DAYS BETWEEN STATIONS: IN EXTREMIS (2013, DAYS BETWEEN
STATIONS)
1.
No cause for alarm (Overture)
2.
In utero
3.
Visionary
4.
Blackfoot
5.
The man who died two times
6.
Waltz in D minor
7.
Eggshell man
8.
In extremis
Oscar Fuentes: piano, órgano Hammond, sintetizadores,
percusión electrónica
Sepand Samzadeh: guitarra principal, guitarra rítmica,
texturas
Músicos colaboradores:
Peter Banks: guitarras eléctricas, texturas
Tony Levin: bajo
Jeffrey Samzadeh: voces
Billy Sherwood: voz, batería
Barbershop Quartet
Chris Tedesco: solos de trompeta
Angel City Orchestra
5/5
Tras varios, muchos, años de
espera el dúo norteamericano hace un par de meses publicó su segunda entrega
con un resultado más que satisfactorio. La evolución de este segundo, pese a
que su primer esfuerzo homónimo de 2007, hace cinco años, conllevaba una calidad
fuera de lo común, tiene como resultado un trabajo mucho más coherente y más
profesional, quizá debido a la coproducción junto a Billy Sherwood, un
mercenario del rock progresivo de reputada trayectoria.
Y es que en esta nueva grabación, el
dúo, que se ha rodeado de un enorme elenco de músicos progresivos y de cámara,
eleva la denominación de rock progresivo a su más alta instancia puesto que nos
enfrentamos a un trabajo de una enorme envergadura, y no me refiero a la
duración del disco, ni tan siquiera a las enormes suites que sustentan esta
magnífica obra de arte, sino a una grandísima calidad reflejada en temas de
absoluta belleza creativa y emocional, en la que se absorbe toda la imaginería
posible de la música de calidad, desde el rock sinfónico pasando por el
bucólico hasta llegar a desarrollos espectaculares de rock ambiental con aires
cinematográficos que convierten a este trabajo en uno de los puntales del
tantas veces denostado Art Rock. Un rock capaz de aunar emociones progresivas y
folclóricas para irse tamizando en bellos y largos desarrollos con la intención
de atrapar al oyente inteligente desde el primer momento de su escucha (aunque
yo recomiendo que se escuche cuanto más mejor) subyugándolo con ejercicios de
música clásica, en el sentido literal de la palabra, junto a esfuerzos de
auténtico rock sinfónico, aderezados con trasfondos melódicos melancólicos y oscuros, no
exentos de poderosísimas secciones emotivas, alegres y eléctricas, para derivar
en una sensación explícita de un trabajo hecho desde el corazón.
Temas muchos y variados,
excelentes ejercicios de factura cinematográfica que sirven de excusa para
solventarse con enormes desarrollos de auténtico rock progresivo sustentados en
inteligentes desarrollos a las guitarras eléctricas, qué grandísima labor de
Sepand y Peter, pero con sintetizadores tocados con desbocada maestría por
Oscar, con la ayuda de mellotrones para dar una mayor profundidad a la música
de Days Between Stations, que se ven reforzados por la ayuda de un Rick Wakeman
de espíritu totalmente setentero.
De entre los ilustres invitados
me quedo con el tristemente desaparecido fundador de Yes, Peter Banks, en una
de sus ultimísimas intervenciones en estudio, que nos da una lección de
versatilidad técnica y emotiva, y al que el grupo, aún sin haber terminado su
producción, dedicó el emotivo vals de corte clasicista centroeuropea. Colin
Moulding canta con gran sentimiento, como no podía ser de otra manera, y
también el últimamente imprescindible Sherwood, al que, sin embargo, le acuso
de haber tocado, y producido en estudio, una batería demasiado hueca y poco
resolutiva. Es más creo que alguno de los muchos momentos de este grandísimo
trabajo sobra tanta percusión.
Tony Levin es un efectivo y
efectista músico de bajo, en cualquiera de sus formatos, y sabe crear como
nadie unas texturas tímbricas excepcionales. Creo que su implicación con la
música del dúo norteamericano va más allá de esta colaboración y sería
agradable contar con él como parte integrante de la formación, escuchado su
trabajo en este In Extremis. La sorpresa, agradable, ha sido la colaboración de
Rick Wakeman, que ha sabido crear en la suite “Eggshell man” ese sabor que
antes denominaba bucólico, casi pastoral y folclórico, para desmelenarse con el
uso de un mini Moog in crescendo, que ha trasmutado la música de Days Between
Stations del XXI a la década gloriosa de los setenta del pasado siglo.
En definitiva, un exquisito
trabajo, lleno de emoción, textura, calidad y, por encima de todo, música. Una
música progresiva que sólo Days Between Stations sabe hacer. Una música de unos
artesanos que saben mimar el trabajo bien hecho y por eso la distancia entre
los discos publicados es tanta. Una música que será leyenda, un culto al alcance de
pocos elegidos. Una música sin fronteras, una experiencia inolvidable… una
memoria eterna.