sábado, octubre 25, 2025

IMÁN, CALIFATO INDEPENDIENTE: CAMINO DEL ÁGUILA (1980)

He perdido la cuenta de las veces que he escuchado, comprado y regalado este disco desde que apareció. El segundo y último trabajo de Imán, Califato Independiente, Camino del Águila (1980), sigue siendo para mí uno de esos álbumes que se viven más que se escuchan. Aquí la banda alcanza su cima creativa, con un sonido donde la precisión técnica se funde con una libertad casi espiritual. Desde la épica apertura de “La marcha de los enanitos”, con el bajo y la percusión de Urbano Moraes y Kiko Guerrero sosteniendo una base rítmica de pura alquimia, hasta “Maluquinha”, donde la percusión de Rubén Dantas y los toques brasileños abren el disco hacia nuevas coordenadas, todo suena orgánico, fluido, lleno de vida. Marcos Mantero dibuja atmósferas con sus teclados que dialogan con la guitarra de doce cuerdas y la actitud serena de Manuel Rodríguez, creando pasajes que parecen suspendidos entre lo místico y lo terrenal. “Camino del Águila”, la pieza central, es un viaje de catorce minutos donde confluyen la raíz andaluza, la improvisación jazzística y la introspección progresiva con una naturalidad que pocas veces se ha igualado en nuestro rock. Y en “Niños”, con los coros de Deirdre Fallon y la producción cuidadísima del propio grupo junto a Pepe Loeches, el álbum se despide con una ternura que desarma, como si el vuelo del águila se posara finalmente sobre la memoria. Cada detalle, desde el diseño de portada hasta la calidez del sonido, refleja a una banda que supo conjugar alma y oficio sin artificios. Escucharlo hoy es reencontrarse con una época en la que la música nacía de la pasión y del deseo de explorar sin miedo, y por eso —más allá de modas o etiquetas— Camino del Águila sigue siendo una obra viva, luminosa y necesaria.

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