He perdido la cuenta de las veces que he escuchado, comprado y regalado este disco desde que apareció. El segundo y último trabajo de Imán, Califato Independiente, Camino del Águila (1980), sigue siendo para mí uno de esos álbumes que se viven más que se escuchan. Aquí la banda alcanza su cima creativa, con un sonido donde la precisión técnica se funde con una libertad casi espiritual. Desde la épica apertura de “La marcha de los enanitos”, con el bajo y la percusión de Urbano Moraes y Kiko Guerrero sosteniendo una base rítmica de pura alquimia, hasta “Maluquinha”, donde la percusión de Rubén Dantas y los toques brasileños abren el disco hacia nuevas coordenadas, todo suena orgánico, fluido, lleno de vida. Marcos Mantero dibuja atmósferas con sus teclados que dialogan con la guitarra de doce cuerdas y la actitud serena de Manuel Rodríguez, creando pasajes que parecen suspendidos entre lo místico y lo terrenal. “Camino del Águila”, la pieza central, es un viaje de catorce minutos donde confluyen la raíz andaluza, la improvisación jazzística y la introspección progresiva con una naturalidad que pocas veces se ha igualado en nuestro rock. Y en “Niños”, con los coros de Deirdre Fallon y la producción cuidadísima del propio grupo junto a Pepe Loeches, el álbum se despide con una ternura que desarma, como si el vuelo del águila se posara finalmente sobre la memoria. Cada detalle, desde el diseño de portada hasta la calidez del sonido, refleja a una banda que supo conjugar alma y oficio sin artificios. Escucharlo hoy es reencontrarse con una época en la que la música nacía de la pasión y del deseo de explorar sin miedo, y por eso —más allá de modas o etiquetas— Camino del Águila sigue siendo una obra viva, luminosa y necesaria.
sábado, octubre 25, 2025
IMÁN, CALIFATO INDEPENDIENTE: CAMINO DEL ÁGUILA (1980)
jueves, octubre 02, 2025
GIRON: WANDERING IN THE DESERT (2025)
Desde los primeros sonidos de “Here comes the storm” uno siente que va a emprender una travesía. Y eso, justamente, es lo que Tomás Fernández Girón propone: un descenso de su nave por dunas sonoras, paisajes minerales bajo cielos inmensos, con un pie firme en la vieja escuela de Berlín de los 70 y otro en un ambient contemporáneo lleno de audacia. No es un álbum de sonidos melancólicos en el sentido empalagoso, sino de atmósferas que respiran, en un punto intermedio entre la contemplación y el abandono espiritual, que abrazan suave y luego se dilatan hasta tomar cuerpo en un ejercicio de contención y expansión al mismo tiempo.
La magia de esta obra está en los contrastes: “Walking between dunes”, acumulativo y envolvente con sus más de ocho minutos, nos mece con texturas flotantes y murmullos sintéticos, mientras que “Wind also rusts”, sí, apenas 2 minutos, recuerda que el silencio también puede oxidarse con belleza. “With our pilot” es un momento de vuelo tranquilo pero firme, y “Trip to the market” sorprende por su duración generosa, más de 12 minutos, que no se siente excesivamente prolongada porque Giron sabe cuándo retroceder, cuándo dejar respirar el sonido, cuándo entrar con una nota etérea que atraviesa todo. “The old rusty temple” cierra con reverencia y pequeñas fisuras: no pretende darte respuestas, sino hacerte sentir que aún hay santuarios enigmáticos por descubrir.
Este disco no caerá (por fortuna) en esa trampa de «música de fondo para meditar». Sí, puede servir para eso, pero su ambición va más allá: hay voluntad de contar algo, aunque abstracto, de dejar heridas pequeñas, remolinos interiores. Y en cada pasaje se advierte un cuidadoso dominio del equipo: los sintetizadores analógicos, el Eurorack, las secuencias, los ecos... Esos detalles técnicos no son exhibicionismo; son pinceles con los que se dibuja un paisaje que transmite la cohesión del relato.
Al cerrarse Wandering in the Desert, me quedo con la certeza de que Giron ha conseguido un disco honesto y profundo. No es perfecto, ¿qué disco lo es?, pero tiene corazón, perspectiva y un sentido del riesgo discreto. Lo que logra Giron, con paciencia casi ritual, es inducirnos en un trance sonoro donde los detalles se perciben como necesarios. Si este álbum sirve para que tomemos el sendero (aunque imaginario) del desierto con los oídos atentos y la piel sensible y nos suspenda en el tiempo, entonces ha cumplido su cometido. En mi opinión, nos enfrentamos a una joya (modesta pero feroz) que invita a regresar, a escuchar despacio, a perderse con un deje de esperanza dentro de un viaje sonoro que no se olvida fácilmente.
Escúchalo y cómpralo aquí.

