domingo, abril 13, 2025

GROBSCHNITT: THE HISTORY OF SOLAR MUSIC 3

The History Of Solar Music 3 es una joya para los amantes del rock progresivo, ofreciendo una inmersión profunda en la evolución sonora de la banda a través de grabaciones en vivo de los años 60, 70 y 80. Este doble CD captura la esencia de "Solar Music", una pieza instrumental emblemática que, en estas versiones, se despliega con una energía y creatividad desbordantes, transportando al oyente a un viaje cósmico inolvidable.​

Los temas provienen de actuaciones en diversas localidades alemanas, como la ofrecida en el Schützenhalle de Meschede en 1981 y las del THG Gymnasium en Hagen en 1969 y 1975, reflejando la capacidad de Grobschnitt para reinventar "Solar Music" en cada presentación. La formación que da vida a estas interpretaciones incluye a Joachim Heinz Ehrig (Eroc), batería, Gerd-Otto Kühn (Lupo), guitarras, Stefan Danielak (Wildschwein), guitarra y voz, Volker Kahrs (Mist), teclados, y Milla Kapolke en el bajo, entre otros músicos que contribuyeron a la riqueza sonora del grupo.​

La recopilación de estas piezas es el resultado de una cuidadosa selección de material inédito y poco habitual, ofreciendo a los seguidores una perspectiva única de la evolución de "Solar Music" a lo largo de los años. La dedicación de la banda para brindar experiencias únicas en vivo se refleja en cada pista, haciendo de este álbum una pieza imprescindible para comprender la magnitud artística de Grobschnitt.​

Esta edición en doble CD me supuso un afortunado impacto, revelando la maestría y pasión de Grobschnitt en sus actuaciones en vivo. Es un testimonio vibrante de su legado en el rock progresivo y una invitación a redescubrir la magia de "Solar Music" en su máxima expresión. Totalmente recomendado, sin ninguna duda.

EMERSON, LAKE & PALMER: TARKUS (1971)

¿Qué es lo que no se ha dicho todavía de Tarkus, piedra angular del rock progresivo de todos los tiempos? Tal vez que no es un álbum, sino una cosmogonía. No es un conjunto de canciones, sino una visión apocalíptica que emerge en forma de armadillo mecanizado, mitad tanque, mitad oráculo. A estas alturas todos han hablado del virtuosismo, de los compases imposibles, de los sintetizadores al borde de la locura, pero nadie parece haber señalado lo más obvio: Tarkus no quiere gustarte. Quiere derrotarte. Quiere sentarte frente a sus siete movimientos y obligarte a enfrentarte a tu propia irrelevancia musical. Emerson no interpreta, exorciza. Lake no canta, seduce. Y Palmer, bueno, Palmer convierte su batería en un campo de batalla, donde cada golpe es un proyectil lanzado desde su arsenal percusivo.

Cara A: una suite de más de 20 minutos que desafía no solo la lógica narrativa, sino también nuestras propias expectativas emocionales. “Eruption” irrumpe con una intensidad telúrica, una avalancha de teclas que no pide permiso. “Stones of years” nos ofrece un remanso melancólico, una balada sumergida en un magma progresivo que arde con dulzura contenida. A medida que avanzamos hacia “Manticore”, el paisaje se ha vuelto onírico, como si estuviéramos recorriendo un relato de ciencia ficción contado por un trovador del siglo XX. La música aquí no pelea, transforma. En “Battlefield”, Greg Lake desliza una guitarra herida, con un timbre que roza lo confesional, como si intentara reconstruir algo sagrado entre los restos emocionales de lo que hemos vivido. Y cuando llega “Aquatarkus”, el cierre no resuelve, sino que transfigura: el mítico armadillo ya no es una bestia mecánica, sino una criatura fluida, cósmica, que ha aprendido a flotar. Tú también, inevitablemente, has cambiado.

Cara B: el despertar del viaje cósmico. “Jeremy Bender” aparece como un guiño inesperado, una travesura musical que disipa la solemnidad anterior con una sonrisa casi teatral. Tras esto, “Bitches crystal” y “The only way (Hymn)” se encargan de recordarte que lo sagrado y lo salvaje pueden coexistir, que hay algo profundamente humano en la mezcla de un órgano eclesiástico con la energía cruda del virtuosismo eléctrico. Escuchar “Infinite Space” y “A Time And A Place” es como presenciar una revelación sonora: las melodías no parecen compuestas, sino descubiertas, como si siempre hubieran estado ahí, esperando ser escuchadas entre los pulsos del Universo. Y al final, “Are you ready, Eddy?” llega como una carcajada cómplice, una ráfaga resplandeciente que te devuelve a la realidad con ritmo contagioso y el afecto de quien sabe que acaba de compartir contigo algo irrepetible. Todo lo anterior no fue un sueño, pero tampoco algo completamente de este mundo.

Tarkus no es un álbum para escuchar: es un álbum para sobrevivir. Es la banda sonora de una cruenta batalla entre la tradición y la tecnología, entre el exceso barroco y el minimalismo brutal. Una arcana criatura nacida del cruce entre Bach, Moog y Lord Dunsany, con William Neal pintando la portada como si supiera que nadie jamás captaría todo el mensaje. Lo hermoso, y también lo terrible, de Tarkus es que no tiene final: es un espejo progresivo que se adapta a quien lo escucha. Algunos ven un monstruo técnico. Otros, una obra maestra. Yo veo un disco que se ríe de nosotros mientras intentamos definirlo. Y esa, amigos, es exactamente la razón por la que lo seguiré escuchando, eón tras eón.

sábado, abril 12, 2025

HATFIELD AND THE NORTH (1974)

El álbum debut de Hatfield and the North, lanzado en 1974 por el sello Virgin, es una de las piedras angulares del movimiento de Canterbury, donde convergen el jazz-rock, la psicodelia y el progresivo británico con una naturalidad inquietante. Formado por músicos provenientes de bandas como Caravan, Egg o Matching Mole, el grupo construye un universo sonoro en el que la técnica se pone al servicio de la propia música, la exploración y la sensibilidad melódica. A lo largo de los quince cortes que conforman el LP, la banda evita el formato canción, apostando por una secuencia fluida de pasajes que se entrelazan como si fueran parte de un sueño continuo.

La participación de voces femeninas etéreas (las Northettes: Amanda Parsons, Barbara Gaskin y Ann Rosenthal), así como la aparición estelar de Robert Wyatt en “Calyx”, otorgan al disco una dimensión coral y vaporosa que acentúa su carácter onírico. Los títulos de las piezas, tan excéntricos como “Lobster in cleavage probe” o “Gigantic land crabs in Earth takeover bid”, revelan el humor británico y la irreverencia lúdica del grupo, sin que esto reste profundidad musical. La interpretación instrumental es impecable: las líneas de bajo de Sinclair son juguetonas pero precisas, los teclados de Stewart aportan color y misterio, y la batería de Pyle aporta una fluidez rítmica inusual, más cercana al jazz que al rock.

Grabado en The Manor y coproducido por Tom Newman, el álbum suena intemporal, como si hubiese sido compuesto al margen de modas o expectativas comerciales. Su estructura fragmentada, lejos de desorientar, invita a una escucha abierta y contemplativa. Más que un producto de estudio, se percibe como una conversación constante entre músicos que se conocen profundamente y que entienden la música como una forma de libertad compartida.

Hatfield and the North no busca impactar, sino permanecer. Es un álbum que emociona, que asombra sin necesidad de imponerse. En su aparente ligereza se esconde una de las obras más delicadas y personales del progresivo británico. Escucharlo es recordar que la música, cuando nace del juego honesto entre amigos, puede tocar lugares que ni siquiera sabíamos que teníamos dentro.

sábado, abril 05, 2025

TRIBU: QUÈ HEM DE FER? (1980)

El álbum es una obra vibrante que fusiona con maestría el jazz rock con la alegría del folclore mediterráneo. Desde los primeros compases de "Elefants", el oyente es transportado a un mundo sonoro dinámico donde la improvisación jazzística se entrelaza con ritmos festivos y melodías populares. La instrumentación es rica y variada, con la trompeta de Josep Lluis Soler y el violín de Ferrán Saló aportando un colorido singular, mientras que el piano eléctrico de Maurici Villavecchia y la percusión enérgica de Santi Arisa refuerzan el carácter efervescente del disco. Cada pieza del álbum destila una energía contagiosa que convierte la escucha en una experiencia emotiva y emocionante.

