miércoles, febrero 05, 2025

STEVE HACKETT: WOLFLIGHT (2015)

En Wolflight, Steve Hackett nos invita a sumergirnos en un universo inexplorado donde la dualidad entre lo humano y lo salvaje se manifiesta a través de cada acorde y cada silencio. Desde una perspectiva que trasciende lo convencional, el álbum se erige como una meditación sonora sobre la conexión íntima entre el hombre y el lobo, ese animal enigmático que simboliza tanto la furia instintiva como la sabiduría ancestral. La inspiración surge de esas horas previas al amanecer, momentos en los que la penumbra invita a la reflexión y al despertar de impulsos primordiales, transformando la experiencia musical en un ritual de redescubrimiento personal.

Musicalmente, Wolflight es un crisol de influencias que rompe las barreras del rock progresivo tradicional. Hackett despliega una paleta sonora rica y variada, combinando con maestría guitarras eléctricas y acústicas, y sumándose a ello instrumentos de inspiración mundial como el oud, el tiple, o el duduk, que aportan texturas exóticas y un aire de misterio. Cada pista se siente como un viaje a través de paisajes sonoros distintos: desde los matices orientales y mediterráneos de “Corycian fire” hasta la delicadeza íntima de “Earthshine” y “Loving sea”. Esta diversidad instrumental no solo refuerza el carácter polifacético del álbum, sino que también destaca la constante búsqueda de Hackett por reinventarse sin perder la esencia que lo ha definido durante décadas.

El recorrido musical de Wolflight se convierte en una narrativa casi cinematográfica, en la que cada tema actúa como un capítulo de una historia mayor. La pista titular, por ejemplo, evoca la imagen poderosa del lobo aullando en la vastedad de la noche, mezclando pasajes épicos con momentos de íntima vulnerabilidad. De forma similar, “Love song to a vampire”, que cuenta con la última colaboración de Chris Squire con Hackett, transforma la oscuridad en una balada apasionada, en la que los contrastes de ritmo y la dinámica entre lo suave y lo explosivo logran crear una atmósfera cargada de emociones intensas. La habilidad de Steve Hackett para fusionar elementos aparentemente dispares en composiciones coherentes desemboca en una experiencia que, si bien es técnica y meticulosamente elaborada, también se siente profundamente humana y visceral.

Wolflight significa el testimonio del compromiso de Hackett con la exploración artística y la innovación sonora. Más allá de ser simplemente otro álbum en su prolífica discografía, este trabajo es un canto a la libertad y a la intimidad, donde la música se transforma en un espejo que refleja las facetas más primitivas y sinceras del alma. Entretejido con un virtuosismo técnico y una pasión que trasciende lo ordinario, Hackett convierte cada acorde en una invitación para celebrar la sublime elegancia del progreso musical junto a la intensidad cruda de nuestros instintos más primarios. Su obra se erige, de esta manera, como un puente encantado que convoca al oyente a descubrir la sinfonía que nace en la fusión de la razón con la fuerza indómita de lo salvaje.

DAVID SANBORN: HIDEAWAY (1980)

Hideaway representa, en muchos sentidos, el punto de convergencia entre la trayectoria personal y profesional de David Sanborn, y es reflejo de un proceso evolutivo en el que sus raíces en el blues de Chicago y el jazz de St. Louis se fusionan con la modernidad del funk y el soul. Si repasamos sus primeras experiencias, vemos claro que desde tocar con grandes del blues hasta integrarse en bandas icónicas como la Butterfield Blues Band, fueron fundamentales para sentar las bases de su estilo único. Esa trayectoria le permitió, con el tiempo, consolidar un sonido propio, en el cual la expresividad del saxo se convierte en el vehículo de una narrativa musical rica y llena de matices, que se evidencia en Hideaway al combinar piezas rítmicas intensas con baladas melódicas.

El razonamiento detrás de la elección de temas y arreglos en este disco se basa en una clara intención por equilibrar la innovación con la tradición. Por un lado, se observan composiciones propias y coescritas que manifiestan una evolución en su capacidad compositiva, destacándose temas como la pieza titular y las baladas “Carly’s song” y “Lisa”, que evidencian una sensibilidad musical más interior y sofisticada. Por otro lado, la colaboración con músicos de alto calibre, como Steve Gadd en la batería y Neil Jason en el bajo, respalda la calidad y la diversidad rítmica del álbum. Esta combinación de influencias y la elección de colaboradores no son fortuitas, sino que responde a un proceso de refinamiento artístico en el que cada elemento se suma para crear una obra coherente y vanguardista.

