sábado, noviembre 29, 2025

ECHOLYN: AS THE WORLD (1994)

As The World es Echolyn disparando en todas direcciones pero sin perder el norte: un álbum donde se nota el poso de Gentle Giant en los contrapuntos vocales y los giros rítmicos, cierto refinamiento melódico que recuerda a Yes, algún deje jazzy que podría venir de Steely Dan y un empuje guitarrero más cercano al prog americano de los 90. Todo está mezclado con una precisión envidiable: voces que se cruzan con intención, guitarras que alternan limpieza y filo, teclados que aportan color sin barroquizarse, y una base rítmica que sostiene los cambios sin despeinarse.

Es un disco denso, lleno de ideas, casi un rompecabezas que se va desplegando según avanzan los temas, pero muy humano: tiene pasajes melancólicos, momentos de pura energía y un tramo final, con “Never the same”, que se siente como un cierre emocional de categoría.

La producción es limpia, detallista, muy de esa segunda oleada prog noventera que buscaba equilibrar virtuosismo y calidez. Y entre todo ese despliegue, lo asombroso es la coherencia: Echolyn absorbe influencias sin sonar derivativo, construye un álbum ambicioso sin caer en el exceso gratuito y firma uno de esos trabajos que, con varias escuchas, acaban revelando la dimensión real que tienen.

domingo, noviembre 23, 2025

EARTH OPERA (1968)


Earth Opera es de esos discos que han pasado de puntillas, pero que esconden mucho jugo: un pop de finales de los 60 con claro sabor Beatles, tensión barroca y un aire proto progresivo que apuntaba maneras. Rowan a la guitarra y Grisman con mandolina y mandocello levantan un paisaje donde el folk, la psicodelia y algún guiño a la música india conviven sin chocarse. Todo encaja con más naturalidad de la que parece sobre el papel. El tono general tiene ese punto melancólico tan de la época, pero también sabe moverse entre pasajes más vivos y melodías psych muy introspectivas, con momentos que flotan y otros que aprietan lo emotivo. La producción es fina, llena de detalles — harpsicordio, órgano, vibráfono de la mano de Bill Stevenson— que dan ese toque ornamental sin convertirlo en un artefacto recargado.

Es una obra ambiciosa, elegante y sorprendentemente coherente para la mezcla de estilos que maneja, de esas que merece la pena rescatar porque, sin hacer ruido, sigue brillando con luz propia.

domingo, noviembre 16, 2025

TANGERINE DREAM: SHY PEOPLE (1987)

Sigo opinando que Shy People es un álbum que muestra un lado algo diferente de Tangerine Dream, donde su ya vasta trayectoria en la música electrónica se mezcla con una necesidad narrativa: adaptarse al cine. En 1988, Edgar Froese, Christopher Franke y Paul Haslinger se enfrentaban a un encargo exigente, pues la banda sonora debía expresar climas emocionales, tensiones y atmósferas propias de un relato dramático, lo cual les obligó a componer más de 80 minutos de música en solo dos meses, mientras solo una fracción acabaría en el disco comercial. En ese sentido, el resultado es una especie de mosaico: algunas piezas puramente instrumentales, tan evocadoras como sus clásicos, y otras con voz, como “Shy people” o “The harbor”, algo insólito en su obra, que aportan una textura más humana y directa. Las partes vocales no siempre se integran con naturalidad, pero funcionan como contrapunto emocional frente a los pasajes ambientales: en “Nightfall, swamp voices” o “Transparent days” se reconoce a esos Tangerine Dream de siempre, suspendidos, cercanos al suspiro. A lo largo de su discografía, Tangerine Dream han sido maestros en generar paisajes sonoros íntimos y expansivos, y aunque este álbum no estaría entre sus trabajos más redondos, sí es un proyecto honesto: un esfuerzo por casar su lenguaje con un relato humano, con sus luces y sombras. 

En resumen, Shy People es una obra híbrida, desigual en su integración vocal-instrumental, pero genuina en su ambición. Un testimonio de que la banda, incluso en sus encargos más arduos, seguía reteniendo ese impulso creativo que la definió y que para el oyente curioso representa una rareza estimulante dentro de su extenso catálogo.


sábado, noviembre 15, 2025

EVERON: BRIDGE (2002)

Bridge es una carta abierta al prog clásico pero con nervio moderno: guitarras contundentes, teclados espaciales y una base rítmica que no se anda con medias tintas. Oliver Philipps lidera con su voz algo épica y arreglos precisos, mientras Ulli Höver, Christian Moos y Schymy construyen una muralla sonora donde cada compás se siente tallado. Hay momentos para suavidad, “If you were still mine”, para atmósfera íntima (“Harbour”) y para explosión pura como en “Puppet show”, un instrumental que muestra el músculo técnico de la banda con fuerza y elegancia. La producción está muy trabajada, el sonido es amplio, un poco bombástico cuando toca, pero nunca se pierde el equilibrio ni el pulso melódico. 

En la discografía de Everon, Bridge representa su cara más directa y vigorosa, justo antes de su contraparte más emocional en el otro álbum de ese año, Flesh. Si te interesan las bandas prog que saben alternar ambición y accesibilidad, esta edición de Bridge es una pieza de referencia: tiene todo para atraer tanto a quienes vienen del metal progresivo como a los que prefieren melodías más clásicas.

RIVERSIDE: RAPID EYE MOVEMENT (2007)

Rapid Eye Movement (2007) cerró la primera etapa de Riverside con ese aire de banda ya hecha: sonido más refinado, atmósferas densas y un pulso que va del susurro al golpe sin perder coherencia. Duda, Łapaj y Grudziński trabajan aquí como reloj suizo: líneas de bajo que arrastran, teclados envolventes, guitarras que pasan de la niebla al desgarro constantemente. El disco juega a dos caras —Fearless y Fearland— y esa división le da cuerpo de concepto sin ponerse pesado.

Temas cortos que entran fácil (“Rainbow box”, “Schizophrenic prayer”) y piezas largas donde sueltan amarras, con “Ultimate trip” como remate lógico y emocional. Producción cuidada, un toque psicodélico por aquí, otro trance por allá, pero siempre con el ADN prog-metal moderno que les hizo reconocibles desde el primer día. No revoluciona nada, pero sí afianza su territorio: un disco maduro, directo y con más verdad de la que parece a simple escucha. Y esta edición especial, con un jugoso segundo CD de rarezas y jams, es puro deleite para coleccionistas y para quien quiera ver a la banda de un modo más crudo y personal.

domingo, noviembre 09, 2025

ALAIN MARKUSFELD: CONTEMPORUS (1979)

Contemporus es uno de esos discos que parecen hechos sin prisa, con la serenidad de quien ya ha probado de todo y decide quedarse con lo que realmente le suena bien. Alain Markusfeld, multiinstrumentista francés con una carrera de lo más curiosa, del folk psicodélico de los sesenta al rock progresivo más instrumental, aquí junta guitarras cálidas, teclados que flotan, algo de electrónica sutil y una producción cuidada que suena a viaje más que a experimento. No va de virtuosismo ni de épica, sino de atmósfera: piezas cortas que se sienten como pequeñas postales y una suite final que ata todo con un hilo casi cinematográfico.

Hay en el disco una mezcla muy natural entre lo sinfónico, lo ambient y ese toque prog francés tan elegante como prétentieux. No es un clásico de manual, pero tiene ese encanto de los discos con alma: suena nostálgico sin ser viejo, luminoso sin empalagar. Markusfeld no buscaba vender millones, se nota que quería hacer algo bello, coherente y propio.

Contemporus es, en ese sentido, como una película sonora en 35 mm: un paseo por paisajes que se quedan contigo y que mejoran cada vez que vuelves a escucharlos.

sábado, noviembre 08, 2025

TOY MATINEE (1990)

El álbum Toy Matinee (1990) es uno de esos discos que sorprenden porque parecen el proyecto de gente que podría dedicarse a sesiones mil y acaban creando algo con alma propia: detrás están Kevin Gilbert (voz, guitarras, teclados) y Patrick Leonard (teclados, producción), junto a músicos de alto nivel como Guy Pratt al bajo, que ya había trabajado con grandes nombres. La música mezcla pop inteligente, arreglos casi orquestales, guiños progresivos ligeros y melodías que enganchan desde la primera escucha: canciones como el inicio “Last plane out” arrancan con gancho radio-friendly pero luego se abren a paisajes más amplios; “The ballad of Jenny Ledge” o “There was a little boy” demuestran que no es solo diversión superficial, sino ideas detrás, emoción, letra comprometida.

