martes, enero 19, 2016

RIVENDEL: DHD



RIVENDEL: DHD (2015, LEDNEVIR RECORDS)

Temas:
  1. Dicebamus hesterna die 20:45
  2. Cows on a prairie whilst dark clouds slowly thicken 12:00
  3. (Die maschinen von) Metropolis 10:52
Formación:
Josemari Aguirrezabala: bajo
Oscar Belio: teclados
Toño Cruz: guitarras

10/10

Uno de los grupos de señera calidad de este país, y que más de alguno creía desaparecido, regresa después de casi 20 años para publicar un nuevo trabajo que no es sino un trallazo, de los últimos del año pasado y de los primeros de este 2016, que muestra a un grupo en total estado de gracia.
Los de San Sebastián, que antes de publicar nada ya habían conseguido incluir uno de sus temas en aquellos recopilatorios de culto denominados Exposure, que no eran sino una serie de álbumes que nacían bajo la iniciativa de Ronnie Larkins (de la revista Exposure) y un jovencísimo e inquieto Steven Wilson, que repasaba la escena progresiva europea del momento y en cuya tercera edición, Exposure 88, aparecieron estos guipuzcoanos creativos con su primera grabación oficial, “Jardín secreto”, compartiendo plástico con los también españoles Harnakis y con grupos de posterior y exitosa y dispar, a veces breve, carrera discográfica como Barrock, Isildurs Bane, Asgard u Odyssice.
Tras aquello vendría el primer vinilo del grupo, el excepcional Manifesto de 1991, un álbum siempre buscado por los coleccionistas más exquisitos, y el contrato con Musea para la publicación de un magnífico producto de lo que entonces se denominaba neoprogresivo de envidiable calidad como fue The Meaning (1996), todo un reto en la España de aquel momento que, gracias a pocos grupos pioneros, se puso una pica en Flandes para decirle a el mundo que el progresivo español, y su escena musical más cuidada y deudora del Arte, existía y gozaba de una gran calidad.
En la actualidad, desprovistos de ataduras que los liguen a una u otra corriente progresiva, y reducidos a formato de trío, Rivendel, publican un álbum, para mí, revolucionario que provoca que su música se encumbre a lo más alto del género progresivo y de vanguardia de todo el orbe. Y digo que es revolucionario porque Rivendel se despojan de artificios y van al fondo de la cuestión musical sin importar si su música encajará en los medios, cosa que no les preocupa lo más mínimo, pues su objetivo es disfrutar y hacer gozar al oyente con unas propuestas que alimentan su mente y su espíritu.
Ya no hay melodías de aprendiz avanzado, sino Música, Música, con mayúsculas, en estado puro y que recorren territorios sagrados desarrollados por el rock progresivo a lo largo de sus décadas de existencia. De este modo, podemos observar, más bien escuchar, una meritoria y completa rendición hacia la vanguardia progresiva más ecléctica, pero también hacia los espacios sonoros llenos de esencias densas y trabajadas por las que fluye la nueva música del grupo. Una nueva música de extenso desarrollo temporal que rinde homenaje al más moderno, por contemporáneo, progresivo de factura vikinga con estructuras dominadas por teclados profundos y paisajes llenos de mellotrón, en los que las insinuadas percusiones al bajo, orquestales, marcan un ritmo hipnótico aderezado por incansables, sinuosas, y detallistas guitarras. Enormes espacios catedralicios de culto progresivo que narran experiencias casi de lo arcano, llenas de un sentido y sentimiento romántico casi desesperado, elevando las composiciones a grados de inusitada y sobrecogedora belleza. Anekdoten o Anglagard acuden a mi cabeza.
Pero no sólo sonidos de ambientes brumosos se recrean en las composiciones de este DHD, sino auténticos ejercicios de investigación y experimentación, con resultados, sinfónicos y matices psicodélicos que nos recuerdan la época dorada y fructífera de Pink Floyd. Desarrollos llenos, también, de emoción con algún que otro tributo al krautrock o la escuela electrónica berlinesa de los setenta, incluyendo detalles que recuerdan a, por ejemplo, Tangerine Dream, plenos de luz y de inspiración.
Paisajes sonoros en un lienzo musical hermoso, alejado de convencionalismos y fabricado desde el sentimiento, también con mucha técnica, pero con imaginación y amor por lo que se hace. Estamos ante un trabajo cuidadísimo que está llamado a convertirse en uno de los puntales clásicos no sólo de nuestro país, ni de Europa, sino del Mundo progresivo entero.
Una obra de arte, con sabor distinto a aquellas maravillas que el grupo publicó en la década de los noventa, enaltecido de miras y soberbio de ejecución. Obra maestra imperecedera que merece por entidad propia situarse en lo más alto del Olimpo de la música que alimenta la mente, sosiega la espíritu y cultiva el genio.
Inspiradora, subyugante, corpulenta, vasta de miras, magnífica… así es la nueva obra de Rivendel, que pide a gritos una continuidad musical menos dilatada en el tiempo.
Recomendada a ciegas.

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