, marca el comienzo de una aventura musical que, desde sus orígenes, apuesta por romper los moldes preestablecidos.

Musicalmente, el disco se adentra en un universo de jazz-rock y fusión que puede recordar a obras paradigmáticas de Mahavishnu Orchestra, Herbie Hancock o Miles Davis en la era de Bitches Brew. Cada tema transcurre como un viaje improvisado: desde la intensidad y velocidad de “Dampexpressen” hasta la dinámica dualidad de “Fire & water”, pasando por la experimentalidad de “Vive la quelle?” y la intrincada composición de “Public oyster”, que se despliega en casi once minutos de una atmósfera envolvente. La destreza de Claus Bøhling en la guitarra, la sorprendente incursión de Kenneth Knudsen al mando del piano eléctrico, un instrumento con el que apenas se iniciaba, y la proeza de Karsten Vogel en los saxofones y órgano, crean un entramado sonoro complejo y sugerente, en el que cada músico deja una huella imborrable. La pieza de cierre “Ova-X” cierra el álbum con una nota experimental, reflejo de un grupo que se atrevía a explorar sin miedo los límites del género.

Para mí, este debut no es solo una compilación de instrumentales virtuosos, sino un testimonio vivo de la pasión y la audacia creativa que definieron a una generación de músicos. La crudeza y el espíritu experimental de Secret Oyster logran transportarme a un tiempo en el que la música se sentía como una declaración de libertad, una invitación a desafiar lo convencional. Al sumergirme en sus paisajes sonoros, siento que cada nota vibra con el eco de una época irrepetible, recordándome que, a veces, lo más auténtico surge de la fusión de influencias y de la valentía de explorar lo desconocido.

ERIC WOOLFSON: GAUDI (1995)

Gaudi es un álbum conceptual lanzado en 1995 por Eric Woolfson, el compositor y productor con un destacado historial en The Alan Parsons Project, como todos a estas alturas sabemos. Este disco es la banda sonora de un musical que se sumerge en los dilemas de un escritor atrapado entre la integridad artística, el éxito comercial y los enredos de la vida familiar, todo ello en el inspirador marco de la arquitectura de Antoni Gaudí. Con pistas que exploran desde el pop progresivo hasta matices teatrales, el álbum invita a sumergirse en una narrativa que combina la fantasía visual con la cruda realidad de las pasiones humanas.

Es fundamental resaltar que, pese a compartir nombre y ciertos elementos temáticos, este proyecto no tiene nada que ver con el álbum anterior de temática similar del grupo Alan Parsons Project que se publicó en 1987. Woolfson se distancia de aquella obra al concebir Gaudi como una propuesta escénica y musical diferente, adaptada para el teatro, lo que implica arreglos, interpretaciones y, en ocasiones, modificaciones absolutas en letras y composiciones. Esta separación de conceptos puede resultar desconcertante para algunos seguidores, ya que quienes esperaban el sonido característico de la colaboración con Alan Parsons podrían sentirse defraudados por la marcada transformación hacia una experiencia teatral única.

La trayectoria en solitario de Eric Woolfson es tan variada como rica en influencias. Tras cosechar éxitos y reconocimiento en el mundo del rock progresivo, Woolfson se aventuró en la creación de obras musicales escénicas, explorando nuevas formas de narrar a través de la música. En Gaudi se perciben influencias de la estética modernista y del ambiente español, evidentes tanto en la ambientación como en la estructura del musical. Con la participación de destacados vocalistas y la impecable dirección orquestal de Gavin Greenaway, el álbum se erige como una declaración personal y audaz, que refleja el compromiso del artista por experimentar y trascender los límites tradicionales del género musical.