En su breve trayectoria, Toy Matinee es el único disco que sacaron, lo que le da ese aura de gema poco explotada, de momento único antes de que los caminos de los implicados siguieran rumbo propio. En la discografía personal de cada uno queda como un hito: para Gilbert un fructífero trampolín hasta su inesperada muerte; para Leonard (ex Trillion) una incursión creativa posterior más libre y ecléctica; y para Pratt, con gran experiencia pretérita, otro gran y dilatado capítulo de colaborador de lujo.

¿Es perfecto? No del todo: a veces la abundancia de ideas da la sensación de exceso, pero precisamente ahí está su encanto: no cumple fórmulas, juega con el pop, lo expande, lo retuerce un poco. En resumen, vale muchísimo la pena: un disco que suena tan cuidado como espontáneo, que te invita a darle vueltas y descubrir nuevos matices, y que para quien guste de un pop con ambición es una joya clara

viernes, noviembre 07, 2025

10cc: SHEET MUSIC (1974)


Sheet Music es un disco de pop art afilado: compacto, juguetón y despiadadamente bien producido, donde 10cc convierten la melodía instantánea en un laboratorio de arreglos y humor negro; temas como “The Wall Street shuffle” o “Silly love” muestran el pulso pop inmediato, mientras cortes como “Clockwork creep” u “Oh effendi” meten giros dramáticos y narrativos que delatan cabeza prog y gusto por la parodia; la grabación en sus Strawberry Studios y la complicidad creativa de Stewart, Gouldman, Godley y Creme permiten una alternancia constante de estilos y voces, a veces como veteranos del estudio, otras veces como niños traviesos, y el resultado es un álbum que suena tan impecable técnicamente como irreverente en el fondo; no es sólo una colección de singles: es una pequeña enciclopedia de juegos compositivos, con letras satíricas y construcciones vocales que luego definirían el sello del grupo; en la discografía de 10cc queda como su punto de mayor ambición conjunta antes de las rupturas, un segundo largo que consolidó su perfil comercial (entró en el Top 10 británico) y su reputación crítica: entretenido, exigente y muy recomendable para quien quiera entender cómo el pop puede ser inteligente sin perder gancho.

sábado, octubre 25, 2025

IMÁN, CALIFATO INDEPENDIENTE: CAMINO DEL ÁGUILA (1980)

He perdido la cuenta de las veces que he escuchado, comprado y regalado este disco desde que apareció. El segundo y último trabajo de Imán, Califato Independiente, Camino del Águila (1980), sigue siendo para mí uno de esos álbumes que se viven más que se escuchan. Aquí la banda alcanza su cima creativa, con un sonido donde la precisión técnica se funde con una libertad casi espiritual. Desde la épica apertura de “La marcha de los enanitos”, con el bajo y la percusión de Urbano Moraes y Kiko Guerrero sosteniendo una base rítmica de pura alquimia, hasta “Maluquinha”, donde la percusión de Rubén Dantas y los toques brasileños abren el disco hacia nuevas coordenadas, todo suena orgánico, fluido, lleno de vida. Marcos Mantero dibuja atmósferas con sus teclados que dialogan con la guitarra de doce cuerdas y la actitud serena de Manuel Rodríguez, creando pasajes que parecen suspendidos entre lo místico y lo terrenal. “Camino del Águila”, la pieza central, es un viaje de catorce minutos donde confluyen la raíz andaluza, la improvisación jazzística y la introspección progresiva con una naturalidad que pocas veces se ha igualado en nuestro rock. Y en “Niños”, con los coros de Deirdre Fallon y la producción cuidadísima del propio grupo junto a Pepe Loeches, el álbum se despide con una ternura que desarma, como si el vuelo del águila se posara finalmente sobre la memoria. Cada detalle, desde el diseño de portada hasta la calidez del sonido, refleja a una banda que supo conjugar alma y oficio sin artificios. Escucharlo hoy es reencontrarse con una época en la que la música nacía de la pasión y del deseo de explorar sin miedo, y por eso —más allá de modas o etiquetas— Camino del Águila sigue siendo una obra viva, luminosa y necesaria.

jueves, octubre 02, 2025

GIRON: WANDERING IN THE DESERT (2025)

Desde los primeros sonidos de “Here comes the storm” uno siente que va a emprender una travesía. Y eso, justamente, es lo que Tomás Fernández Girón propone: un descenso de su nave por dunas sonoras, paisajes minerales bajo cielos inmensos, con un pie firme en la vieja escuela de Berlín de los 70 y otro en un ambient contemporáneo lleno de audacia. No es un álbum de sonidos melancólicos en el sentido empalagoso, sino de atmósferas que respiran, en un punto intermedio entre la contemplación y el abandono espiritual, que abrazan suave y luego se dilatan hasta tomar cuerpo en un ejercicio de contención y expansión al mismo tiempo.

La magia de esta obra está en los contrastes: “Walking between dunes”, acumulativo y envolvente con sus más de ocho minutos, nos mece con texturas flotantes y murmullos sintéticos, mientras que “Wind also rusts”, sí, apenas 2 minutos, recuerda que el silencio también puede oxidarse con belleza. “With our pilot” es un momento de vuelo tranquilo pero firme, y “Trip to the market” sorprende por su duración generosa, más de 12 minutos, que no se siente excesivamente prolongada porque Giron sabe cuándo retroceder, cuándo dejar respirar el sonido, cuándo entrar con una nota etérea que atraviesa todo. “The old rusty temple” cierra con reverencia y pequeñas fisuras: no pretende darte respuestas, sino hacerte sentir que aún hay santuarios enigmáticos por descubrir.

Este disco no caerá (por fortuna) en esa trampa de «música de fondo para meditar». Sí, puede servir para eso, pero su ambición va más allá: hay voluntad de contar algo, aunque abstracto, de dejar heridas pequeñas, remolinos interiores. Y en cada pasaje se advierte un cuidadoso dominio del equipo: los sintetizadores analógicos, el Eurorack, las secuencias, los ecos... Esos detalles técnicos no son exhibicionismo; son pinceles con los que se dibuja un paisaje que transmite la cohesión del relato.

Al cerrarse Wandering in the Desert, me quedo con la certeza de que Giron ha conseguido un disco honesto y profundo. No es perfecto, ¿qué disco lo es?, pero tiene corazón, perspectiva y un sentido del riesgo discreto. Lo que logra Giron, con paciencia casi ritual, es inducirnos en un trance sonoro donde los detalles se perciben como necesarios. Si este álbum sirve para que tomemos el sendero (aunque imaginario) del desierto con los oídos atentos y la piel sensible y nos suspenda en el tiempo, entonces ha cumplido su cometido. En mi opinión, nos enfrentamos a una joya (modesta pero feroz) que invita a regresar, a escuchar despacio, a perderse con un deje de esperanza dentro de un viaje sonoro que no se olvida fácilmente.

Escúchalo y cómpralo aquí.

domingo, septiembre 21, 2025

EDUARDO MORENO: UNIVERSE 2525 (2025)

Hay discos que se atraviesan como un túnel en plena noche. Universe 2525 de Eduardo Moreno es uno de ellos. Cincuenta y siete minutos de viaje conceptual inspirados en el célebre experimento de Calhoun con los ratones, donde el “paraíso” acabó convertido en ruina. Y aquí, con guitarras, sintetizadores y atmósferas casi cinematográficas, Moreno nos invita a enfrentarnos a ese espejo incómodo que, en realidad, habla menos de los roedores y mucho más de nosotros. Es un disco que no acaricia: sacude, ilumina y deja cicatriz.

La arquitectura musical es poderosa, pero sería injusto no subrayar la enorme aportación de Daniel Campañá, cuya voz guía, arropa y conmueve como un faro en mitad de la tormenta. Daniel no se limita a cantar: interpreta, da cuerpo a los personajes, pone matices humanos en cada rincón de este universo en decadencia. En su garganta conviven la furia, la fragilidad y la ternura rota de la narración musical. Su interpretación no sólo complementa el concepto: lo convierte en carne, emoción y memoria. Escucharlo es todo un ejercicio de necesidad.

El álbum se despliega como una sinfonía progresiva, con partes que se contradicen, se acarician y se desgarran. Están los “Hurtful ones” y los “Harmless ones”, luchando y coexistiendo como si fueran vecinos en un edificio demasiado lleno. Luego llegan los “Beautiful ones”, hermosos en su apatía, obsesionados con la superficie mientras el mundo se cae a pedazos. Todo con una música que oscila entre lo abrasivo y lo etéreo, lo urgente y lo contemplativo, como si cada nota nos incomodara con nuestra similitud con los ratones. Y la respuesta, aunque nos duela, late en cada compás.

