El pasado sábado 27 del mes
mediante, se cumplía el sueño de muchas personas implicadas en un proyecto
nacido de la fe y el entusiasmo al que uno se arroja de cabeza por auténtico
amor al Arte. Y el caso es que el plantel que configura la directiva de
Sonicarte, adorable en cada una de las personas que lo representa, se lanzó a
una piscina, pero no a ciegas, sino sabiendo que había agua. Que había agua en
una piscina todavía a medio llenar, pero que de buen seguro verá, siguiendo con
el símil, piscinas llenas de agua, alegría, esfuerzo y sobre todo, y por encima
de cualquier tema, constancia y amor. Amor profundo puesto al servicio de los
demás sólo por el hecho de trasmitir esperanza en un mundo material en el que
todo se basa en el dinero.
Si bien es cierto que el dinero
es esencial en esta serie de acontecimientos, y si no que se lo digan a los
festivales habidos, por haber y aquellos que han desparecido, no lo es menos
ese punto de locura de quien no da nada por perdido y recurre a un proyecto
adorado en lo personal pero que se desea, con ansias, mostrar a un mundo
escéptico que todavía piensa que haya gente que se embarque, en pleno siglo
XXI, en aventuras tan altruistas como la de establecer, con pensamiento puesto
en un futuro esperanzador, visto lo ayer visto, un festival nada más y nada
menos que de Art Rock. Rock con mayúsculas, rock que enaltece la música como
disciplina docente y trasmisora y que pretende, sin más, la sublimación de la
belleza por la generación de sonidos inteligentes, de sonidos contemporáneos
como esta asociación, Sonicarte, divulga: o lo que es lo mismo, Sonidos
Contemporáneos Art Rock de Teruel. Con dos bemoles.
Y qué mejor, tras una
presentación a los medios radiofónicos y escritos hace dos semanas, que la
culminación del proyecto en un primer encuentro entre músicos del género y de
un público ávido de aventura. El acontecimiento empezó recién entrada la mañana
del sábado con el montaje del escenario en el cine Maravillas de la capital
turolense, donde se dieron cita tanto técnicos como miembros de la asociación
para, con sus conocimientos y su grandísima voluntad, empezar la construcción
de un espacio de sonido donde dos bandas, por la tarde (y para no coincidir con
otros eventos programados en la localidad), Kai Mars y Eric Baule, se
entregarían en cuerpo y alma a un público rendido ante los logros de Sonicarte:
la concreción de un
Festival permanente de rock progresivo que tendrá, como
poco, dos ediciones anuales, así como una serie de actividades paralelas en
relación a este género progresivo que tanto aman, que tanto amamos.
Y así, tras la prueba de sonido,
una vez terminada el profesional montaje de los técnicos de sonido, reunión de
los asistentes eméritos. el equipo al completo, o casi de Subterránea; un
servidor y Javier, el fotógrafo, desde Zaragoza; y toda la directiva disponible
de Sonicarte, con Pablo Justo al frente, acompañado de Emilio, Hendrix o
Alberto; y, cómo no, los músicos, nos reunimos en una
comida de fraternidad en
el local La Vendimia
de Teruel donde departimos y hablamos a nuestras anchas. Antes, reunión en la
librería Cervantes para la presentación de la segunda parte de la trilogía
Taimat, La Lucha,
escrita por uno de los fundadores de Subterránea, David Pintos.
Y así nos presentamos en el cine
Maravillas a las seis de la tarde, para asistir a la primera nota que daría un
grupo para inaugurar este Primer Encuentro Sonicarte, este primer festival de
rock progresivo auspiciado por la asociación de Teruel, y cuyo honor recaería
en los setabenses Kai Mars. Los de Xàtiva hicieron un concierto contundente y
convincente, desgranando todo su primer EP que pide a gritos ya una continuación,
que los propios integrantes me comentaron estaban ya esbozando como un EP de
continuación.
La música de Kai Mars se mostró
contundente y fue expuesta con la pasión que caracteriza a estos maestros del
stoner progresivo con una Ana, su cantante, ejerciendo como maravillosa
hechicera hipnótica, una maestra de ceremonias perfecta que desgrana y
teatraliza todos los exquisitos temas de la banda, que se muestra más
convincente en directo que en estudio, que ya es decir. Àngel, guitarra, y Sehbastiàn,
bajo, marcan un ritmo desenfrenado y complejo que sirve para el lucimiento
personal de Javi, su enérgico y fluido batería, mientras exponen, como si de un
corazón se tratase, un ritmo y un pulso vital en el que Ana Mars se desenvuelve
como pez en el agua.
El grupo resolvió todo su álbum
de debut en un maravilloso concierto, que tras una breve pausa, serviría de
introducción al evento importante de la velada: Eric Baule. El bueno de Eric,
viejo conocido mío y viejo conocido de la escena progresiva que proviene desde Barcelona,
bien sea como parte de Moonloop, Bauluna o los propios Eric Baule, presentó un
directo exclusivo y contundente en el que resolvió con maestría todo su álbum
de debut junto a una no menos solvente banda formada por un increíble Dani Soto,
bajo, un exquisito baquetista llamado Eric Rovira y una bestia parda llamada
Alex Calero (Monsterholic) que le daba a los teclados con una convicción propia
de una estrella consagrada y ejercía de segunda voz con soltura, no menos
considerable, y que también se glorificó en un momento del concierto con su
guitarra a dúo con el mismo Baulenas, voz e impresionante guitarra.
Fue, en realidad y sin
menospreciar a nadie, la estrella de la noche con un ejercicio sabio en el que
recorre su álbum de debut y que, tras superar algunos contratiempos técnicos,
supo resolver con soltura, convicción y gran corazón y fe puesta en lo que
hace. Sin duda, unos músicos honrados que hacen lo que quieren con sus
instrumentos y saben manejar los tiempos, los conceptos y la audiencia, que se
entregó al grupo desde el principio. Un concierto inolvidable y que marca un
punto clave en el progresivo español y que todos deseamos siga trabajando para
que haya continuación, que la habrá. Para mí, Eric Baule, junto a Atavismo de
Algeciras, son las dos mejores propuestas dentro de las corrientes progresivas
coetáneas de nuestro país.
Tras el concierto y desmontaje de
aparataje e instrumentos, cena con los músicos y los hermanos de la sociedad
Sonicarte, los mismos que comimos, y fiesta en el Ruta 66 de la capital del
torico con buena música, buena compañía y mejor ambiente solidario. Un ambiente
que respiraba gozoso tras los nervios iniciales de quien programa un evento por
vez primera y que salió redondo. Un ambiente relajado y de auténtica hermandad
en el que se adivina que su presidente Rafa Casanova y el resto de los
Sonicarte antes citados esperan que se repita. Y de hecho se repetirá porque
voluntad no falta, ni fe, ni optimismo, ni ganas de enfrentarse a nuevos retos,
lo que favorcerá el género progresivo desde la capital que, definitivamente, y
no porque lo diga yo, sí, insisto, sí existe.
Sonicarte fue la prueba palpable
de ello. Y la hermandad seguirá creciendo. Yo, desde mi humilde lugar, ayudaré
con todas mis fuerzas a que así sea. Queda dicho. Larga vida a Sonicarte.
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