Uno de los aspectos más sorprendentes de Què Hem de Fer? es su equilibrio entre la sofisticación técnica y la accesibilidad. Canciones como "El galliner" y "Rock de la gana" ejemplifican cómo el grupo logra mantener una estructura rítmica compleja sin perder el espíritu lúdico que caracteriza su música. La inclusión de instrumentos como el acordeón y la flauta dulce, sumado a las voces festivas, refuerzan la sensación de celebración. La producción, aunque fiel a su época, deja espacio para que cada instrumento brille con claridad, demostrando la gran calidad musical de Tribu y su capacidad para reinventar las tradiciones sonoras catalanas dentro de un marco moderno e innovador.

Más allá de su riqueza musical, Què Hem de Fer? transmite un mensaje optimista y vitalista que resuena incluso décadas después de su lanzamiento. La música de Tribu no solo puede invitar a fiesta y a diversión, sino que también evoca un sentimiento de comunidad y alegría compartida. Es un recordatorio de que, incluso en tiempos de incertidumbre, la celebración y la unión pueden ser respuestas poderosas. Con este álbum, Tribu logró algo más que una fusión de géneros: creó una experiencia sonora que sigue irradiando entusiasmo y pasión por la música, dejando huella en quienes se atreven con su propuesta.

viernes, abril 04, 2025

BIRTH CONTROL: BACKDOOR POSSIBILITIES (1976)

Backdoor Possibilities (1976) es, para mí, la cima absoluta del espíritu progresivo dentro de la discografía de esta banda berlinesa que nunca temió ir más allá de sus límites. Desde el primer sonido hasta el último acorde, es una obra maestra de principio a fin. En este disco, el grupo dio un paso más allá de su hard rock psicodélico habitual para sumergirse en un océano de estructuras complejas, teatralidad y desarrollo narrativo. Cada tema se desplegaba con una tensión dramática constante, un equilibrio perfecto entre la exploración técnica y la emoción visceral. Lo que antes eran destellos progresivos, aquí se convierten en una columna vertebral imponente.

Lo que más me admira es la manera en que los teclados de Zeus B. Held se convierten en auténticos arquitectos del sonido. Hay una utilización masiva, y gloriosamente justificada, de sintetizadores, pianos eléctricos y órganos, que le otorgan al disco su aspecto sinfónico y lo elevan a otra dimensión. Pero Backdoor Possibilities no sería lo que es sin la característica voz de Bernd Noske, esa mezcla de aspereza y expresividad que narra cada pasaje con intensidad teatral, ni sin la solidez del resto de instrumentistas, cuyo sustrato rítmico poderoso mantiene la cohesión incluso en los momentos más enrevesados. Es un álbum que desafía al oyente con su sofisticación, recompensándolo con una experiencia casi cinematográfica.

En temas como "La cigüena de Zaragoza" o "Behind grey walls", se detecta claramente ese espíritu a lo Gentle Giant, especialmente en los arreglos vocales y en el juego poliédrico de ritmos y texturas. No es una copia, sino una relectura con personalidad propia: más sombría, más europea continental en su dramatismo, más visceral en su ejecución. De hecho, Backdoor Possibilities puede catalogarse como un disco atrevido, incluso arriesgado, que descoloca a quienes esperan algo más lineal, pero que enamora a los que buscamos evolución y profundidad.

Backdoor Possibilities no es sólo un hito dentro del rock progresivo alemán, sino un testamento emocional de lo que ocurre cuando una banda se entrega sin reservas al Arte. Cada vez que lo escucho, y lo hago a menudo, siento que me adentro en un mundo de sombras y luces, de pasajes laberínticos y revelaciones sonoras. Es un disco que no se deja domar fácilmente, pero que, si uno le entrega tiempo y atención, devuelve algo mucho más grande que música: una visión, un viaje, un espejo de nuestra complejidad interior. Su intensidad no se desvanece, al contrario, perdura deslumbrando como la primera vez.

lunes, marzo 24, 2025

ENRIC PASCUAL: TARRACO (2025)

Enric Pascual nos regala con Tarraco, su primer álbum en solitario, un trabajo que sabe impregnarse de décadas de exploración musical y una pasión desbordante por el rock sinfónico. Con una trayectoria que abarca desde los contundentes comienzos en Harnakis en los años 90 hasta su andadura en Doctor No y Scaladei, Pascual ha ido forjando un camino sólido dentro del progresivo nacional. Ahora, en esta obra personalísima, toma las riendas de todos los instrumentos —batería, teclados, Mellotron y voz— componiendo un disco que, más que un simple conjunto de canciones, es un viaje íntimo y conceptual por su propia alma y raíces.

Desde el primer compás de la Tarraco Suite, nos sumergimos en un universo donde la emoción se desgrana en extensos desarrollos instrumentales. La batería, ejecutada con una expresividad única, se convierte en el latido de la narración, mientras que los teclados y el Mellotron despliegan extensas cortinas ambientales, casi cinematográficas, que envuelven cada pasaje. Pascual no solo nos transporta a la grandeza de la antigua Tarraco, el sustrato de su propia existencia vital, sino que nos invita a una exploración íntima del amor y la identidad, con su propia voz impregnada de melancolía y lirismo. A medida que avanzamos en los cinco movimientos de la suite, la música se convierte en una odisea de tensión dramática, romanticismo y épica progresiva, transportándonos a las gloriosas obras del género de los finales setenta en España con las que enlaza con similar calidad.

El cierre del álbum, “Algún día en el Edén”, cuenta con la colaboración especial de Mike Starry, guitarrista de Omni, cuya presencia añade un matiz final de majestuosidad. Su guitarra, etérea y evocadora, dialoga con la instrumentación de Pascual en una coda sublime, donde la tensión narrativa se resuelve en un clímax de enorme belleza. Es en este punto donde yo creo que la obra alcanza su cénit, consolidando a Tarraco como un referente del rock sinfónico contemporáneo en España, un disco que se desarrolla con la ambición de una banda sonora y la profundidad de una gran novela musical.

No queda más que rendirse ante la sensibilidad y la maestría de Enric Pascual. Tarraco no es sólo un álbum, sino un testimonio de madurez creativa, una obra de Arte que mira al pasado con respeto y al futuro con audacia. Es la confirmación de que el rock sinfónico español aún tiene grandes historias por contar, y que Pascual, con su talento inagotable, es uno de sus mejores narradores.

lunes, marzo 17, 2025

FORMAS: LARGOS SUEÑOS (1981)

Formas, aquel grupo sevillano nacido en 1977, es un canto que resuena en el eco del rock andaluz como un poema escrito con guitarras aflamencadas y teclados progresivos. Su obra debut, Largos Sueños, publicada en 1981 en SurcoSur, es un lienzo sonoro en el que cinco músicos trazaron paisajes cargados de melancolía y esperanza. Manuel López, Sebastián Gaona, José Manuel Blanco, Francisco García y Antonio García entrelazaron sus talentos para crear una sinfonía que danza entre lo terrenal y lo etéreo, evocando las raíces de la tierra andaluza con la pasión de un Arte que no se doblega al paso del tiempo.

En su interior se encuentran joyas como "Soleá", compuesta por Julio Matito y Paco Ortega, y "La gitanilla", donde las notas se convierten en versos, y las melodías, en imágenes vivas. La voz del juglar Sebastián Gaona, cuenta historias que parecen susurradas por los vientos del Guadalquivir, mientras las guitarras de Manuel López y los teclados de José Manuel Blanco dibujan horizontes infinitos. Largos Sueños es un viaje donde la tradición y la modernidad se dan la mano, creando una obra que trasciende la simple categoría musical para convertirse en un testimonio del alma andaluza.

Hoy podemos decir que este sueño largo y profundo ha despertado de su letargo gracias al sello 5 Lunas Producciones, bajo la guía de Juan Antonio Vergara, que ha dado nueva vida al álbum con una cuidada reedición en CD. La remasterización ilumina cada rincón sonoro de esta obra y añade un tema inédito, "Verde esperanza", que cierra el álbum como un susurro de promesas renovadas. Este rescate no es solo una restauración musical, sino un homenaje a la pasión y al arte de una banda que convirtió la música en un refugio de belleza.

Formas no solo tocó las cuerdas del rock andaluz, sino también los corazones de quienes escucharon su llamada. Aunque su segundo álbum, Sol de Acuario, editado solamente en formato cassette en 1985 y con nula promoción, quedó a la sombra del primero, la esencia de Largos Sueños ha perdurado, como un perfume que nunca se desvanece. Su pretérito éxito en Italia y su vigencia actual son prueba de que la verdadera poesía nunca muere; permanece suspendida en el tiempo, aguardando nuevas almas que la descubran.