Lo más poderoso del disco es que no se refugia en la abstracción ni en la comodidad. “The slave”, “The immigrant”, “The replicant”… títulos que no dan respiro y que clavan la idea de que la decadencia social no es ciencia ficción, sino una posibilidad demasiado real. Y sin embargo, hay momentos de belleza arrolladora, que parecen recordarnos que seguimos teniendo un destello de dignidad y de poesía, incluso en el borde del colapso. Esa chispa es la que hace que este viaje, aunque sombrío, sea profundamente humano.

Moreno compone, Campañá interpreta, y juntos construyen una obra incómoda, entrañable y necesaria. Un trabajo honesto que, con rigor y emoción, se atreve a poner música a nuestra fragilidad colectiva. Escucharlo es mirarse al espejo y reírse un poco, llorar otro poco, y salir con la certeza de que la música, al menos, todavía nos salva de convertirnos en “los hermosos inútiles” del experimento. Universe 2525 no es solo un disco: es una experiencia imprescindible, destinada a quedarse en la memoria como una de las obras más emocionantes y valientes de nuestro tiempo.

Escúchalo en su Bandcamp.

miércoles, septiembre 03, 2025

AL.MA PROJECT: METAMORPHOSIS (2025)

AL.MA Project debuta con Metamorphosis, un trabajo que confirma que el rock progresivo instrumental no ha dicho su última palabra en España. Alberto Márquez, teclista jerezano con una trayectoria sólida en formaciones como Omni, Onza o Metáfora, se atreve aquí con un proyecto propio que no busca artificios: ocho composiciones nacidas de la experiencia vital que convierten la épica y la emoción en el núcleo mismo de la propuesta. Publicado por 5 Lunas Producciones, el álbum trasciende lo estrictamente musical y se erige en una metáfora de la existencia: la vida como cambio constante, como renuncia y como renacimiento.

El viaje arranca con “The long journey”, grandiosa y con aromas andaluces, como si quisiera recordarnos que toda transformación comienza con raíces firmes. “Dreaming the South” prolonga ese vínculo con lo cercano: un homenaje implícito al legado de Cai y a una memoria sonora que sigue latiendo. En “Day of triumph” la música se vuelve inesperadamente cinematográfica, con aires de bolero y evocaciones de Vangelis y Tomas Bodin, mostrando que no hay metamorfosis sin riesgo ni sin emoción. Márquez no compone canciones, construye relatos musicales cada uno con un pulso narrativo que atrapa al oyente en un viaje interior.

El clímax llega con “No more words”, donde guitarras y teclados alcanzan un grado de expresividad que roza lo espiritual. Es el momento de máxima entrega emocional, un lugar al que solo se llega tras haberse permitido el trayecto completo. “Reflections” abre entonces una pausa filosófica: guitarras expansivas y teclados fluidos y alegres que parecen dialogar con el universo, como si la música fuese también un espejo de lo que somos. Y el cierre, “Trust”, deja un poso inesperado de optimismo luminoso, de confianza en la vida y en la música, resolviendo con serenidad un disco que respira humanidad en cada compás.

La nómina de músicos que acompañan a Márquez multiplica el valor de la obra: Alfonso Romero (El Tubo Elástico, Onza) al bajo, con líneas de inventiva desbordante; Chus Gancedo, un más que experimentado en jazz, fusión, progresivo, pop, se encarga de una batería impecable en técnica y pegada; Francisco “Pancho” Hernández (de los mexicanos Cast), cuya guitarra alterna delicadeza y fuerza con un sello inconfundible; y Antonio Valderrama, guitarrista de Sherish, que aporta el acento andaluz en “Dreaming the South” con su pasional visión musical.

Pero nada de esto se entendería sin el papel de 5 Lunas Producciones, un sello que se ha convertido en refugio y altavoz de propuestas que rehúyen lo fácil para apostar por lo sincero, lo arriesgado y lo bello. Metamorphosis es, en definitiva, un disco honesto, poderoso y emotivo, que habla de la vida mientras la embellece, recordándonos que el rock progresivo sigue siendo un espacio fértil para pensar, sentir y transformar.

Consíguelo aquí.

sábado, agosto 30, 2025

PROGRESSIVE ROCK SIDE OF FIVE MOONS VOLUME 8 (2025)

Hay recopilatorios que nacen por pura inercia, como un cajón de sastre de canciones, y luego están los de 5 Lunas Producciones. Ellos no editan discos: levantan testamentos. Llevan años recordándonos que el progresivo español no es un fantasma ni una anécdota; es una criatura que respira, palpita. Con este Volumen 8 lo han vuelto a lograr: no hablamos de una colección más, sino de un pequeño milagro. Un disco que funciona como cápsula del tiempo donde memoria, riesgo y futuro conviven sin pedirse permiso. Aquí la música no solo suena: se siente, se agarra a la piel. Y en estos tiempos, esto es un regalo.

El arranque lo firman Glazz con Stressereo. El título puede sonar a chanza privada, pero lo que llega es un latigazo de jazz-rock eléctrico, pura descarga en vena. Desde el Puerto de Santa María irradian un sonido que mezcla lo tempestuoso atlántico con la luz mediterránea. En directo son pólvora sin contención, un chispazo que ilumina y abrasa a la vez. Con ellos, el disco deja claro que aquí no hay lugar para cabeceos tibios: se viene a escuchar con todo el cuerpo, no solo con los oídos.

Después, nos transportamos a Manners y su “A winter song”. Desde Menorca, nos regalan un invierno de ocho minutos en el que no nieva, pero sí hiela la melancolía. Es una versión reducida de una suite mayor, aunque conserva intacta la grandeza: una postal recortada que, paradójicamente, amplía el paisaje. Aquí el progresivo se hace caricia, paciencia y aire fresco: la demostración de que el género no es solo exceso, sino también la delicadeza de lo íntimo.

Neverness irrumpen después con World’s not enough. Apenas cuatro minutos en los que cabe un universo. Sus riffs respiran clasicismo y modernidad a la vez, sin ornamentos innecesarios. Es energía pura, un tema certero que confirma que lo inmenso no necesita de lo grandilocuente.

Con El Círculo de Willis y su Conduciendo amebas entramos en territorio lisérgico. Su música parece diseñada para una película imposible, un viaje entre el absurdo y lo sublime. En directo, siempre han sido un pasaje secreto hacia otro escenario: el cerebro como sala de conciertos. Es música que descoloca y obliga a mirar desde otro ángulo, y esa capacidad de subvertir la lógica es, quizá, lo que mantiene vivo al progresivo.

El siguiente corte es pura arqueología sonora: N.H.U. y su Tema 4A, grabado en 1975. Apenas dos minutos, pero dos minutos que saben a hallazgo en un archivo secreto. Ahí está todo: juventud, riesgo, ansia de experimentar en una época en la que pocos se atrevían. Escucharlo hoy es sentir cómo un germen de hace medio siglo todavía late con furia propia.

El sexto corte nos lo entrega Manoel Macía: Eje de sueños. Cada nota parece escrita en un cuaderno íntimo, y sin embargo se proyecta hacia afuera con frescura cristalina. Es un tema inédito de 2025 que suena a oasis en mitad del viaje: un instante de calma luminosa, una confesión hecha música.

Y sin darnos respiro, el disco se abre a su pieza central: la suite Tots som pops de Benet Nogué & Francesc Beltrán. Más de trece minutos en los que se cruzan jazz, progresivo, experimentación y humor soterrado. Es un eje, una columna vertebral, una demostración de que el progresivo puede estirarse sin fin siempre que haya propósito en cada giro y sentido en cada nota. Es Atila después de Atila, pura ambición sostenida por inteligencia musical.

Luego llega el patrimonio: Cerebrum y su Eagle death (1969). Rugosos, oscuros, valientes, sonaban cuando esa mezcla de hard y progresivo era casi un acto de insensatez. Escucharlos hoy es rendir homenaje a quienes se atrevieron a caminar sin mapa, sin público asegurado, solo con la certeza íntima de estar creando algo que debía existir.

El noveno corte, Resurrection de Ignatius (2011), cumple con lo que su título promete: es renacimiento. Una pieza melódica y sinfónica que carga de peso al volumen, reforzando esa sensación de viaje que nunca se rompe, que nunca decae.

Y el broche lo ponen Camaleón con su Nocturno ex. I & II, grabado en 1985. Una mini-suite íntima, recogida, que destila la densidad de la noche y la calma previa al amanecer. Cierra el círculo sin pirotecnia, pero con la honestidad que deja huella.

Este Volumen 8 no es un recopilatorio, es un relato de medio siglo de aventuras sonoras. Es la prueba de que el progresivo español es una saga de héroes anónimos, músicos que entregaron, y entregan, su vida al arte aunque los focos nunca se detuvieran en ellos.