Finalmente, la producción de Hideaway se puede analizar como un experimento consciente de buscar un sonido accesible sin renunciar a la complejidad y la riqueza del jazz fusión. La inclusión de arreglos con cuerdas, teclados y percusiones complementa el inconfundible tono del saxo de Sanborn, permitiendo que la música se despliegue en múltiples capas de textura sonora. Esta decisión estética y técnica responde a la necesidad de dialogar con un público más amplio, sin perder el rigor musical que siempre ha caracterizado a Sanborn. Así, el álbum no solo refuerza su posición como innovador dentro del género, sino que también sirve como testimonio del equilibrio entre tradición e innovación que ha marcado toda su carrera.

martes, febrero 04, 2025

EARTHSTAR: FRENCH SKYLINE (1979)

La primera vez que escuché French Skyline de Earthstar, sentí que tenía ante mí una puerta abierta al cosmos. El arte, la tipografía y la fragancia de aquel vinilo de 1979 me transportaron a un universo donde el tiempo se diluía y cada surco narraba una historia espacial, única y personal. Encarnaba la esencia misma de la música cósmica, un viaje sonoro que, en mi memoria, sigue siendo inigualable.

El álbum se adentra en paisajes sonoros que recuerdan con fuerza a la Escuela de Berlín, sobre todo en su primera cara, impregnando cada tema de una atmósfera etérea y envolvente. Bajo la atenta mirada y el prodigioso influjo de Klaus Schulze, Earthstar logró plasmar en French Skyline un híbrido fascinante: la fusión de sintetizadores, Mellotrones y el enigmático Biotron, combinados con matices de flauta, guitarra y hasta toques exóticos como el sitar. Esa amalgama instrumental creó una banda sonora que parece esculpida en el tiempo, evocando tanto la grandeza del universo como la intimidad de un susurro cósmico.

Para mí, cada escucha de este LP es un viaje profundamente emotivo. Los movimientos de las enormes suites "Latin sirens face the wall" y "French skyline suite" invitan a perderse en un laberinto de texturas sonoras y a dejarse llevar por la incesante danza de luces y sombras que caracterizan la música electrónica de este registro. Esa combinación de técnica y sensibilidad conecta con un pasado vibrante y con una corriente artística que, a pesar de su aparente lejanía temporal, sigue provocando emoción con su escucha.

French Skyline es una experiencia vital que trasciende el tiempo y el espacio. Con una pasión que se siente en cada nota y en cada pausa, Earthstar nos regala un testimonio único de la era dorada de la música electrónica, un legado que, al fusionar influencias de la Escuela de Berlín con una visión propia, invita a soñar, a reflexionar y, sobre todo, a sentir el inmenso latido del universo.

THE SYN: BIG SKY (2010)

Big Sky se presenta como un álbum que, a pesar de su modernidad en producción, pretende evocar la esencia y la nostalgia de los inicios del rock progresivo. Con una duración de poco más de 51 minutos, sus diez pistas recorren paisajes sonoros que transitan entre lo acústico y lo sinfónico, ofreciendo momentos de reflexión interna y de sutil optimismo. La propuesta musical es, en esencia, relajada y pastoral, marcada por la inconfundible voz de Steve Nardelli, quien lidera el proyecto con una sensibilidad que invita tanto a la calma como a la reflexión.

La historia de The Syn, que se remonta a mediados de los años 60 y guarda una íntima conexión con el origen de Yes, se originó en la vibrante escena londinense. En ella, The Syn fue uno de los pioneros en el desarrollo del rock progresivo, contando en sus filas con figuras que más tarde integrarían Yes, como Chris Squire y Peter Banks. Tras décadas de inactividad, Steve Nardelli resucitó el nombre con nuevos compañeros, entre los cuales se destacan el ex-It Bites Francis Dunnery y el experimentado tecladista Tom Brislin, cuya trayectoria incluye colaboraciones con Yes, Kansas, Renaissance y Camel, aportando así una mezcla de tradición y modernidad al conjunto.

La colaboración en Big Sky también se enriquece con la participación de músicos invitados como Brett Kull, Paul Ramsey (ambos procedentes de Echolyn) y Dorie Jackson (vocalista en los 2000 del citado Dunnery), quienes complementan la propuesta con su toque personal.

