Aunque Bob Ezrin utiliza
expresiones como “mágico”, “alumbrador” o “alteración de la vida" para
describir sus tres trabajos como productor con Pink Floyd, trabajar con Roger
Waters para The Wall fue siempre descrito como un reto: “Fue duro. Había muchos
conflictos. Pero esa tensión producía un material mucho más bueno. Había mucho
trabajo al margen de la composición de The Wall, pero cada vez se hacía mejor y mejor y
mejor.”
Tras un álbum más con Waters, The
Final Cut (1983), Pink Floyd renacieron sin el bajista para dar a luz el proyecto
A Momentary Lapse of Reason (1987), con Gilmour al frente de casi todo y con
Ezrin de coproductor. La diferencia, en sus palabras, era doble: “Roger es una
fuerza de la naturaleza y un hombre a tener en cuenta. Transmite mucha energía
y eso le convierte en algo poderoso y terrible. No tenerlo allí, por otra parte, hizo que
las cosas fueran menos tensas, pero se perdió el genio, la chispa. Esa chispa
que fluía entre Waters, Gilmour y yo mismo. En algún lugar dentro de mi corazón
siempre deseé que hicieran las paces, desenterraran el hacha de guerra, volvieran
a juntarse y que pudiéramos volver a hacer cosas juntos.”
Tras la muerte de Richard Wright
en 2008, tras una reunión en el Live8, que suscitó toda clase de hipótesis, “toda
posibilidad desapareció.”
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