Ahí radica la grandeza de 5 Lunas Producciones: rescatar, mimar, dar voz a lo olvidado y empujar hacia adelante lo que aún está naciendo. En una era de playlists desechables, este sello andaluz insiste en que la música es memoria, comunidad, legado. Este disco no es una lista de canciones: es un abrazo a todos los que alguna vez sentimos que el progresivo nos cambió la vida. Escucharlo de principio a fin es como sentarse a charlar con viejos amigos y descubrir que aún queda conversación por delante. Y eso, créeme, es el mejor regalo posible.

Hazte con él aquí.

jueves, agosto 28, 2025

PROGRESSIVE ROCK SIDE OF FIVE MOONS VOLUME 7

Hay recopilatorios que funcionan como álbumes de fotos: hojas amarillentas, retratos fijos, recuerdos congelados. Pero Progressive Rock Side of Five Moons volume 7, no es nada de eso. Esta nueva entrega, publicada por 5 Lunas Producciones, es un latido, un recordatorio de que el progresivo español sigue enseñando, sigue respirando y, lo más importante, sigue emocionando. 5 Lunas Producciones lleva años empeñado en rescatar del olvido lo que parecía condenado a ser nota a pie de página en enciclopedias, y este volumen confirma que el rock progresivo español no se resigna: nos enfrentamos con puro deleite a diez cortes que más que conformar un mosaico, son una conversación entre generaciones.

Abrir un disco así con “Esperpento” de Coché Vil Band no es casualidad. El título ya nos pone en guardia: aquí no hay complacencia, ni refugio en clichés de museo. Son casi diez minutos de aristas, teatralidad, humor ácido y tensión que nunca se resuelve del todo. Si el progresivo a veces peca de solemne, Coché Vil Band lo sacude, lo ensucia, lo devuelve a la calle. Este tema suena a clásico perdido de los 70, pero con el carácter del presente y, de algún modo, se convierte en el manifiesto secreto del disco: el progresivo español coetáneo no se duerme en los laureles.

Después de ese golpe inicial, llega la solidez de un clásico: Asfalto, con Castejón al frente, nos entrega su “Utopía suite”, once minutos que son una pequeña sinfonía urbana, cargada de melodías que se elevan con paciencia y épica contenida. La presencia de Asfalto en este recopilatorio no es un gesto de nostalgia, es un recordatorio de que los grandes siguen siendo grandes. Escuchar a Castejón aquí es reencontrarse con esa voz, con esa guitarra, con esa visión que ha marcado a varias generaciones. Yo sigo teniendo claro que detrás de la leyenda hay un músico que nunca ha perdido la curiosidad.

Y de la épica, aunque me salto un tema, pasamos a la intimidad con Jordi Sabatés y “Tot l’enyor de demà”. Es un tema breve, pero delicado como un cristal fino. Sabatés no necesita alardes: basta con un piano que acaricia y duele al mismo tiempo. Escucharlo aquí, en medio de tanto rugido progresivo, es un paréntesis necesario, un recordatorio de que el jazz rock y la fusión también pueden ser ternura, pueden ser poesía. Para mí hay algo más: el recuerdo de haber compartido conversaciones con él, de sentir su cercanía y su generosidad como artista y como persona. Tenerle en este volumen es, en cierto modo, rendir homenaje a toda una sensibilidad que ha dado al rock español una elegancia única.

Ahora sí, retomo el orden. Aparecen Le Tour de Force con “The genesis of the seven tides”, y todo cobra un aire de presente luminoso. Aquí la música no es arqueología, es juventud con hambre. El tema suena internacional, fresco, con una ambición que se atreve a mirar de tú a tú a los grandes referentes del progresivo, del jazz y del avantgarde, pero sin perder el acento propio. Hay un brillo en este corte, una claridad que invita a pensar que el progresivo tiene todavía mucho futuro si encuentra bandas con esta capacidad de reinventar lo clásico.

DOA aporta la veta folclórica del disco: un arreglo de raíz que suena antiguo y a la vez vívido. En pocas frases, la pista funciona como respiro orgánico basado en texturas acústicas, canto de tradición y arreglos que la modernizan, y cumple la misión de mostrar que el folk puede dialogar con el progresivo sin artificios. Lo diferencial: convertir una melodía tradicional en un puente natural entre pasado y presente.

“Grog”, de los madrileños Psicotropia, es filo en directo: densidad, cambios de tensión y una urgencia sonora que no pide permiso. Aquí lo orgánico se define en la dinámica del grupo, ritmo y contraste, no en lucimientos individuales; es músculo expresivo más que técnica exhibicionista. Para mí, sin duda, aporta la energía cruda y contemporánea que refresca todo el séptimo volumen.

“Evarist’s tune”, fechado en 1978 y rescatado como pieza arqueológica es, para mí, la grandísima sorpresa. Su valor no es la grandilocuencia sino la sutileza: melodías que respiran, arreglos de época (piano/órgano, solos contenidos) y un lirismo que sitúa a Acra, nacida tras la separación de Atila después de Reviure, en la estirpe catalana de finales de los 70. Nos asomamos a una ventana pequeña, pero reveladora, en uno de los momentos perdidos y fundacionales del progresivo local saboreando aromas laietano-canterburianos.

Si el progresivo español tiene una deuda pendiente, es con sus lenguas y culturas regionales. Zingira lo recuerda con “Berigada amaigabeak”, un corte breve, lírico, cantado en euskera, que destila un aire ritual casi hipnótico. No es la pieza más larga ni la más técnica, pero es de las que más huella deja. Hay algo en su atmósfera, en esa mezcla de folk vasco y progresivo experimental, que convierte esta canción en un pequeño talismán. Es música que resuena como una plegaria pagana, como una raíz que sigue viva bajo la tierra.

“Juegos prohibidos”, de Pere Llovet i Amics, nos regala un tema en el que la economía es virtud: pocos elementos, mucha expresividad. Funciona como ancla melódica en el disco, un gesto de memoria que humaniza la compilación y que dice mucho con lo justo.

Y para cerrar, nada mejor que Girón con “Modular moons”. Aquí el progresivo se transforma en planeadora escuela berlinesa, en un viaje cósmico tejido de sintetizadores y pulsos hipnóticos. Es una pieza larga, expansiva, que suena como un epílogo y a la vez como un inicio: un salto a la estratosfera que abre nuevas puertas. Con Girón, el volumen no se despide, se proyecta hacia adelante, recordándonos que el progresivo no tiene por qué ser solo sinfonías setenteras; también puede ser exploración electrónica, riesgo y vanguardia.

Lo más fascinante de este Volumen 7 es cómo conviven el pasado y el presente, lo consagrado y lo emergente. 5 Lunas Producciones no se limita a compilar: teje un relato donde los inéditos de hoy conversan con las joyas de ayer, y donde bandas de culto dialogan con grupos jóvenes que apenas empiezan a escribir su historia. Es un gesto de cariño hacia la escena, pero también un ejercicio de honestidad: aquí no hay museo, hay música viva, inquieta, que sigue latiendo con la misma mezcla de riesgo y ternura que siempre ha caracterizado al progresivo español.

Consíguelo aquí.

miércoles, agosto 27, 2025

ALTAIR: NOCHE MÁGICA (1989/2025)

Hay algo profundamente emocionante al escuchar un documento como Noche Mágica, un directo grabado en 1989 y dormido en un cajón hasta que 5 Lunas Producciones, con esa obstinación suya por rescatar joyas del progresivo español, decide devolverlo a la vida en 2025. El resultado es casi cinematográfico: de pronto estamos en el Parque González Hontoria de Jerez de la Frontera, viendo cómo un dúo improbable, batería y teclados, sin red de guitarra ni bajo, se atreve a levantar un universo sonoro que todavía hoy resulta sorprendente.

Altair eran Alfredo Arcusa, desplegando en la batería un pulso que respira entre la fuerza y la delicadeza, e Isabel Muniente, abriendo horizontes con teclados que parecen invocar constelaciones y caminos secretos. Lo hermoso es que el disco no pretende disfrazarse: “Tal como lo oyes” es exactamente eso, lo que ocurrió aquella noche verdaderamente fascinante, con las inevitables limitaciones de un directo, pero resuelto con una naturalidad y una capacidad que convierten cada nota en un testimonio genuino. La energía y la complicidad entre ambos logran que nos sumerjamos, como en el resto del directo, en un continuo diálogo vibrante.

Y claro, hay giros inesperados. “Eddy’s prelude” parece un guiño luminoso a los grandes del sinfónico, como si la sombra latente de Keith Emerson se deslizara un instante entre las notas, dejando un resplandor fugaz que todavía reverbera en el aire. Luego llegan piezas como “Oración del ermitaño”, íntima y recogida, o “El gaucho matrero”, que rompe solemnidades y se lanza al galope con un desparpajo contagioso. Y es que cada tema recuerda que este dúo sabía jugar con la tensión entre lo solemne y lo festivo, entre la épica y lo cotidiano.