Este álbum no es solo música; es un suspiro, un instante atrapado en el flujo del tiempo, un testimonio del poder de la creación humana para desafiar el olvido. Largos Sueños es una oda a los sentidos y una caricia al alma, una obra que merece ser descubierta y celebrada como un tesoro escondido en el vasto paisaje de la música española.

viernes, marzo 14, 2025

"ESPERPENTO": EL NUEVO VIAJE SONORO DE COCHÈ VIL BAND

Hoy 14 de marzo ve la luz “Esperpento”, un ambicioso tema instrumental de más de 9 minutos de duración con el que la Cochè Vil Band presenta su renovada formación. La banda, liderada por Cochè Vil, guitarras, integrada totalmente por orensanos cuenta ahora con David Outumuro a la batería, Jacobo González en los teclados, Óscar Vázquez en el bajo y Sebas Mato en la guitarra eléctrica. Juntos han dado forma a un tema que refleja la esencia del rock progresivo de los años 70, con claras influencias de referentes como Pink Floyd o Yes, combinadas con el sello personal de su compositor.

Para lograr un sonido a la altura de su propuesta, “Esperpento” ha sido mezclado por Daniel Cardoso, ex integrante de Anathema y actual músico de Weather Systems, mientras que la masterización ha estado en manos de Steve Kitch, teclista de The Pineapple Thief. Con estos nombres en la producción, la Cochè Vil Band apuesta por una carta de presentación de alto nivel, prometiendo una experiencia sonora envolvente y fiel a la tradición progresiva.

https://www.youtube.com/watch?v=3hfjp4HE0Ik

martes, marzo 11, 2025

AMORPHOUS ANDROGYNOUS: THE ISNESS (2002)

Amorphous Androgynous, el alter ego psicodélico del dúo británico The Future Sound of London, nos regaló en 2002 un viaje sonoro único con The Isness. En este álbum, Garry Cobain y Brian Dougans se alejan de la electrónica abstracta que les precedía  para sumergirse en una experiencia que remite directamente al rock progresivo y la psicodelia de finales de los sesenta y principios de los setenta. Lo hacen con una riqueza instrumental apabullante, en la que el sitar, los vientos y una producción expansiva generan atmósferas hipnóticas y envolventes. Es un disco que se aleja de lo convencional y que se deja llevar por la experimentación sin ataduras, evocando paisajes sonoros caleidoscópicos y una sensación de viaje lisérgico.

Desde sus primeras notas, The Isness recuerda a los primeros Pink Floyd de Ummagumma, Atom Heart Mother, A Saucerful of Secrets o More, tanto en la estructura de los temas como en la manera en que los desarrollos instrumentales fluyen con total libertad. A lo largo del disco, encontramos pasajes donde la electrónica cósmica se fusiona con elementos sinfónicos, una mezcla que también nos remite a Tangerine Dream, especialmente en piezas como “High tide on the sea of flesh”, donde los sintetizadores ambientales evocan los viajes espaciales característicos del grupo alemán. Esta diversidad de influencias hace que el disco sea una obra de múltiples capas, ideal para una escucha profunda y atenta.

Pero las conexiones no terminan ahí. The Isness también ha sido una fuente de inspiración para bandas posteriores, y su influencia es palpable en la primera época del dúo francés Air, en particular en Moon Safari, donde el downtempo progresivo y los arreglos orquestales comparten esa misma búsqueda de texturas oníricas. La diferencia es que Amorphous Androgynous apuesta más por la libertad total, mientras que Air se mantiene dentro de estructuras más accesibles. Aun así, ambos proyectos comparten ese amor por la evocación sonora y la construcción de paisajes musicales que parecen flotar en el tiempo.

En definitiva, The Isness es un álbum que desafía etiquetas y se convierte en una experiencia sensorial más que en una simple colección de canciones. Su riqueza instrumental, sus ambientes envolventes y su espíritu aventurero lo convierten en una obra imprescindible para los amantes de la psicodelia y el rock progresivo. Es un disco que invita a dejarse llevar, a sumergirse en un universo de colores sonoros, demostrando que la música sigue siendo un vehículo poderoso para la exploración y la trascendencia.

lunes, marzo 10, 2025

CLAUDE DUBOIS: FABLE D'ESPACE (1978)

Claude Dubois, una de las voces más icónicas de Quebec, sorprendió al mundo en 1978 con Fable d’Espace, una obra que rompe con su trayectoria melódica para adentrarse en el progresivo. En una jugada similar a la de José Cid en Portugal, Dubois decidió explorar los terrenos del rock sinfónico con una sensibilidad melódica impecable, resultando un álbum que es, sencillamente, una maravilla absoluta. Grabado en los estudios Utopia Sound en Nueva York, con el respaldo de Todd Rundgren, el disco se nutre de una instrumentación elaborada y una producción meticulosa que le otorgan un aura única dentro del panorama progresivo francófono de la época.

Musicalmente, Fable d’Espace destaca por su riqueza instrumental, con una presencia constante de teclados, sintetizadores y arreglos envolventes. John Wilcox en la batería y Richard Bell en los teclados aportan una base sólida, mientras que John Holbrook, además de encargarse de la ingeniería y la mezcla, deja su huella con su trabajo en la guitarra y los sintetizadores. Jean-Yves Labat, conocido por su paso por Utopia, refuerza esa atmósfera espacial con su dominio del sintetizador EMS. Las seis composiciones del álbum se mueven entre el lirismo melódico y la experimentación, con temas como “Au bout des doigts” y “Vaisseau interspacial” que aúnan esa fusión entre la canción y el progresivo, mostrando una sensibilidad comparable a la de grupos como Harmonium o incluso Camel en su faceta más melódica.

Si bien Dubois nunca se consolidó como un artista progresivo, este disco demuestra que su talento trascendía géneros y etiquetas. Canciones como “Une guitare des ondes et leur machine” evidencian su capacidad para jugar con texturas sonoras, mientras que “Salta diabla” aporta un dinamismo inesperado dentro de la estructura del álbum. En un contexto donde Quebec se convertía en un hervidero de rock progresivo con nombres como Maneige o Pollen, Fable d’Espace se sitúa en una posición especial: no es un disco de rock progresivo puro, pero su ambición y calidad lo hacen destacar como una obra maestra de pop progresivo.

En conclusión, Fable d’Espace es un disco que desafía expectativas y se erige como una joya de la música progresiva francófona. La fusión entre la tradición melódica de Dubois y el universo sonoro expansivo que construye en este álbum resulta en un trabajo atemporal, de esos que siguen maravillando con cada escucha. Para quienes buscan una obra accesible pero sofisticada dentro del progresivo, este álbum es un imprescindible, una demostración de que cuando un artista decide arriesgar, puede crear algo verdaderamente inolvidable.

sábado, marzo 08, 2025

ABACAB: MAL DE TERRE 82009)

El álbum, lanzado en 2009, es un reflejo de la evolución de una banda francesa con raíces profundas en la escena progresiva. Nacidos en 1990 bajo el nombre de Contresens, el grupo acumuló experiencia y reconocimientos en más de 200 conciertos antes de reinventarse y adoptar el nombre Abacab en el año 2000. Influenciados por bandas como Ange, más, y Pink Floyd, o menos, optaron por un sonido que mezcla guitarras potentes con teclados melódicos, marcando un camino propio en el panorama neo-progresivo. La primera incursión con su EP Les 3 Couleurs en 2004 sentó las bases para este ambicioso proyecto discográfico que se consolidó con su debut en un formato más extenso, respaldado por el sello francés Musea.

Musicalmente, Mal de Terre se destaca por su dualidad: por un lado, encontramos atmósferas dramáticas y un rock contundente y casi primitivo en la ejecución de las guitarras, mientras que, por otro, se incorporan pasajes más sutiles y etéreos gracias a patrones delicados a la guitarra, sintetizadores fluidos y solos cargados de nostalgia vintage. La instrumentación está a cargo de un quinteto bastante resolutivo: Thomas Boulant y Arnaud Catouillard en guitarras y voces, Yohan Lampis en la batería, Guillaume Wilmot en teclados y voces, y Alexy Wilmot en el bajo. Este equipo aporta sutiles matices que recuerdan a la tradición teatral y melódica de bandas como Ange o Mona Lisa, aunque sin imitar directamente a Genesis a pesar de su nombre.

En el disco se percibe una experimentación constante que fusiona elementos de prog metal, jazz y funk, creando momentos musicales que oscilan entre la tormenta y la calma. Con una duración al límite de la capacidad de un CD, el álbum ofrece una experiencia extensa en la que algunas piezas se destacan por sus riffs rudos y arreglos sofisticados, mientras que otras pueden parecer una amalgama de ideas menos cohesionadas. La presencia de algunas canciones que ya habían aparecido en el EP cinco años antes genera cierta confusión, al reutilizar temas ya explorados, lo que añade un tinte de controversia en cuanto a la coherencia del conjunto.