Aunque el álbum se aleja de la intensidad progresiva de sus inicios, se mantiene fiel a una línea melódica y estructurada que recuerda a los momentos más serenos y reflexivos de los inicios del rock progresivo. Los arreglos, en ocasiones minimalistas, permiten que la composición y el mensaje se expresen de forma sincera, sin caer en artificios excesivos, y ofreciendo al oyente un espacio de calma y contemplación en cada tema.

En síntesis, Big Sky es un álbum que conjuga su legado histórico con una propuesta musical personal y actualizada. Su enfoque melódico, la integración de músicos de renombre y el toque nostálgico en la producción, se unen para ofrecer una experiencia auditiva emotiva, en la que la calma y la reflexión son protagonistas sin perder la esencia del rock progresivo.

lunes, febrero 03, 2025

BARCLAY JAMES HARVEST (1970)

El debut homónimo de Barclay James Harvest en 1970 es un trabajo que fusiona el art rock con elementos sinfónicos y psicodélicos, creando una atmósfera envolvente y evocadora. Desde la enérgica apertura con "Taking some time on" hasta el dramatismo de "Dark now my sky", el álbum despliega una riqueza instrumental y compositiva que lo distingue dentro de la emergente escena progresiva de la época. Su sonido, a la vez etéreo y poderoso, construye paisajes sonoros que oscilan entre la reflexión y la grandilocuencia, manteniendo un equilibrio entre la sensibilidad melódica y la experimentación.

Más que un simple conjunto de canciones, el disco transmite una sensación de búsqueda constante, tanto musical como emocional. "Mother dear" y "The sun will never shine" contrastan la calidez con la melancolía, mientras que "The iron maiden" se mueve entre lo sombrío y lo exaltado, mostrando la capacidad del grupo para generar tensión y dinamismo. La riqueza de los arreglos sinfónicos refuerza la idea de que la banda no solo explora el sonido, sino también el estado de ánimo que puede provocar en el oyente, logrando una experiencia inmersiva.

A lo largo del álbum, se percibe una reflexión sobre el tiempo y su influencia en la música. "When the world was woken" sugiere un constante despertar, una búsqueda entre la nostalgia y la incertidumbre. La estructura de las canciones y la manera en que los instrumentos dialogan entre sí generan una sensación de atemporalidad, como si cada tema existiera en un punto intermedio entre lo antiguo y lo coetáneo.

El primer álbum de Barclay James Harvest logra capturar una esencia atemporal dentro del rock progresivo, combinando lirismo y sofisticación musical. Su capacidad para generar emociones profundas y su riqueza instrumental lo convierten en una obra que sigue resonando con fuerza. Más allá de su contexto histórico, es un disco que invita a la contemplación y demuestra que la música, muy a menudo, trasciende las barreras del tiempo.

RICHARD SÉGUIN: TRACE ET CONTRASTE (1980)

Trace et Contraste es, sin duda, una experiencia musical que me ha sorprendido muy satisfactoriamente. Al sumergirme en sus sonidos, se aprecia que cada nota y cada acorde cuenta  una historia de contrastes y matices, reflejo de la dualidad que a menudo encontramos en la vida. La huella inconfundible del rock progresivo se entrelaza con la sensibilidad del folk que caracteriza a Richard Séguin, creando un ambiente que invita tanto a la reflexión íntima como a la celebración de la musicalidad en su forma más pura.

Uno de los aspectos que más me ha impactado es la presencia de solos instrumentales a los teclados, guitarras o saxofones, ejecutados con una precisión y emoción que rozan lo sublime. Las estructuras complejas de las composiciones nos transportan a un universo sonoro donde cada sección evoluciona de manera inesperada y fascinante, recordándome la audacia y creatividad que se vivió en la emblemática colaboración de la zona de Quebec entre artistas como Serge Fiori y Richard Séguin. Es imposible no dejarse llevar por la intensidad de esos momentos, donde la destreza instrumental se convierte en un verdadero lenguaje emocional, capaz de transmitir desde la melancolía hasta la euforia.