Que este concierto vea la luz más de tres décadas después no es solo un rescate discográfico: es un gesto de cariño hacia una escena que rara vez se concedió la visibilidad que merecía. Ahí está la mano de 5 Lunas Producciones, empeñada en que el progresivo español no quede enterrado en hemerotecas ni en colecciones privadas. Y escuchando Noche Mágica uno agradece ese empeño: porque esto no es un recuerdo marchito, es música viva, inquieta, que vuelve a sorprendernos como si el tiempo no hubiera pasado.

Consíguelo aquí.

sábado, agosto 23, 2025

CRESSIDA (1970)

¿Recuerdas aquella vieja sensación al descubrir grupos como Moody Blues, Beggars Opera, Cirkus, Spring o Fantasy? Pues Cressida jugaron en esa misma liga, aunque, como la mayoría de los citados, ellos tampoco tuvieron la suerte de vender millones ni de llenar estadios. Su debut de 1970 en Vertigo suena como un diario íntimo escrito a media luz, pensado para ser recitado entre brumas más que para ser declamado ante multitudes. Un álbum que se abre tímido con “To play your little game” y pronto te atrapa en un mundo de órgano Hammond nebuloso y voces frágiles que se sienten como un secreto compartido.

Lo fascinante de Cressida es que no compite en grandilocuencia. Donde King Crimson alzaba catedrales sonoras y Genesis bordaba epopeyas, Cressida prefería levantar poemarios acogedores de belleza lírica. Escucha “Winter is coming again” o “Depression”: no son proclamas de gloria, son confesiones íntimas, relatos de invierno, melancolía abrigada en tres o cuatro minutos. Angus Cullen canta como quien duda de ser escuchado, y ese es precisamente el truco: te obliga a acercar el oído, como cuando alguien te habla en voz baja y no puedes evitar preguntar para querer saber más. Aquí es donde Cressida se adentra en los terrenos del downer rock, un estilo definido por su melancolía y la introspección que marca sus melodías y atmósferas.

El destino fue cruel. Su disco apareció el mismo día que el debut de Black Sabbath: mientras unos inventaban el heavy metal y acaparaban titulares, Cressida ofrecía el lado más frágil del progresivo, destinado a pasar desapercibido. Pero medio siglo después, el contraste los hace aún más fascinantes. “Tomorrow is a whole new day” no es un himno, es una rendición bellísima, como un amanecer apagado que sabe que traerá más luces que sombras. Y en esa renuncia está la verdadera épica: no la del clamor, sino la del susurro.

Escuchar hoy este álbum es entrar en un refugio secreto. No hay solos interminables ni pretensiones cósmicas, sólo canciones bien tejidas que respiran melancolía y belleza callada. Quizá por eso quienes lo descubren lo guardan en la memoria: Cressida no busca fascinar a todo el mundo, sino tocar suavemente a quien lo encuentra casi por casualidad. El vinilo parece tenderte la mano, diciendo que tu nostalgia tiene ecos en el pasado, que en 1970 otros la vivieron de la misma manera. Y ese puente invisible entre generaciones, esa complicidad íntima, es lo que convierte este disco en un tesoro escondido.

martes, agosto 19, 2025

MALABRIEGA: FRIPPADA ANDALUZA (2025)


Frippada Andaluza, el nuevo álbum de los sevillanos Malabriega, expone un trabajo ambicioso y rotundo que confirma su madurez artística. Se publica de la mano de Astronomy Recording Music y encuentra en la distribución de áMarxe el cauce natural para viajar más allá de Andalucía sin perder la raíz. Y lo curioso es que no parece un intento de agradar a todos, sino que más bien se trata de un ejercicio de identidad sin complejos, de esos que resultan extrañamente universales cuando más locales suenan.

Malabriega no son recién llegados: llevan rodando desde 2009 con su particular “rock de la tierra”, un mestizaje de progresivo, flamenco y jazz. Ya habían mostrado su carácter en Fiebre (2017), pero aquí se nota que han madurado sin perder el apetito por la búsqueda. Juan Castro (voz), Joaquín Sainz (guitarra eléctrica), Manuel “Noly” Soto (guitarra española), Sergio Carmona (bajo) y Raúl Gómez (batería) suenan como una banda que ha aprendido a dialogar sin estorbarse, a dejar que cada instrumento diga lo suyo sin eclipsar al otro.

El disco se abre  con una declaración de intenciones a través de la suite homónima, diez minutos que recuerdan tanto a los paisajes eléctricos de Robert Fripp como a las cadencias flamencas, con un desarrollo cercano al post-rock y un pulso progresivo que no renuncia a la raíz. Es, sin duda, la pieza que define el carácter del disco, un poderoso ejercicio que huye de la nostalgia y las fórmulas gastadas. El resto del álbum mantiene ese diálogo entre tradición y modernidad. “Tu pelo” y “El duelo” exploran un registro más directo y emocional, mientras que “¿Qué será?” y “Calamidad” refuerzan la carga rítmica y la densidad sonora de la banda. “La levedad del ser” y “Reflejo vacío” se inclinan hacia la introspección, mientras que “Reencuentro” funciona como un delicado interludio. Las letras de Juan Castro sostienen todo el conjunto, reivindicando una identidad andaluza contemporánea, con un pie en la herencia cultural y otro en la experimentación.

Uno escucha Frippada Andaluza y entiende que no es un gesto aislado, sino un paso adelante en una trayectoria coherente. El sonido es pulcro, la producción cuidada, pero lo importante está en esa sensación de que Malabriega no está repitiendo esquemas: está abriendo camino. Y si áMarxe se ocupa de llevar este latido andaluz más allá, es porque sabe que, a veces, lo más radical no es el estruendo pasajero, sino lo que permanece en la memoria.

Escúchalo y cómpralo aquí.

domingo, agosto 17, 2025

ANTONIO SMASH: VIÉNDOLAS VENIR (2025)

Poquísimos discos prescinden de adornos y efectismos, y aún así logran quedarse contigo mucho después de haberlos escuchado. Viéndolas Venir, del intronauta sevillano Antonio Smash, es uno de esos trabajos. No pretende estar a la moda ni deslumbrar con artificios, y quizá precisamente por eso se siente tan vivo. Lo escuchas una vez y la sensación es inmediata: aquí está un músico que no tiene ya nada que demostrar, pero sí mucho por contar.

La trayectoria de Antonio es tan insólita como coherente. Desde aquellos días de finales de los sesenta al frente de Smash, ese grupo que unió psicodelia y flamenco cuando nadie se lo esperaba, pero que tanto se necesitaba, hasta sus colaboraciones con Lole y Manuel, Pata Negra o Kiko Veneno, Antoñito, ha sido batería, teclista, productor y cómplice musical en incontables aventuras. Ahora, tras varios discos en solitario, llega Viéndolas Venir, que suena a la vez a balance de vida y a nuevo comienzo.

Que este álbum vea la luz bajo 5 Lunas Producciones no es casualidad. El sello andaluz es un hogar perfecto que ha hecho de la independencia y el compromiso con el rock progresivo y el legado del rock andaluz su razón de ser, ofreciendo refugio a artistas que prefieren la curiosidad a la comodidad. En piezas como la instrumental “A la vuelta de la esquina”, donde la bulería se entrelaza con naturalidad con el piano y la batería, Antonio demuestra que la inquietud creativa no entiende de edades. Y en composiciones como “Nada nuevo bajo el sol” reafirma que sigue siendo un artista capaz de conmover y sorprender sin perder el pulso de la experimentación.

Aquí no hay nostalgia complaciente ni resignación. Lo que hay es una mirada clara y algo pícara de un músico que observa el presente con calma y con humor. Viéndolas Venir no es un regreso ni una despedida: es, sencillamente, un gran disco. Y en un mundo saturado de ruido, quizá eso sea lo más radical de todo.

Hazte con él directamente desde 5 Lunas Producciones.

martes, agosto 05, 2025

GALLEON: KING OF ARAGON (1995)

Hay discos que sencillamente te invitan a entrar en ellos. Descubrí King of Aragon al poco de ser publicado, cuando formaba parte del fanzine Atropos de Zaragoza. Y desde entonces, ha sido un disco que me ha acompañado. Mientras todo giraba hacia lo ruidoso, lo inmediato, lo llamativo, Galleon eligieron otro camino: el de la artesanía sonora, la melodía pensada, la emoción contenida. En una época en que el progresivo se movía entre sombras, ellos construyeron un espacio propio con teclados analógicos, guitarras sinceras y una calma poderosa.