Mal de Terre es una propuesta valiente que invita al oyente a sumergirse en una narrativa musical repleta de contrastes. Aunque la fusión de estilos a veces puede generar sensaciones encontradas, la calidad instrumental y la marcada identidad teatral de sus voces hacen de este álbum una experiencia enriquecedora para los amantes del neo-progresivo. Personalmente, lo considero un disco interesante y bien trabajado, aunque quizás no resulte indispensable para todos los gustos.

sábado, marzo 01, 2025

KIT WATKINS: LABYRINTH (1981)

Kit Watkins, un maestro de los teclados con una sensibilidad única, nos entregó en 1981 Labyrinth, su primer álbum en solitario tras su paso por Happy the Man y Camel. Este trabajo es una fascinante exploración sonora que combina progresivo, jazz fusión y ciertas esencias new age, todo envuelto en una atmósfera evocadora. Acompañado únicamente por el percusionista Coco Roussel, Watkins se encarga de todos los demás instrumentos, mostrando una versatilidad impresionante. Desde el primer tema, “Glass of time”, queda claro que estamos ante una obra que abraza las convenciones del rock progresivo, con melodías intrincadas y cambios de tiempo sorprendentes que recuerdan a la escuela de Genesis o los propios Camel, pero con un sello muy personal.

El disco despliega una riqueza tímbrica notable. “Mt. St. Helens”, por ejemplo, es un despliegue de potencia rítmica con un aire casi cinematográfico, mientras que “Spring 1980” nos lleva a un lugar más etéreo y delicado, mostrando la capacidad de Watkins para crear paisajes sonoros emotivos con su piano. La pieza central, “Labyrinth”, con sus más de siete minutos de duración, es una obra maestra de texturas y progresiones armónicas, inspirada en los viajes del músico por el metro de Washington D.C. Este tipo de detalles dan un carácter casi narrativo a la música, sumergiendo al oyente en una experiencia sensorial que va más allá de la simple escucha. Se percibe la influencia de la escena de Canterbury en piezas como “Two worlds” y “4 bars-1 unit”, que combinan el lirismo melódico con estructuras complejas al estilo de Matching Mole o National Health.

Hacia el final del álbum, “Cycles” nos muestra un Watkins más experimental, anticipando su inclinación hacia la música ambient y new age de trabajos posteriores, funcionando como una especie de epílogo contemplativo tras la intensidad de las composiciones anteriores. Es un cierre inesperado, pero que en retrospectiva da coherencia a la trayectoria posterior del artista, quien siguió explorando paisajes sonoros cada vez más atmosféricos y minimalistas.

Labyrinth es una joya oculta dentro del rock progresivo, un testimonio de la genialidad de Kit Watkins y su capacidad para construir mundos sonoros con una riqueza y profundidad pocas veces vistas. Es un álbum que no busca deslumbrar con virtuosismo desmedido, sino que invita a una escucha atenta, casi meditativa. Como todo laberinto, su recorrido es complejo, a veces desconcertante, pero al final nos deja con la sensación de haber descubierto algo nuevo y maravilloso en cada rincón. Para quienes aman la música progresiva en su faceta más elegante y evocadora, esta es una obra imprescindible.

MOON CLUSTER: DYSTOPIKA (2024)

El álbum, lanzado el 19 de noviembre de 2024, es una obra maestra que transporta al oyente a la esencia del rock progresivo de los años 70. Desde los primeros acordes de "Oh Lord", la banda bilbaína nos sumerge en un viaje sonoro de más de diez minutos, donde los teclados de Elis Casado y la guitarra eléctrica de Miguel Ramírez se entrelazan en una danza hipnótica. La sección rítmica, compuesta por Mortensen Rik en el bajo y Ricar Fernández en la batería, aporta una base sólida que sostiene la complejidad melódica de la pieza.

El segundo tema, "Green and watery", nos envuelve en una atmósfera más introspectiva. Aquí, los elementos de jazz y rock se fusionan de manera sublime, creando paisajes sonoros que evocan imágenes de vastas extensiones acuáticas y cielos nublados. La destreza instrumental de la banda se hace evidente en cada compás, demostrando una cohesión y madurez artística que cautiva y emociona.

La joya de la corona es, sin duda, "Return to Karnak 9" (el título ya da pistas más que claras de qué senderos intrincados recorre este fenomenal combo), una extensa y emotiva suite que cierra el álbum. Dividida en nueve movimientos, esta composición épica nos lleva por un recorrido lleno de cambios de tempo, dinámicas y texturas sonoras que mantienen al oyente en vilo. La narrativa musical aquí es poderosa, contando una historia sin palabras que resuena en lo más profundo del alma.

Dystopika no es solo un tributo al legado del rock progresivo, desde ELP hasta Pink Floyd o Eloy, sino un faro encendido en la vastedad del tiempo, una obra que respira con vida propia. Moon Cluster ha tejido un tapiz sonoro donde cada nota es un latido, cada compás un eco de genialidad. Escucharlo no es solo un acto, sino un viaje iniciático: con cada repetición, emergen nuevos paisajes, texturas ocultas y destellos de una belleza inagotable. Es un álbum que no se consume, sino que crece, se expande y nos envuelve en su hechizo, invitándonos a perdernos en su inmensidad una y otra vez.

lunes, febrero 24, 2025

RIVERSIDE: ANNO DOMINI HIGH DEFINITION (2009)

Cuando Riverside lanzó Anno Domini High Definition, quedó claro que la banda polaca estaba en una nueva etapa de su evolución musical. Con un sonido más directo y agresivo, este álbum supuso un giro hacia un hard progresivo más intenso sin perder la esencia atmosférica y melódica que los caracterizaba. La alineación conformada por Mariusz Duda (voz, bajo, guitarra acústica), Piotr Grudziński (guitarras eléctricas), Michał Łapaj (teclados, Hammond, theremin, coros) y Piotr Kozieradzki (batería, percusión) logró un balance entre dinamismo y momentos de calma, donde los extensos desarrollos instrumentales se combinan con capas fluidas de teclados que, en ocasiones, llegan a insinuar la electrónica progresiva.

Desde el inicio con “Hyperactive”, Riverside deja claro que este no es un disco de medias tintas. El piano inicial de Łapaj es solo una breve introducción a la tormenta de riffs de Grudziński y el bajo potente de Duda, creando una base rítmica sólida que se mantiene a lo largo de todo el álbum. En temas como “Driven to destruction” y la suite Egoist Hedonist, la banda juega con estructuras complejas y cambios de tiempo que recuerdan a bandas como Porcupine Tree o Pain of Salvation, aunque con una identidad propia muy marcada. El uso de un órgano Hammond rugoso le da cuerpo a los temas, aportando un aire setentero que refuerza la conexión de la banda con el rock progresivo clásico, evocando a grupos como Pink Floyd y King Crimson.

El punto culminante del álbum llega con “Left out” y “Hybrid times”, dos composiciones de largo desarrollo que reflejan la madurez compositiva del cuarteto. Aquí, la épica y la fluidez toman protagonismo, con pasajes instrumentales de profunda luminosidad y una interpretación emocionalmente intensa por parte de Duda. Su voz, cálida y a la vez melancólica, guía al oyente a través de un viaje sonoro donde la tensión y la calma se alternan de manera magistral. Además, la presencia de secciones de viento en la citada Egoist Hedonist añade una dimensión inesperada, pero perfectamente integrada al sonido del disco, demostrando la capacidad del grupo para innovar dentro de su propio estilo.

Anno Domini High Definition es un álbum que, en mi opinión, consolidó a Riverside como una de las bandas más relevantes del progresivo contemporáneo. Su capacidad para fusionar la agresividad del metal con la reflexión del rock progresivo sinfónico, sumada a una producción impecable, lo convierte en una obra imprescindible para los amantes del género. Con este disco, la banda no solo cerró una etapa, sino que también dejó claro que su evolución musical estaba lejos de terminar.

domingo, febrero 23, 2025

ELIXIR: ONE HAPPY DAY (1986)

El álbum One Happy Day de Elixir, lanzado en 1986, representa un ambicioso intento de fusionar el rock progresivo con un pop sofisticado, con ciertas reminiscencias a bandas como los primeros Pendragon o, incluso, Azul y Negro, aunque sin el componente tecno de estos últimos. La banda malagueña, que compartió escenario con Tabletom en diversas ocasiones, presenta un trabajo con ideas interesantes y bien intencionadas, pero que en su resultado final carece de la profundidad necesaria para destacar dentro del género progresivo. Aun así, se pueden encontrar pasajes evocadores y una clara intención de sofisticación musical que le otorgan un sello distintivo dentro del panorama español de los años 80.