Este álbum no es solo una muestra de habilidad técnica y experimentación, sino también un viaje emocional que rinde homenaje a la rica tradición del folk rock progresivo que marcó una época en Quebec. Trace et Contraste resuena en lo más profundo del alma, recordándonos, no me cansaré de decirlo nunca, que la música tiene el poder de unir lo opuesto, de contrastar para revelar la belleza que se esconde en cada matiz sonoro. Este disco logra un equilibrio armonioso entre la emotividad, la nostalgia y la exploración musical, reflejando con autenticidad la capacidad de Richard Séguin para evolucionar sin apartarse de su esencia.

domingo, febrero 02, 2025

ANYONE'S DAUGHTER: NEUE STERNE (1983)

El crepúsculo de una era siempre deja tras de sí una estela de incertidumbre. En 1983, cuando el rock progresivo parecía perderse entre la bruma de la inmediatez ochentera y las tímidas oleadas de una nueva generación de incipientes grupos progresivos que comenzaba a respirar fuera de las profundidades, Anyone’s Daughter se atrevió a trazar un mapa hacia nuevas constelaciones. Neue Sterne es, en muchos sentidos, el álbum de una banda al filo de la disolución, un grito nostálgico en el abismo del cambio. Suena como una despedida no anunciada, como un último intento de encajar en un mundo que ya no hablaba el lenguaje de los sueños sinfónicos. La banda, siempre elegante y melódica, susurra aquí su verdad entre acordes de teclado digitalizados y guitarras que se resisten a olvidar su lirismo.

La primera mitad del álbum se siente como un vaivén entre la aceptación y la lucha. “Der plan” aún conserva el encanto melancólico del grupo, pero el título homónimo, “Neue sterne”, es quizás su momento más desorientado, una pieza que parece ceder demasiado a las modas del momento. Sin embargo, “In zerbrochenem glas” recupera la profundidad emocional, con una fragilidad casi tangible que nos recuerda que el verdadero arte nunca muere del todo. Y es en esa fisura donde la banda aún brilla, donde los ecos de sus mejores días se filtran entre el pulso cada vez más pop de la época.

Es en la segunda mitad del viejo vinilo donde Neue Sterne encuentra su redención. “Viel zu viel” irrumpe con una energía contagiosa, una de esas piezas que, pese a su estructura más accesible, conserva la esencia de la banda. Pero es en los últimos temas donde Anyone’s Daughter se permite un respiro de autenticidad: tanto “Konsequenzen”, con su oda instrumental al pasado progresivo, como la mini suite “Illja Illja Lela”, que mezcla pasajes espaciales y clasicismo con una belleza que desafía la era digital, se erigen en caballos ganadores. “Reprise”, como su nombre indica, recoge los trozos de un álbum fragmentado, los recompone y nos deja con un eco de lo que una vez fue y lo que pudo haber sido.

Quizá Neue Sterne no sea el álbum con el que Anyone’s Daughter quería ser recordado, pero sí es el testimonio de una banda que, aún en su ocaso, supo mantenerse fiel a su sensibilidad. No todas las estrellas nacen para brillar eternamente; algunas, como las de este álbum, iluminan con su última luz un cielo ya en mutación. En esa contradicción, en esa lucha entre la nostalgia y la modernidad, reside su belleza: un disco que, sin ser perfecto, es dolorosamente humano.

Quizás no fue el final… pero lo pareció. Anyone’s Daughter se resistió a desvanecerse, aferrándose a un fulgor cada vez más tenue. Last Tracks (1986) marcó su ocaso, y su regreso décadas después con Danger World (2001) y Wrong (2004) reveló la dificultad de revivir un espíritu progresivo en tiempos ajenos. Livin’ the Future (2018) intentó prolongar la historia, aunque a veces es mejor dejar que el pasado repose. Aun así, su esfuerzo merece reconocimiento, porque incluso las estrellas más apagadas siguen dejando su rastro en el cielo.

THRESHOLD: HYPOTHETICAL (2001)

Threshold siempre ha sido esa banda que coquetea con la genialidad sin necesidad de reinventar la rueda. Hypothetical es la prueba definitiva de que el progresivo metal británico tenía un caballo de batalla capaz de competir con los titanes del género sin necesidad de parecerse a Dream Theater. Desde el primer golpe de "Light and space", el álbum se despliega como una sinfonía calculada, donde cada riff y cada línea vocal parecen haber sido esculpidos con precisión quirúrgica. La banda suena cohesionada, con la entrada de Johanne James en la batería aportando una solidez rítmica que eleva la intensidad del disco sin caer en la sobreproducción innecesaria.

El disco no se conforma con la contundencia inicial y nos sumerge en una montaña rusa emocional. "Turn on tune in" juega con cambios de ritmo que bordean lo progresivo sin perder un ápice de accesibilidad, mientras que "The ravages of time" se erige como una epopeya de más de diez minutos que representa toda la esencia de Threshold: melodías memorables, un trabajo instrumental afilado y una producción pulida que no ahoga la composición. "Sheltering sky" y "Oceanbound" bajan ligeramente la intensidad para recordarnos que, más allá de la técnica, la melodía sigue siendo el pilar fundamental de su sonido.