Desde los primeros compases de “Crime wave” y esa pequeña sacudida de energía contenida, sentí que estaba ante algo especial. Pero fue con “From square to circle” cuando me rendí del todo. Progresivo con sentido, con espacio para que las ideas respiren, sin necesidad de disfrazarlas de grandeza. Hay algo profundamente humano en la forma en que desarrollan los temas, y algo muy valiente en “Fall of spring”, que se atreve a desviarse del camino esperado, abrazando disonancias como si fuesen recuerdos mal curados. No todos lo entenderán, pero eso lo hace más valioso.

Y luego está “Long lonely shadows”. Qué belleza, qué honestidad. Me recordó a esos momentos de Genesis que uno no olvida, no porque fueran espectaculares, sino porque sonaban a verdad. Aquí, la guitarra y el teclado conversan como dos viejos amigos que se entienden sin hablar, y en esa charla hay ternura, nostalgia, y algo de esperanza también. Es música que no busca llenar estadios, sino acompañarte en momentos de bruma espiritual.

No, King of Aragon no cambió la historia del rock progresivo. Pero hay discos que nacen para sonar durante un tiempo y luego están los que se quedan contigo toda la vida porque saben exactamente cuándo y cómo hablarte. Y cuando lo hacen… lo hacen con una verdad serena que atraviesa el tiempo y el ruido sin pedir permiso. Es un compañero silencioso. De esos que no hacen falta todos los días, pero que cuando vuelven, sientes que nunca se fueron.

lunes, agosto 04, 2025

HYSTERIOFUNK: DECO (2013)

A primera escucha, Deco, tercer trabajo en estudio de los andorranos, publicado en 2013, parece emerger no de un estudio, sino de un lugar entre la naturaleza, donde la energía y el instinto aún se hablan con respeto. Desde “Aurora”, esa apertura breve y luminosa, la banda perfila sin necesidad de palabras un mapa emocional y cambiante. Cada instrumento fluye con un propósito íntimo, como si el grupo confiara más en el cauce natural del sonido que en la lógica de la razón. La batería de Lluís Cartes no marca el tiempo, lo despliega; el bajo de Òscar Llauradó y la percusión de Cesc Vilarubias sostienen el pulso con calidez terrestre, mientras las guitarras de Oriol Vilella y los teclados de Roger Casamajor avanzan como si narraran sueños que no se pueden traducir.

En piezas como “Falac Mytho’s” y “Xinos” se percibe una tensión entre lo controlado y lo salvaje, un vaivén entre precisión y deriva, como si el grupo caminara al borde de un abismo sabiendo que no va a caer. “Super‑Hysteriofunk”, con su desparpajo rítmico y su fuerza contenida, es puro juego serio, mientras que “Oscar Car”, esa pequeña suite en dos partes, expande el tiempo y lo pliega sin perder el sentido de la melodía. “Jungla”, por su parte, no describe un lugar: lo convoca. Cada reverberación y cada pausa suenan como si estuvieran mimando al silencio. Y al final, “Lee Marvin” deja en el aire una pregunta sin formular, con esa cualidad de cierre que no clausura, sino que abre.

Este trabajo, aunque sin letra, se convierte en relato: una epopeya instrumental que explora la identidad de una banda situada en un hermoso país diminuto, pero que tiene la osadía de expandir su frontera sonora. Hysteriofunk construye en Deco un universo donde la técnica progresiva se encuentra con la urgencia emocional. Aunque, inconcebiblemente, el grupo sigue siendo desconocido para muchos, su música resuena como una hoguera encendida en la fría noche de la escena independiente. Cada escucha revela una capa nueva: una percusión latente, un pasaje de teclados susurrantes o una enérgica explosión de guitarra. En definitiva, un testimonio de que el arte progresivo puede renacer desde lugares insospechados, con imaginación, corazón y audacia.

Escúchalo aquí.

domingo, agosto 03, 2025

ACANTHE: SOMEONE SOMEWHERE (2009)


De vez en cuando, y no con tanta frecuencia como uno desearía, aparece un disco que no solo te gusta, sino que busca modificar levemente la manera en que uno escucha, como si te enseñara a prestar atención de nuevo. Someone Somewhere de Acanthe es uno de esos raros milagros. Es un álbum que me ha conmovido por su sinceridad, por su alma intacta. Lo que Frédéric Leoz ha logrado no es solamente rescatar grabaciones polvorientas de una banda perdida de Grenoble; es devolverles la vida con un amor que emociona. Hay una belleza melancólica que fluye por estas canciones, una calidez propia de los discos que no fueron diseñados para gustar, sino simplemente para existir. Y eso, queridos amigos, es algo que nunca deberíamos dar por sentado.

Desde el primer tema, ese luminoso “Someone somewhere”, uno ya siente que ha entrado en otro mundo. Los teclados flotan como una niebla densa, mientras la guitarra de Michel Gervasoni serpentea con un lirismo contenido, a veces rozando la delicadeza de Latimer, a veces insinuando el aliento emotivo de Gilmour. Las referencias están ahí, Pink Floyd, Genesis..., pero Acanthe no copia: reinterpreta, transforma, y hace suyo ese lenguaje. A ratos oigo ecos de sus compatriotas de Memoriance o el espíritu romántico de los canadienses Octobre y Morse Code. Pero lo que realmente destaca es su manera de construir emociones desde la simplicidad. Nada aquí es grandilocuente, y sin embargo todo parece importante, como si cada nota llevara el peso de algo vivido y recordado.

Hay momentos que detienen el tiempo. “Touch the sun”, por ejemplo, que desliza un aroma oriental sobre una psicodelia de la mejor cepa, es el tipo de pieza instrumental que podría haber surgido del rincón más místico de Gong. Pierre Chorier y Christian Gendry, cuyo bajo aún resuena como si siguiera entre nosotros, no marcan el pulso: lo encarnan. Y luego está “Meg Merrilies”, basada en el poema de Keats, donde la música y la literatura se funden con naturalidad, sin aspavientos, como dos viejos amigos reencontrándose. En “Oiseau de feu”, Acanthe vuela alto, muy alto, con una gracia sinfónica que los hermana con esos otros nombres malditos del prog francés, como Shylock, Arachnoid, Pentacle..., y que, en el fondo, también son familia.

Pocos discos me han provocado este tipo de gratitud. Esto no es una mera reedición. Es un acto de justicia poética, un regalo tardío que llega en el momento preciso. Porque Someone Somewhere no busca un lugar en la historia: busca a quienes estén dispuestos a escucharlo con el corazón abierto. Y cuando te encuentra, ya no te suelta. Es un disco que respira, que sueña, que aún tiene cosas que decir, a pesar de haber dormido tantas décadas en el silencio. Quizá, y solo quizá, algunos discos nacen para no brillar en su tiempo, sino para encontrar el suyo cuando el mundo esté listo.

sábado, agosto 02, 2025

PORCUPINE TREE: CLOSURE/CONTINUATION (2022)


Había algo profundamente conmovedor, casi místico, en ver cómo Porcupine Tree emergía de la nada, originada en aquella alucinación colectiva materializada en cintas de cassette. Un joven Steven Wilson, grabando cintas en su habitación como quien intenta contener el tiempo dentro de un frasco, fue poco a poco encontrando cómplices, forma y gravedad. De aquellas primeras neblinas psicodélicas se llegó al filo emocional de In Absentia, donde la banda dejó de parecer una invención y se convirtió en un grito perfectamente contenido. Acompañarlos en ese tránsito fue como ver crecer a alguien querido en silencio: sabiendo que, inevitablemente, algo se iba a romper. Y se rompió. No con estruendo, sino con la melancólica certeza de que ya no había nada más que decir.

Closure/Continuation no es un regreso en el sentido heroico del término. Se siente más como abrir un cajón olvidado y encontrar dentro una carta sin fecha, escrita con una caligrafía reconocible. Hay algo de susurro en su nacimiento, algo íntimo y pandémico. La ausencia de Colin Edwin duele más por el vacío que deja que por lo que suena. El bajo de Wilson es firme, incluso feroz, pero menos poético. La guitarra, antes oráculo, aquí parece ceder el paso a otras voces: la batería de Harrison, que talla su precisión al milímetro, y los paisajes electrónicos de Barbieri, que hace alquimia convirtiendo sombras en sonido. Es el viejo Porcupine Tree, sí, pero aunque las formas se parecen, se ha transformado en algo distinto.

No faltan momentos que tocan fibras profundas. “Harridan” inicia con vértigo y músculo, como si el disco necesitara recordarnos que sigue vivo, y “Chimera’s wreck” lo cierra con una belleza que sangra despacio, como una verdad que llega tarde. En medio, la irregularidad es palpable: “Of the new day” es un remanso innecesario, como si Wilson ya no supiera muy bien cómo cantar tristeza sin repetir gestos. Y “Walk the plank”, por más elegante que suene, parece un visitante de otro disco. Pero incluso sus tropiezos tienen una calidez inesperada. Hay algo entrañable en ver a una banda deshacerse de la necesidad de impactar, como viejos amigos que se sientan a tocar sin importar quién escucha.