El dúo conformado por Carlos Salcedo (voz, flauta, guitarra y percusión) y Carlos Llorente (voz, piano, sintetizadores y bajo) asume la totalidad del trabajo interpretativo y compositivo, lo que, si bien demuestra su talento y versatilidad, también limita el alcance sonoro del álbum. La producción adolece de un sonido algo plano que no termina de realzar las múltiples capas e influencias que se intuyen en la propuesta. En algunos momentos, la música evoca lejanamente a Granada o incluso a Jethro Tull, gracias al uso de la flauta y ciertos desarrollos melódicos, mientras que en otros se acerca más a la línea sinfónica que posteriormente explotarían los hermanos Marés en Mascarada, aunque sin la estructura conceptual de estos últimos.

A pesar de sus limitaciones, One Happy Day deja algunos temas destacables que sobresalen por su calidad melódica y su espíritu evocador. "Dream of dreams" es quizás el tema más logrado, con una atmósfera envolvente que atrapa al oyente. "Melodies from the sea" despliega una sensibilidad especial en su construcción, mientras que "Close to the end" aporta una dosis de dramatismo bien logrado. Son en estos momentos donde se percibe el verdadero potencial de la banda, aunque la ausencia de una formación más amplia impide que estas ideas alcancen un desarrollo pleno. Es fácil imaginar cómo un mayor número de músicos podría haber enriquecido los arreglos y brindado una mayor variedad sonora al álbum.

En definitiva, One Happy Day es un trabajo con mérito, pero que se queda a medio camino entre la ambición y la ejecución. Se percibe el esfuerzo y la pasión de Salcedo y Llorente, pero también las limitaciones que conlleva un proyecto tan exigente llevado a cabo solo por dos músicos. No obstante, el álbum merece ser rescatado y apreciado dentro de su contexto, como una pieza singular en la historia del rock progresivo español. Quizás no cambió el curso del género, pero dejó una huella nostálgica en aquellos que saben valorar los sueños musicales que, por imperfectos que sean, nacen con el corazón en el lugar correcto.

sábado, febrero 22, 2025

CHIRCO: VISITATION (1972)

Hay discos que surgen del reino del olvido como mensajeros de un tiempo desconocido, envueltos en un halo de misterio e injusticia. Visitation, el único álbum de Chirco lanzado en 1972, es uno de esos raros tesoros. No es solo una obra musical, sino el testimonio de una época en la que el rock progresivo y psicodélico buscaba romper las estructuras convencionales para adentrarse en terrenos inexplorados. Tony Chirco, el visionario detrás de este proyecto, no era un simple batería, sino un alquimista sonoro que intentó forjar una experiencia auditiva única. Sin embargo, lo que pudo haber sido un hito del underground setentero quedó atrapado en una maraña de malas decisiones comerciales y una distribución fallida.

El sonido de Visitation se mueve entre la primitiva esencia progresiva y la crudeza del hard rock, con pinceladas de jazz y un leve toque espiritual que lo distingue de otros discos de la época. Desde la suite de apertura Older Than Ancient, con sus cambios abruptos y su narrativa casi cinematográfica, hasta el cierre con “Child of peace”, el álbum es un carrusel de experimentación. La presencia de vibráfonos, órganos espaciales y vientos brilla en composiciones como “Golden image” y “Dear friends”, mientras que la guitarra de John Nayior aporta momentos de pura electricidad. Anvil Roth, con su voz potente y teatral, dota al disco de un dramatismo que llega a recordar los primeros trabajos de Styx o incluso a las incursiones más ambiciosas de Journey. No es el típico rock psicodélico de la Costa Oeste, sino un híbrido que se nutre del eclecticismo neoyorquino, con una ejecución impecable y una producción sorprendentemente pulida para una edición independiente.

Chirco y su banda intentaron abrirse camino en Denver, pero su destino estuvo marcado por la caída de Crested Butte Records (1972-1973), un sello que más que un trampolín resultó ser un callejón sin salida. La historia del álbum es casi tan fascinante como su contenido: una banda que se reúne en la periferia de Nueva York, graba un disco con ambición conceptual, viaja al Oeste con la esperanza de triunfar y acaba viendo su obra desvanecerse entre el olvido y la corrupción empresarial. No es de extrañar que los pocos ejemplares de Visitation que sobrevivieron sean hoy en día objeto de culto. Como tantas joyas malditas del rock progresivo, su fracaso comercial no opaca su relevancia artística, sino que la realza.

Escuchar Visitation hoy es descubrir un mundo sonoro que, a pesar de su anonimato, sigue resonando con fuerza. Es un disco que desafía etiquetas y expectativas, que deslumbra tanto por su ambición como por sus imperfecciones. En un universo paralelo donde Crested Butte Records hubiera tenido un mejor desarrollo, quizás Chirco se hubiera convertido en un referente del progresivo americano. Pero la historia quiso que su legado permaneciera oculto, esperando a ser redescubierto por aquellos que buscan más allá de la superficie. Y cuando uno lo encuentra, es imposible no sentir que ha sido testigo de algo especial, algo que el tiempo no ha conseguido apagar.

martes, febrero 18, 2025

TÉ PUNCH (1991)

En 1991, la escena musical española fue testigo del lanzamiento del álbum homónimo de Té Punch, una banda que fusionó con maestría los géneros del jazz y el rock, ofreciendo una propuesta sonora compleja y llena de matices con un enorme Jordi Pegenaute en la guitarra, Alex Martínez en los teclados, Joan Rectoret en el bajo y Enric Illa en la batería. Además, contaron con la colaboración de Ernest Martínez en la percusión en varias pistas, añadiendo profundidad rítmica a su sonido.

El álbum, único en su discografía, publicado por el sello Audiovisuals de Sarrià, consta de ocho temas que destacan por su exigencia formal y ejecución impecable. Composiciones como "Respiro" y "Kropotkin", ambas escritas por Pegenaute, exhiben una destreza técnica y una sensibilidad melódica que rememoran bandas internacionales de jazz rock como Weather Report o Return to Forever. La interacción entre la guitarra y los teclados crea paisajes sonoros que, sin perder su identidad, recuerdan la elegancia y el virtuosismo de estos referentes del género.

La influencia de grupos coetáneos es palpable en la estructura y dinámica de las composiciones. Por ejemplo, "Possessió" muestra una fusión de ritmos y armonías que podría compararse con el trabajo de bandas como Mahavishnu Orchestra, donde la complejidad rítmica y la improvisación controlada son elementos clave. Sin embargo, Té Punch logra imprimir su sello personal, integrando elementos del jazz y el rock de manera orgánica y fluida.

A pesar de la calidad y sofisticación de su música, Té Punch no alcanzó un reconocimiento masivo en la escena musical española. Su álbum permanece como una joya oculta para los amantes del jazz rock, evidenciando que, aunque el talento y la ejecución fueron impecables, el éxito comercial no siempre acompaña a la excelencia artística. En retrospectiva, su música sigue siendo un testimonio de la elegancia y el buen gusto en la fusión de géneros, aunque, irónicamente, no lograra cruzar el puente hacia el estrellato que otras bandas internacionales como Steps Ahead o The Pat Metheny Group, por parecidos más que evidentes en lo melódico y en lo virtuoso, sí alcanzaron.

lunes, febrero 17, 2025

RICK WAKEMAN: THE STAGE COLLECTION (1994)

Si alguien todavía duda de la maestría de Rick Wakeman, es porque probablemente tiene que escuchar The Stage Collection. Y si lo ha hecho y sigue con dudas, debería considerar una revisión en el otorrino o, peor aún, de la percepción musical. Este álbum en vivo, grabado en Buenos Aires en 1993 y lanzado en 1994, captura a Wakeman en su elemento natural: sobre el escenario, sin red de seguridad y rodeado de un público devoto que entiende perfectamente que está presenciando a un verdadero mago de los teclados. ¿Que por qué siempre toca las mismas piezas? Bueno, quizá porque Journey to the Centre of the Earth y The Myths & Legends of King Arthur son como las sinfonías de Beethoven del rock progresivo: intocables, inmortales y siempre bienvenidas.

La banda que acompaña a Rick no es una simple comparsa, sino un conjunto de músicos de altísimo nivel. Adam Wakeman, su hijo, heredero natural del virtuosismo de su padre, refuerza la sección de teclados, mientras que Alan Thomson (Martin Barre Band, Pentagle) al bajo y Tony Fernandez en la batería sostienen la estructura con precisión milimétrica. A diferencia de otras épocas donde Wakeman estaba rodeado de orquestas y coros épicos, aquí el enfoque es más directo, más crudo, sin florituras innecesarias. Esto hace que piezas como “Journey to the centre of the Earth” suenen renovadas, liberadas del peso sinfónico, mostrando que la esencia de la composición sigue intacta y poderosa. Si alguien pensaba que Wakeman dependía de una orquesta para brillar, este disco lo deja en evidencia.

