martes, julio 29, 2025

BAULUNA: MARESÍA (2025)

Desde las primeras notas de Maresía, uno siente que Bauluna no ha grabado un disco, sino que ha abierto una ventana a otro mundo. Un mundo salado, brillante y ondulante, donde la música no se compone: se encuentra, se escucha en las piedras y en el vaivén del agua. Este no es un álbum encerrado entre paredes de estudio, sino algo que parece haber sido tejido al borde del mar, entre espuma y viento. Eric Baulenas, discreto y preciso, se hace cargo de todos los instrumentos con una delicadeza tan íntima que por momentos uno se siente invitado a una conversación con la naturaleza misma. Hay algo en Maresía que no se puede explicar del todo… pero que se entiende profundamente, como una emoción latente que regresa para conmovernos.

Bauluna no es un recién llegado. Su travesía sonora, nacida en sus orígenes como dúo, comenzó con Healand en 2013, siguió explorando con Lunacy (2014) y en Aligned (2019) ya asomaban esos paisajes emotivos plenos de un krautrock de textura progresiva. Pero aquí, en Maresía, hay algo que ha cambiado. Eric parece haber encontrado el cauce justo de su río sonoro: más pausado, más sabio, más orgánico. Cada tema es un microcosmos que respira con su propio ritmo, con una narrativa sin palabras que nos habla de evolución, de silencio, de agua. Es un disco que no se impone, pero que cala hondo, como una lluvia lenta que, sin darnos cuenta, empapa el alma entera.

Hay algo profundamente humano en esta obra que se inspira en mundos de agua, los que existieron, los que existen y los que imaginamos. Es una música que fluye con naturalidad desde la quietud más serena hasta esos momentos donde los teclados se alzan como olas majestuosas, y las guitarras se estiran como luces que se funden con un horizonte salpicado por reflejos de sol vital. Es progresivo, sí, pero no en el sentido técnico o virtuoso abrumador, sino en ese otro modo más honesto y emotivo: el que va hacia adelante porque tiene algo que contar, algo que mostrar del mundo y de uno mismo. En ocasiones evoca a Popol Vuh, a un primer Deuter, a los Tangerine Dream más contemplativos que sabían explorar mundos desde el suelo. Pero siempre suena a sí mismo.

Maresía, como el viento que lleva la sal a la piel, nos toca sin hacernos daño. Es un álbum que hay que escuchar sin prisas, quizá en la orilla de algún mar real o imaginario, con la luna mirándonos. Es música que no necesita levantar la voz porque tiene belleza de sobra. Es un susurro que se convierte en abrazo. Bauluna nos regala algo maravilloso: un disco de una belleza talásica, profunda y salina, como una corriente submarina que arrastra paisajes emocionales sumergidos. Una obra que reafirma el poder de lo atmosférico, lo líquido y lo contemplativo con una música siempre lista para abrazar las corrientes más profundas.

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