En términos de sonido, pocos discos suenan tan honestos. No es solo la producción impecable, sino la sensación de que los músicos realmente están ahí, juntos, respirando el mismo aire. Se agradece el espacio entre las notas, el silencio que no teme existir. Donde antes había compresión y pulcritud quirúrgica, ahora hay matices, hay rugosidades, hay humanidad. Este es un disco que pide tiempo, y se da tiempo. No exige atención, la sugiere. Y si uno se lo permite, se va colando hasta instalarse con una naturalidad inquietante.

Tal vez Closure/Continuation no sea un clásico inmediato, pero tampoco parece necesitarlo. No alcanza las alturas de The Sky Moves Sideways, ni duele como Signify, pero se queda, flota, se recuerda. Es un disco que no pretende imponerse, sino dejarse escuchar, casi en voz baja. Y eso, en una época en la que todo parece exigir atención a gritos, se siente como un gesto valiente, incluso digno. Para algunos, será una despedida amable, el punto final que cierra una historia con suavidad. Para otros, una pausa cargada de posibilidad, un punto y aparte que deja la puerta entornada. Pero para la mayoría de los oyentes, les bastó comprobar que la banda seguía ahí, tocando como si nunca se hubiera ido, alimentando una forma de consuelo que linda con la complacencia: la tranquila aceptación de una continuidad que quizá ya no existía, pero que se deseaba conservar a toda costa.

TAIFA: SOUND HERESIES (2025)

Hay algo discretamente heroico en una banda como Taifa, que en pleno 2025 no sólo lanza un nuevo disco, sino un manifiesto para los oídos que aún saben escuchar. Herejías Sonoras (para Oídos Libres), o Sound Heresíes (for Free Ears), edición en inglés en la que baso mis impresiones, no es un álbum para pasar de largo: es un acto deliberado de insumisión musical. Un viaje sonoro que se extiende desde Mallorca hasta Tetuán, pasando por Andalucía e, incluso, la India. En un mundo que comprime el arte en cápsulas de segundos, Taifa propone lo contrario: expansión, introspección y comunión.

El trío conformado por Luis Massot (voz, bajo e instrumentos poco convencionales para el rock como el laúd árabe, el saz turco o el guembri marroquí), Miguel Maya (guitarras) y Antonio Medina (batería), construye un tapiz musical complejo y profundamente humano. Progresivo, flamenco y sonidos del Magreb conviven en diez piezas que no se limitan a combinar estilos: los funden con una naturalidad casi chamánica. “Mermaid wings” abre el álbum como una declaración de principios, mientras que “Mirror’s dance” te envuelve con un aire de mística serena. Las colaboraciones no adornan, sino que transforman. Guitarristas flamencos (Juan Delola y Enric Gayá desde Andalucía), violinistas andalusíes (Amin Chaachoo y Yasser el Attar desde Tetuán)... No hay fusión, hay entendimiento. Las músicas se reconocen y se abrazan.

El trabajo de producción es pura alquimia. La guitarra eléctrica y el saz no se enfrentan: dialogan. El laúd y la batería no se sobreponen: se entrelazan. El resultado suena denso, sí, pero nunca saturado; espiritual, sin caer en la solemnidad. La decisión de lanzar el álbum en dos idiomas no responde a una lógica de mercado, sino a una voluntad sincera de llevar este mensaje de libertad sonora más allá de cualquier frontera idiomática. Las canciones son las mismas, pero las resonancias cambian. Como si cada lengua revelara una nueva dimensión del hechizo. 5 Lunas Producciones apuesta fuertemente para que este sea el primer disco de rock progresivo arábigo andaluz cantado en inglés hecho en España, lo cual demuestra meridianamente que esta proposición musical fusiona con todo sin importar el idioma. 

Luis Massot ha dicho que este trabajo, nacido de un sueño, es el mejor disco de Taifa, y después de escucharlo, no queda duda. No por su virtuosismo técnico (que lo hay), ni por su cuidada producción (que también), sino por su intención. Aquí no hay ansiedad de novedad, sino madurez, pausa y propósito. Canciones como “In memoriam” o “Essence of my being” no fueron compuestas para ser virales, sino para ser recordadas. Taifa no busca irrumpir en el mercado: busca irrumpir en ti. Sound Heresies es una rebelión hecha armonía, una invitación a seguir creyendo que todavía hay discos que no solo se oyen: se sienten. 

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martes, julio 29, 2025

BAULUNA: MARESÍA (2025)

Desde las primeras notas de Maresía, uno siente que Bauluna no ha grabado un disco, sino que ha abierto una ventana a otro mundo. Un mundo salado, brillante y ondulante, donde la música no se compone: se encuentra, se escucha en las piedras y en el vaivén del agua. Este no es un álbum encerrado entre paredes de estudio, sino algo que parece haber sido tejido al borde del mar, entre espuma y viento. Eric Baulenas, discreto y preciso, se hace cargo de todos los instrumentos con una delicadeza tan íntima que por momentos uno se siente invitado a una conversación con la naturaleza misma. Hay algo en Maresía que no se puede explicar del todo… pero que se entiende profundamente, como una emoción latente que regresa para conmovernos.

Bauluna no es un recién llegado. Su travesía sonora, nacida en sus orígenes como dúo, comenzó con Healand en 2013, siguió explorando con Lunacy (2014) y en Aligned (2019) ya asomaban esos paisajes emotivos plenos de un krautrock de textura progresiva. Pero aquí, en Maresía, hay algo que ha cambiado. Eric parece haber encontrado el cauce justo de su río sonoro: más pausado, más sabio, más orgánico. Cada tema es un microcosmos que respira con su propio ritmo, con una narrativa sin palabras que nos habla de evolución, de silencio, de agua. Es un disco que no se impone, pero que cala hondo, como una lluvia lenta que, sin darnos cuenta, empapa el alma entera.

Hay algo profundamente humano en esta obra que se inspira en mundos de agua, los que existieron, los que existen y los que imaginamos. Es una música que fluye con naturalidad desde la quietud más serena hasta esos momentos donde los teclados se alzan como olas majestuosas, y las guitarras se estiran como luces que se funden con un horizonte salpicado por reflejos de sol vital. Es progresivo, sí, pero no en el sentido técnico o virtuoso abrumador, sino en ese otro modo más honesto y emotivo: el que va hacia adelante porque tiene algo que contar, algo que mostrar del mundo y de uno mismo. En ocasiones evoca a Popol Vuh, a un primer Deuter, a los Tangerine Dream más contemplativos que sabían explorar mundos desde el suelo. Pero siempre suena a sí mismo.

Maresía, como el viento que lleva la sal a la piel, nos toca sin hacernos daño. Es un álbum que hay que escuchar sin prisas, quizá en la orilla de algún mar real o imaginario, con la luna mirándonos. Es música que no necesita levantar la voz porque tiene belleza de sobra. Es un susurro que se convierte en abrazo. Bauluna nos regala algo maravilloso: un disco de una belleza talásica, profunda y salina, como una corriente submarina que arrastra paisajes emocionales sumergidos. Una obra que reafirma el poder de lo atmosférico, lo líquido y lo contemplativo con una música siempre lista para abrazar las corrientes más profundas.

lunes, julio 28, 2025

PROGRESSIVE ROCK SIDE OF FIVE MOONS. VOLUME 6 (2025)

Con portada de Tomás Gómez, quien diseñara la primera de Imán, Califato Independiente, Progressive Rock Side of Five Moons Volume 6 no es sólo un disco: es una conversación íntima con medio siglo de sensibilidad musical. En esta nueva entrega, los incansables buscadores de sonidos de 5 Lunas Producciones nos invitan de nuevo a ese lugar donde el rock progresivo español, en su forma más genuina y generosa, respira sin fecha de caducidad. Lo que encontramos aquí no es una colección de temas, sino una selección honesta, mimada, con la ternura del que pone un CD con la esperanza de descubrir un secreto. Desde los años setenta hasta hoy, lo que late en estas canciones es un mismo pulso: el de quienes hacen música como forma de vida.