El setlist no solo incluye sus composiciones más célebres, sino también interpretaciones magistrales de “Eleanor Rigby” y “Paint it black”, demostrando que el músico no solo vive de sus propias glorias, sino que también sabe tomar clásicos ajenos y transformarlos en su propio reino de sintetizadores. ¿Demasiado sintetizador? Claro, es Wakeman, ¿qué esperabas? Las comparaciones con sus contemporáneos como Keith Emerson pueden ser inevitables, pero lo cierto es que Wakeman siempre tuvo un pie más en la grandilocuencia barroca y menos en la exploración sonora. Este álbum es un recordatorio de que el virtuosismo también puede ser emocionante y no solo un despliegue de velocidad técnica.

The Stage Collection es un testimonio perfecto de la vigencia de Wakeman en los años 90, en una época en la que muchos de sus contemporáneos ya estaban reduciendo revoluciones o intentando adaptarse a las nuevas tendencias. Wakeman, en cambio, sigue a lo suyo, tocando con una precisión insultante y demostrando que, aunque las modas cambien, la verdadera genialidad es atemporal. ¿Repetitivo? Tal vez. ¿Excesivo? Sin duda. ¿Absolutamente imprescindible? También. Porque, al final, si alguien sigue poniendo en duda el talento de Wakeman, solo tiene que dejar que la música hable por sí sola.

lunes, febrero 10, 2025

LOCOMOTIV GT (1971)

Locomotiv GT, aunque formados en 1970, irrumpió en la escena musical húngara al año siguiente con su debut homónimo, marcando el inicio de una banda que dejaría una huella importante en el rock del país. Formada por músicos de gran talento provenientes de grupos reconocidos, como Omega, la banda se propuso explorar nuevos sonidos dentro del rock-blues con tintes progresivos. El álbum refleja una mezcla de estilos que, si bien en ocasiones parecen tirar en direcciones distintas, logran cohesión gracias a la calidad instrumental de sus integrantes. Desde los primeros acordes de "Egy dal azokért, akik nincsenek itt", el disco muestra una combinación de energía y sensibilidad, con piezas que oscilan entre la potencia del hard y la delicadeza de baladas llenas de emotividad.

El sonido del álbum se caracteriza por la presencia de un órgano vibrante y expresivo a cargo de Gábor Presser, que aporta una atmósfera envolvente en temas como "A napba öltözött lány". La guitarra de Tamás Barta se desliza con fluidez, recordando en ciertos momentos a la destreza de Allan Holdsworth, aunque con una impronta más ligada al blues-rock británico. Károly Frenreisz, además de encargarse del bajo con una presencia destacada, introduce el saxofón en varias piezas, ampliando la paleta sonora de la banda de manera similar a lo que hacía Dick Heckstall-Smith en Colosseum. József Laux, con su batería potente y precisa, aporta una base rítmica sólida que a veces recuerda al estilo pesado de John Bonham. La combinación de estos elementos hace que Locomotiv GT logre un sonido distintivo dentro del panorama musical de la Europa del Este.

En cuanto a su resultado final, el álbum no oculta su admiración por bandas británicas de la época como Led Zeppelin o Deep Purple, especialmente en la crudeza de las guitarras y la fuerza del órgano. Temas como "Hej, én szólok hozzád" evocan sonidos hard roqueros en su riff principal, mientras que "Ordító arcok" experimenta con estructuras cercanas al rock progresivo, con pasajes instrumentales que podrían evocar a King Crimson. No obstante, Locomotiv GT no se limita a imitar, sino que introduce elementos propios que enriquecen su propuesta, como el uso del saxofón y la riqueza poética de sus letras, escritas por Anna Adamis, esposa del baterista.

El primer álbum de Locomotiv GT es una obra prometedora que, aunque aún no alcanza una identidad completamente definida, muestra un enorme potencial y una ejecución impecable. Si bien la banda sufriría cambios en su alineación poco después, este trabajo sentó las bases para su evolución futura y consolidó su estatus dentro de la historia del rock húngaro. Para los amantes del rock clásico con tintes progresivos, este disco es una joya que merece ser descubierta y apreciada.

ERIC WOOLFSON SINGS THE ALAN PARSONS PROJECT THAT NEVER WAS (2009)

Eric Woolfson fue alma creativa en The Alan Parsons Project, componiendo temas y conceptos, pero, sin embargo, su nombre quedó en segundo plano frente al de Alan Parsons, quien se encargaba de la producción y el sonido. En este trabajo, Woolfson retomó algunas composiciones descartadas o inacabadas de la época del Project y les dio nueva vida. El álbum, lanzado poco antes de su fallecimiento, permite conocer una parte de su trabajo que de otro modo habría quedado en el olvido.

El disco reúne canciones de distintas etapas creativas de Woolfson, algunas de ellas vinculadas a sus musicales. Temas como "Golden key" pueden recordar lejanamente a "Don’t answer me", mientras que "Somewhere in the audience" o "Immortal" destacan por su emotividad y su estructura melódica. A nivel instrumental, cuenta en un tema con la participación de antiguos miembros de The Alan Parsons Project como Ian Bairnson en las guitarras, David Paton en el bajo y Stuart Elliott en la batería, lo que contribuye a mantener cierta coherencia con el sonido clásico del grupo. La producción, realizada en diversos estudios, entre ellos su propio hogar y Abbey Road, es correcta y acorde con el estilo de Woolfson, aunque sin mayor brillo.

Woolfson tenía inclinación por las melodías accesibles y los arreglos orquestales, aunque en este disco prima un enfoque más intimista. Sin embargo, a pesar de su producción impecable, el álbum carece de momentos realmente memorables y no logra sorprender. Se deja escuchar con agrado, pero en ocasiones da la impresión de ser una colección de canciones que nunca llegaron a alcanzar su versión definitiva, resultando en un trabajo bastante discreto que agradará a los seguidores del compositor, aunque difícilmente atraerá nuevos oyentes.

domingo, febrero 09, 2025

ECHOLYN: THE END IS BEAUTIFUL (2005)

The End Is Beautiful es un álbum que destaca por su complejidad y riqueza musical, ofreciendo una experiencia auditiva que se enriquece con cada escucha. Desde la vibrante y con trazos emersónicos "Georgia Pine" hasta la emotiva "Misery, not memory", el disco presenta una variedad de estilos y emociones que mantienen al oyente atento. Las armonías vocales y la enorme destreza instrumental de la banda, comparable a Gentle Giant, se combinan para crear una obra que es tanto técnica como emocionalmente resonante.

Las letras del álbum abordan temas universales como la soledad, la pérdida y la esperanza, ofreciendo una reflexión profunda sobre la condición humana. Composiciones como "Lovesick morning" y "The end is beautiful" exploran estas temáticas con una sinceridad y profundidad que invitan a la interiorización personal. La inclusión de secciones de metales por ejemplo en temas como "Heavy blue miles", que me fascina, añade una dimensión adicional al sonido del álbum, enriqueciendo su paleta sonora y aportando una energía vibrante.

Este difícil y maravilloso álbum requiere múltiples escuchas para desentrañar todas sus capas y matices. Sin embargo, la inversión de tiempo se ve recompensada, ya que cada escucha revela nuevos detalles y profundidades. The End Is Beautiful se erige como una pieza esencial en la discografía de Echolyn y una contribución significativa al rock progresivo contemporáneo.

HOELDERLIN: RARE BIRDS (1977)

Hoelderlin fue una banda alemana de rock progresivo que, a lo largo de los años 70, evolucionó desde un sonido folk hasta un estilo más sinfónico y accesible. Este álbum, el cuarto de su carrera, marca un punto clave en esta transformación, incorporando nuevas influencias y mayor presencia de elementos rockeros gracias a la llegada del guitarrista español Pablo Weeber (ex Franklin). Aquí la banda todavía mantiene su esencia melódica y su característico uso de la viola, pero con una energía renovada que la diferencia de sus trabajos anteriores. Conformado por seis temas, el álbum equilibra pasajes instrumentales complejos con momentos de serenidad casi etérea, logrando un sonido sofisticado y envolvente.

El disco abre con "Häktik intergaläktik", un tema vibrante que me recuerda poderosamente a Caravan en su fluidez y estructuras melódicas, mientras que "Sky-lift" y el tema homónimo "Rare bird" exploran terrenos más suaves y atmosféricos, evocando la melancolía pastoral de Genesis. "Before you lay down rough and thorny" combina la calidez de la guitarra con una viola expresiva, creando una composición emotiva y envolvente. "Necronomicon", por su parte, es, para mí, el gran instrumental del álbum, destacando su estructura dinámica y su exquisita combinación de teclados y cuerdas. Finalmente, "Sun rays" cierra el álbum con una progresión relajante y melódica, resaltando la capacidad del grupo para crear paisajes sonoros detallados y ricos en matices.