La travesía comienza con “Black hole”, de Unoma, que desde Barcelona nos lleva a esos rincones donde los silencios valen tanto como las notas. Fidel Vázquez traza líneas de guitarra que no solo suenan: parecen hablarnos desde la otra orilla del tiempo, evocando a Camel, pero con alma propia. Después llega Yünklaz II desde Gijón, con “Red awakening”, una inmersión hipnótica en la psicodelia kraut, de las que alteran suavemente la conciencia: percusiones como latidos tribales, teclados con aroma de niebla y un color sonoro que parece venir de una ciudad soñada. Y entonces, sin pedir permiso, irrumpen los zaragozanos Architects of Hysteria con “Tangerines bananas”, un estallido barroco de precisión y locura: ecos de Zappa, del RIO o del hard rock más aventurero, como una conversación entre cerebros inquietos y corazones desbocados. Y luego Amarok, que en “Sueño de carne y espuma” nos da algo mucho más que una canción inédita: nos entrega un susurro mediterráneo, con la voz de Marta Segura flotando como una pluma, sobre aromas de cuerdas, que no parece de este mundo.

El discurrir fluido de este viaje suena como el otro lado del espejo que, con “Caribe”, de Insigne, nos llega desde Santander como una postal sonora filmada por Fellini: jazz, psicodelia y blues fundidos en una elegancia cinematográfica que no teme la ternura. Joan Díaz, desde Barcelona, firma “Foc”, donde la escuela laietana resucita en capas densas y emotivas, llenas de matices que se saborean como un vino viejo. En “Random”, Juan Belda y Hugo Westerdahl (Islas Canarias) se atreven con una rareza exquisita: unos King Crimson deformados por el surrealismo, y la voz sampleada de William Burroughs como guía en este descenso poético al subconsciente. “Continuo despertar, part 1”, de un exquisito Víctor Estrada, suma a músicos de Amarok y un arpa celta para ofrecernos un pasaje emocional que resuena con el espíritu de un Mike Oldfield clásico teñido de la sensibilidad contemporánea. Y justo cuando pensábamos haberlo oído todo, Xavi Reija (Barcelona) entrega “John’s song”, con una batería que parece contar historias: precisión y alma, fuerza y matiz, una fusión que acaricia tanto como sacude. Y el broche lo pone Mariano Lozano-P, desde Granada, con “Tanger-iné”, una joya planeante que mira hacia Berlín con la nostalgia de quien amó aquella electrónica emocional, introspectiva, y profundamente humana.

Este volumen no es, ni quiere serlo, un resumen; es una carta de amor a un género y a un país que lo ha entendido a su manera. Cada tema es un acto de resistencia contra la prisa, una invitación a escuchar de verdad. Entre inéditos que son tesoros y algunos músicos anónimos que deberían haber llenado escenarios, este disco se siente como un viejo amigo que vuelve con historias nuevas. Porque sí, aquí el corazón del progresivo español no solo late: canta, sueña y, como siempre, sigue caminando hacia lo desconocido.

Hazte con él en 5 Lunas Producciones

sábado, junio 28, 2025

ALTAIR (1989/2025)

Desde los primeros compases del extraordinario inicio con “Nuevo horizonte”, hasta las atmósferas dinámicas que se oscurecen con toques clásicos en la conclusión, “Placido paseo”, uno siente que está ante algo más que una simple reedición: es una resurrección, una invocación del alma profunda del rock progresivo español. Altair, aquel dúo barcelonés que soñaba a lo grande, formado por Alfredo G. Arcusa e Isabel Muniente, vuelve a publicar, 35 años después, su álbum homónimo gracias a la labor impecable del sello andaluz 5 Lunas Producciones, que nos entrega una reedición tan cuidada como necesaria. La música, íntegramente instrumental, oscila entre la complejidad técnica y una sensibilidad admirable, en un universo sonoro donde los teclados y la batería conversan con una fuerza que atraviesa el tiempo. Lo que estos dos músicos lograron en 1989, sin redes ni etiquetas, es pura alquimia sonora, es el sello único de dos músicos que, sin más acompañamiento, creaban paisajes sonoros complejos, pulcros y, sobre todo, profundamente humanos.

Cada tema del disco es un capítulo de una obra mayor. Desde la épica sin palabras de “Estrella en el camino”, que recuerda a las catedrales sonoras de ELP, hasta esa bella introspección que preside “Sin presente”, donde el torrente melódico se vuelve confesional, íntimo, casi secreto, Altair no busca simplemente impresionar: busca conmover. Y lo consigue. El diálogo entre la batería de Arcusa —precisa, dramática, enérgica— y los teclados de Muniente —luminosos, expansivos, melódicos— conforma un tejido musical tan intrincado como emocional. Incluso en el directo “En la espesura”, grabado en Barcelona en 1989 e incluido como joya final de esta edición, uno siente que está allí, en la penumbra de una sala, dejándose arrastrar por una ola de belleza instrumental que no necesita de palabras para doler o deslumbrar.

Lo que convierte a esta reedición en algo verdaderamente excepcional no es sólo la calidad de la música, sino el cuidado con el que ha sido devuelta al presente. La nueva masterización a cargo de Albert Guitart respeta cada matiz original mientras le da un brillo renovado, más vivo, más profundo. El diseño gráfico, que respeta la portada original del artista Manel Rueda, y el impecable trabajo visual de Rafa Tardío, no es sólo un envoltorio, es un homenaje. Y detrás de todo esto está la pasión palpable de 5 Lunas Producciones, un sello que no sólo rescata discos: rescata memoria, historia, legado. Se nota el amor por el género, se nota el respeto por el arte. Este tipo de reediciones no se hacen por negocio. Se hacen por necesidad espiritual.

En resumidas cuentas, Altair no sólo nos entregó un disco; nos brindó un faro sonoro en la niebla del tiempo, un viaje de regreso a lo esencial envuelto en ecos cósmicos. Cada nota es un latido sincero, cada tema, un puente entre la nostalgia y la esperanza. Es música que no se escucha: se abraza.

Hazte con él en 5 Lunas Producciones

miércoles, junio 11, 2025

PROGRESSIVE ROCK SIDE OF FIVE MOONS. VOLUME 5 (2025)

 

Resucitar sonidos que parecían condenados al olvido, como quien sopla el polvo de un tesoro perdido en el desván profundo del alma. Eso es lo que logra esta quinta entrega de Progressive Rock Side of Five Moons, un proyecto que más que una recopilación es una labor arqueológica del corazón, impulsada por el equipo de 5 Lunas Producciones. Desde la primera nota de Arcabuz y su “Música después de la vida”, uno se siente atrapado por una brisa andaluza que sopla desde Santa Coloma de Gramenet: atmósferas de otra era que nos recuerdan que el espíritu del progresivo español sigue muy vivo, si se sabe escuchar con el oído del espíritu.

Alms, la criatura sonora del asturiano Aitor Lucena, nos ofrece en “Avaritia” una catedral de sonidos sombríos y místicos, con resonancias que beben del sinfonismo italiano. En cambio, el navarro Adolfo Alcocer, bajo su alias Mondo Infiel, nos regala con “El ser de la necesidad” una de las joyas del álbum: una pieza extensa, bella, cargada de tensión emocional, donde las guitarras respiran como si fueran seres vivos y el folclore se funde con la psicodelia en un suspiro que trasciende las épocas. Luego llegan los catalanes Golem, veteranos del final de los ochenta, que en “Jedraque” construyen una pequeña sinfonía mediterránea de flauta vibrante, aires de RPI y una nostalgia que es todo menos triste.

Desde Andorra, Hysteriofunk nos hacen levitar con la elegancia jazz-rock de “Óscar Car”, una suite que fluye como un río que ha aprendido a improvisar su cauce. Le siguen los montañeses Zrio con su brevísima pero deliciosa “Blue frog”, juguetona y erudita, cruzando con naturalidad el jazz, la clásica y el rock. En Goio, multiinstrumentista bilbaíno, hallamos un testimonio íntimo: “Momentos” es una pequeña obra de cámara progresiva, de teclados y voces suaves, tan discreta como inolvidable, una postal musical de melancolía moderna.

Y cuando crees haberlo oído todo, llegan tres gigantes. Pi2, que con “The acid rain” desatan una tormenta majestuosa de 10 minutos donde el barroco progresivo se vuelve contemporáneo, libre y poderoso. El Tubo Elástico, herederos del virtuosismo instrumental andaluz, firman con “El Marciano” un sentido viaje cósmico de movimiento ondulante, ritmo vital y precisión melódica que parece esculpido en la atrayente ingravidez del Cosmos. El broche lo pone Gòtic, los legendarios barceloneses que en “Història d'una gota d’aigua” derraman belleza en forma de música: una pieza que no solo cierra el disco, sino que lo corona como lo que es: un monumento a la sensibilidad, a la persistencia del arte sin etiquetas, a la belleza que no caduca. Este volumen 5 no es un disco, es una carta de amor al progresivo español. Y, amigos míos, ojalá todos los discos provocaran un sentimiento igual.

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