Las influencias de Hoelderlin en Rare Birds son evidentes, con guiños a bandas como Camel, Happy the Man o Genesis, pero sin perder su identidad. La producción del álbum es cuidada y permite que cada instrumento tenga su espacio, resaltando la viola de Christoph Noppeney como una de las señas de identidad del grupo. A pesar de la evolución en su sonido, Hoelderlin logra mantener la elegancia y sofisticación que los caracteriza, evitando caer en los excesos del rock progresivo más pomposo y centrándose en la creación de atmósferas ricas y evocadoras.

Rare Birds es un álbum que representa el punto culminante de la trayectoria progresiva de Hoelderlin antes de adentrarse en terrenos más convencionales. Aunque no es tan innovador como sus primeros trabajos, ya hablaremos de ello más adelante, sigue siendo una obra de gran calidad que demuestra el talento compositivo y la madurez musical del grupo. Es un disco recomendable para los amantes del progresivo sinfónico que buscan una experiencia sonora refinada y emocionalmente rica.

sábado, febrero 08, 2025

ÉLŐ OMEGA (1972)

La legendaria banda húngara que logró trascender las barreras impuestas por el telón de acero, nos entregó en 1972 un álbum que no es solo un testimonio de su talento, sino una declaración de resistencia artística. Es un disco envuelto en un aura de contradicción: anunciado como un directo, pero con más de estudio que de concierto; con temas que debían haber formado parte de un álbum censurado, pero que encontraron la manera de ver la luz. Es precisamente en esa contradicción donde radica su magia. Élő Omega no es solo música, es un documento de lucha y reinvención, un puente entre el pasado psicodélico de la banda y su futuro sinfónico-progresivo.

A comienzos de los años 70, Omega sufrió una sacudida en su formación cuando Gábor Presser y József Laux abandonaron el grupo para formar Locomotiv GT. Lejos de significar un declive, este cambio obligó a la banda a reestructurarse y evolucionar. La entrada de Ferenc Debreczeni en la batería, junto con el liderazgo vocal de János Kóbor y el virtuosismo de György Molnár en la guitarra, dieron como resultado un sonido más sólido y orientado al hard rock con tintes progresivos. La influencia de bandas como Deep Purple o Uriah Heep es evidente, pero nunca como una simple copia; Omega siempre supo adaptar estos elementos a su propio lenguaje, creando un rock con una identidad única, teñida por la melancolía y la poesía húngara.

El repertorio de Élő Omega es una exhibición de poder y sensibilidad. Desde la mordaz “Hűtlen barátok”, una clara respuesta a la deserción de sus antiguos compañeros, hasta la hipnótica “Varázslatos, fehér kõ”, que cierra el álbum con una carga mística y evocadora. Temas como “Egy nehéz év után” destilan emoción pura, mientras que “Omegauto” y “Régvárt kedvesem” muestran una energía cruda y contagiosa. La balada “Emlék” se erige como una de las piezas más hermosas del disco, con un lirismo que desborda nostalgia. Todo esto, sin embargo, se ve empañado por una producción que intentó forzar la sensación de un concierto en vivo con aplausos añadidos artificialmente, lo que resta autenticidad pero no opaca la calidad de las composiciones.

La historia de este álbum es la historia de una banda que se negó a ser silenciada. El álbum Élő Omega fue censurado en Hungría porque incluía dos canciones, "200 évvel az utolsó háború után" y "Szex-apó", cuyos temas eran considerados problemáticos por el régimen comunista. La primera abordaba un futuro distópico y posbélico, lo que podía interpretarse como una crítica al sistema, mientras que la segunda tenía un título y contenido irreverentes sobre la sexualidad, algo mal visto por las autoridades. Debido a esto, la discográfica estatal Pepita se negó a publicarlo en su versión original de estudio, lo que llevó a la banda a lanzar un álbum "en vivo" con efectos de público añadidos para sortear la censura. La versión completa del álbum no vio la luz hasta 1998, tras la caída del comunismo.

En definitiva, Élő Omega no es solo un álbum, es una declaración. No importa si fue grabado en directo o en estudio, ni si el sonido es impecable o imperfecto. Lo que importa es la energía que transmite, la valentía que representa y la música inolvidable que nos regaló. Es la evidencia de que, en el arte, los obstáculos no son barreras, sino impulsos que pueden elevar la creatividad hasta la excelencia.

RUSH: COUNTERPARTS (1993)

Desde sus inicios, Rush fue una banda de exploradores sónicos, ingenieros del sonido que transformaban la complejidad en arte. Pero en Counterparts,  por primera vez, la banda baja la guardia de su maquinaria progresiva y deja que el corazón tome el control. Este álbum no es solo un ajuste de rumbo; es una conversación entre opuestos, un equilibrio entre lo mecánico y lo visceral, lo analítico y lo pasional.

El álbum palpita con una urgencia cruda que pocas veces había estado tan presente en Rush. "Animate" y "Stick it out" golpean con riffs pesados, casi grunge, pero no se quedan en la furia juvenil; la madurez de la banda los convierte en declaraciones de evolución personal. En cada compás, la precisión matemática de Neil Peart en la batería no sofoca la emoción, sino que la guía, como si cada golpe fuera un latido que recuerda a los oyentes que, más allá de la técnica, hay vida en cada nota.

Pero es en temas como "Nobody’s hero" y "Cold fire" donde el álbum deja de ser solo un conjunto de canciones y se convierte en un espejo emocional. La lírica, siempre profunda, aquí se siente más cercana, más urgente. Rush ya no narra historias de mundos distantes o epopeyas futuristas; en Counterparts, la banda enfrenta la realidad con una honestidad que atraviesa la piel. La producción robusta y la calidez de las cuerdas de Geddy Lee hacen que cada tema sea una confesión entre amigos, un recordatorio de que, en el fondo, todos buscamos conexión.

La genialidad de Counterparts radica en que su título no es solo un juego de palabras, sino su esencia misma. Es un álbum de contrastes: peso y sutileza, razón y emoción, estructura y espontaneidad. Es Rush encontrando el equilibrio entre su legado y su humanidad, entre la perfección técnica y el caos hermoso de ser simplemente humanos. Y en ese punto medio, logran algo raro: que la música no solo se escuche, sino que se sienta en lo más profundo.

viernes, febrero 07, 2025

OZRIC TENTACLES: SPIRALS IN HYPERSPACE (2004)

Ozric Tentacles nos regala en Spirals in Hyperspace una cápsula del tiempo musical que evoca los días dorados de la experimentación psicodélica británica. Este álbum, grabado en Reino Unido, se distingue por su fusión única de rock espacial, electrónica y ambient, uniendo la destreza de Ed Wynne en guitarra, teclados y programación con una propuesta sonora arriesgada y profundamente emotiva. La banda, siempre en constante evolución, recoge influencias del rock progresivo y la contracultura de los 70 y 80, trasladándolas a un contexto moderno y fresco, pero sin perder ese aire nostálgico que invita a recordar y redescubrir el pasado.

Cada pista de este álbum se despliega como un viaje a universos paralelos: desde el energético inicio de "Chewier", pasando por la envolvente "Spirals in hyperspace", hasta llegar a la casi meditativa "Psychic chasm" y la enigmática conclusión "Zoemetra". Con casi una hora de recorrido, la estructura del disco permite que cada tema se desarrolle de forma orgánica, fusionando texturas y ritmos que invitan a la meditación. La colaboración de músicos invitados, como Steve Hillage y Miquette Giraudy en el tema "Akasha", aporta una capa extra de autenticidad y conecta el legado del rock progresivo con la visión futurista y experimental de Ozric Tentacles.

Escuchar Spirals in Hyperspace es abrir un portal a esos momentos en que la música era un refugio de libertad y creatividad sin límites. La trayectoria de Ozric Tentacles, marcada por una incesante búsqueda de nuevos horizontes sonoros, se plasma en este trabajo que, a la vez, rinde homenaje a sus raíces y vislumbra caminos inexplorados. Con un estilo claro y directo, y un toque profundamente nostálgico, este álbum no solo invita a revivir recuerdos, sino también a soñar con futuros posibles, manteniendo viva la esencia de la exploración musical en cada nota.

AFFINITY (1970)

Si Affinity fuera una película, sería una de esas obras maestras olvidadas, una cinta de celuloide perdida en un archivo polvoriento, esperando a que alguien la descubriera. Este álbum no sólo es un testimonio del jazz-rock progresivo de su tiempo, sino la banda sonora de un futuro alternativo, un mundo que pudo haber sido y nunca fue. Cada nota, cada giro melódico, suena como un mensaje dejado en una botella por músicos que parecían adelantados a su propia disolución, como si supieran que su historia quedaría suspendida en el tiempo, inconclusa.

El Hammond de Lynton Naiff no es solo un instrumento, es una máquina del tiempo que nos transporta a un universo paralelo donde el rock y el jazz conviven sin fronteras. La voz de Linda Hoyle no canta, premoniza. En “Night flight”, su interpretación parece advertirnos de algo que nunca entenderemos del todo. La música de Affinity no busca la perfección, sino la inmortalidad, y lo hace con una mezcla de virtuosismo técnico y vulnerabilidad emocional que pocas bandas han logrado amalgamar en un solo álbum.

El mayor misterio de Affinity no es su música, sino su silencio posterior. ¿Qué hubiera pasado si hubieran seguido? ¿Habrían sido recordados junto a Julie Driscoll, Brian Auger & The Trinity, Colosseum, Soft Machine o Caravan? O quizás su grandeza reside precisamente en haber dejado una única declaración, en haber sido una estrella fugaz en vez de un sol permanente. Hay discos que son puertas abiertas y otros que son finales abruptos; este es ambos a la vez.

Escuchar Affinity es como recibir una carta de alguien que desapareció sin dejar rastro. Un testamento de lo que pudo haber sido, de un sonido que tenía más preguntas que respuestas. Y sin embargo, al terminar la última nota, la sensación no es de pérdida, sino de gratitud: porque hubo un instante en el que existieron, y en ese instante, lo dijeron todo.

jueves, febrero 06, 2025

SECRET OYSTER (1973)

El álbum debut de Secret Oyster, lanzado en 1973, representa el nacimiento de una supergrupo danés que reunió a destacados músicos provenientes de bandas emblemáticas como Burnin’ Red Ivanhoe, Coronarias Dans y Hurdy Gurdy. Fundado en 1972 y posteriormente conocido internacionalmente bajo el título Furtive Pearl, este primer trabajo surge en un momento de efervescencia creativa en la escena musical danesa, cuando la necesidad de explorar nuevos horizontes sonoros llevaba a músicos experimentados a fusionar sus influencias en un proyecto innovador. La elección del nombre, derivado del título de la pista “Secret Oyster Service del álbum debut de Burnin’ Red Ivanhoe, marca el comienzo de una aventura musical que, desde sus orígenes, apuesta por romper los moldes preestablecidos.

Musicalmente, el disco se adentra en un universo de jazz-rock y fusión que puede recordar a obras paradigmáticas de Mahavishnu Orchestra, Herbie Hancock o Miles Davis en la era de Bitches Brew. Cada tema transcurre como un viaje improvisado: desde la intensidad y velocidad de “Dampexpressen” hasta la dinámica dualidad de “Fire & water”, pasando por la experimentalidad de “Vive la quelle?” y la intrincada composición de “Public oyster”, que se despliega en casi once minutos de una atmósfera envolvente. La destreza de Claus Bøhling en la guitarra, la sorprendente incursión de Kenneth Knudsen al mando del piano eléctrico, un instrumento con el que apenas se iniciaba, y la proeza de Karsten Vogel en los saxofones y órgano, crean un entramado sonoro complejo y sugerente, en el que cada músico deja una huella imborrable. La pieza de cierre “Ova-X” cierra el álbum con una nota experimental, reflejo de un grupo que se atrevía a explorar sin miedo los límites del género.

Para mí, este debut no es solo una compilación de instrumentales virtuosos, sino un testimonio vivo de la pasión y la audacia creativa que definieron a una generación de músicos. La crudeza y el espíritu experimental de Secret Oyster logran transportarme a un tiempo en el que la música se sentía como una declaración de libertad, una invitación a desafiar lo convencional. Al sumergirme en sus paisajes sonoros, siento que cada nota vibra con el eco de una época irrepetible, recordándome que, a veces, lo más auténtico surge de la fusión de influencias y de la valentía de explorar lo desconocido.

ERIC WOOLFSON: GAUDI (1995)

Gaudi es un álbum conceptual lanzado en 1995 por Eric Woolfson, el compositor y productor con un destacado historial en The Alan Parsons Project, como todos a estas alturas sabemos. Este disco es la banda sonora de un musical que se sumerge en los dilemas de un escritor atrapado entre la integridad artística, el éxito comercial y los enredos de la vida familiar, todo ello en el inspirador marco de la arquitectura de Antoni Gaudí. Con pistas que exploran desde el pop progresivo hasta matices teatrales, el álbum invita a sumergirse en una narrativa que combina la fantasía visual con la cruda realidad de las pasiones humanas.

Es fundamental resaltar que, pese a compartir nombre y ciertos elementos temáticos, este proyecto no tiene nada que ver con el álbum anterior de temática similar del grupo Alan Parsons Project que se publicó en 1987. Woolfson se distancia de aquella obra al concebir Gaudi como una propuesta escénica y musical diferente, adaptada para el teatro, lo que implica arreglos, interpretaciones y, en ocasiones, modificaciones absolutas en letras y composiciones. Esta separación de conceptos puede resultar desconcertante para algunos seguidores, ya que quienes esperaban el sonido característico de la colaboración con Alan Parsons podrían sentirse defraudados por la marcada transformación hacia una experiencia teatral única.

La trayectoria en solitario de Eric Woolfson es tan variada como rica en influencias. Tras cosechar éxitos y reconocimiento en el mundo del rock progresivo, Woolfson se aventuró en la creación de obras musicales escénicas, explorando nuevas formas de narrar a través de la música. En Gaudi se perciben influencias de la estética modernista y del ambiente español, evidentes tanto en la ambientación como en la estructura del musical. Con la participación de destacados vocalistas y la impecable dirección orquestal de Gavin Greenaway, el álbum se erige como una declaración personal y audaz, que refleja el compromiso del artista por experimentar y trascender los límites tradicionales del género musical.

miércoles, febrero 05, 2025

STEVE HACKETT: WOLFLIGHT (2015)

En Wolflight, Steve Hackett nos invita a sumergirnos en un universo inexplorado donde la dualidad entre lo humano y lo salvaje se manifiesta a través de cada acorde y cada silencio. Desde una perspectiva que trasciende lo convencional, el álbum se erige como una meditación sonora sobre la conexión íntima entre el hombre y el lobo, ese animal enigmático que simboliza tanto la furia instintiva como la sabiduría ancestral. La inspiración surge de esas horas previas al amanecer, momentos en los que la penumbra invita a la reflexión y al despertar de impulsos primordiales, transformando la experiencia musical en un ritual de redescubrimiento personal.

Musicalmente, Wolflight es un crisol de influencias que rompe las barreras del rock progresivo tradicional. Hackett despliega una paleta sonora rica y variada, combinando con maestría guitarras eléctricas y acústicas, y sumándose a ello instrumentos de inspiración mundial como el oud, el tiple, o el duduk, que aportan texturas exóticas y un aire de misterio. Cada pista se siente como un viaje a través de paisajes sonoros distintos: desde los matices orientales y mediterráneos de “Corycian fire” hasta la delicadeza íntima de “Earthshine” y “Loving sea”. Esta diversidad instrumental no solo refuerza el carácter polifacético del álbum, sino que también destaca la constante búsqueda de Hackett por reinventarse sin perder la esencia que lo ha definido durante décadas.

El recorrido musical de Wolflight se convierte en una narrativa casi cinematográfica, en la que cada tema actúa como un capítulo de una historia mayor. La pista titular, por ejemplo, evoca la imagen poderosa del lobo aullando en la vastedad de la noche, mezclando pasajes épicos con momentos de íntima vulnerabilidad. De forma similar, “Love song to a vampire”, que cuenta con la última colaboración de Chris Squire con Hackett, transforma la oscuridad en una balada apasionada, en la que los contrastes de ritmo y la dinámica entre lo suave y lo explosivo logran crear una atmósfera cargada de emociones intensas. La habilidad de Steve Hackett para fusionar elementos aparentemente dispares en composiciones coherentes desemboca en una experiencia que, si bien es técnica y meticulosamente elaborada, también se siente profundamente humana y visceral.

Wolflight significa el testimonio del compromiso de Hackett con la exploración artística y la innovación sonora. Más allá de ser simplemente otro álbum en su prolífica discografía, este trabajo es un canto a la libertad y a la intimidad, donde la música se transforma en un espejo que refleja las facetas más primitivas y sinceras del alma. Entretejido con un virtuosismo técnico y una pasión que trasciende lo ordinario, Hackett convierte cada acorde en una invitación para celebrar la sublime elegancia del progreso musical junto a la intensidad cruda de nuestros instintos más primarios. Su obra se erige, de esta manera, como un puente encantado que convoca al oyente a descubrir la sinfonía que nace en la fusión de la razón con la fuerza indómita de lo salvaje.