Y cuando parece que todo está dicho, "Narcissus" cierra el álbum con un despliegue épico que deja un regusto dulce e inolvidable. Es un tema que define el poder del metal progresivo sin excesos innecesarios, demostrando que la complejidad no está reñida con la emoción. Sin embargo, "Keep my head" puede parecer un pequeño tropiezo, un tema que roza lo pop y rompe momentáneamente la cohesión del álbum, pero incluso en sus momentos más discutibles, Threshold mantiene una calidad que muchos envidiarían.

Hypothetical es un disco que consagró a Threshold en el Olimpo del metal progresivo, sin necesidad de poses ni pretensiones desmesuradas. No cambia las reglas del juego, pero las domina con maestría. Puede que Threshold no sea la banda más innovadora del género, pero con álbumes como este, queda claro que la excelencia no siempre necesita de la revolución.

sábado, febrero 01, 2025

PALLAS: THE DREAMS OF MEN (2005)

Pocas veces un disco logra ser la manifestación de una pregunta eterna: ¿cuántos de nuestros sueños nos pertenece y cuánto es heredado por la humanidad misma? "The Dreams of Men" de Pallas no es solo un compendio de temas con virtuosismo instrumental, sino un viaje introspectivo por los anhelos y temores que han guiado a la civilización a lo largo de la historia. Desde la primera nota de "The bringer of dreams", el disco se siente como un espejo en el que nos vemos reflejados no como individuos, sino como piezas de un entramado más grande. Cada melodía parece formar parte de un ADN sonoro que hemos escuchado antes, aunque nunca de esta forma tan pura, tan monumental.

Uno de los aspectos más intrigantes de este álbum es la forma en que Pallas juega con la historia y la mitología, no como meros relatos del pasado, sino como pulsaciones que resuenan en la actualidad. "Ghostdancers" no es solo una elegía a los inmigrantes escoceses, sino un recordatorio de la tragedia humana que sigue vigente en cada exiliado de nuestro tiempo. "Too close to the sun", con su instrumental majestuoso, evoca la tragedia de Írcaro, pero también nos habla de los peligros de la ambición desmedida en un mundo obsesionado con el poder y la expansión. Pallas no solo narra, sino que advierte, confronta y emociona.

Sin embargo, lo que hace que este disco trascienda su propio género es la vulnerabilidad que se filtra en cada interpretación. Alan Reed no canta, confiesa. Su voz en "Warriors" es la de un hombre que ha visto demasiado y aún así se aferra a la esperanza. "Mr. Wolfe" nos enfrenta al lado más oscuro de la naturaleza humana con una teatralidad inquietante, mientras que "Northern Star", en su aparente sencillez instrumental, nos envuelve en una calma que es casi una pausa necesaria antes del último acto de este épico sueño musical.

Cuando "The last angel", un réquiem donde la celestial voz de Pandy Arthur no es una celebración, sino una despedida, se desvanece en su última nota, la sensación que deja es extrañamente dual: una satisfacción plena y, al mismo tiempo, una melancolía profunda. Es como despertar de un sueño revelador, donde todo parecía tener sentido por un instante, solo para desdibujarse en la vigilia. The Dreams of Men no es solo un disco, es un testamento sonoro de lo que significa soñar, fracasar y seguir adelante. Y en esa constante búsqueda, Pallas nos recuerda que, al final, todos somos la suma de los sueños que nos precedieron.

viernes, enero 31, 2025

SOLUTION: DIVERGENCE (1972)

Hay discos que invitan a la reflexión, otros que emocionan, algunos que sorprenden. Divergence (1972), de los holandeses Solution, hace todo eso a la vez y, además, parece pertenecer a un universo alternativo donde el jazz, el rock progresivo y la fusión coexisten en perfecta armonía. Escucharlo es como abrir una ventana a un paisaje sonoro inexplorado, donde cada pieza es una corriente de aire distinta, unas veces suave y melancólica, otras impetuosa y libre. Lo que Solution logra aquí no es solo una obra maestra del género, sino una experiencia sensorial que se siente como un diálogo entre lo terrenal y lo etéreo.

Lo que diferencia a Divergence de otros álbumes de la misma época es su capacidad para fluir sin ataduras, sin imposiciones de estructura rígida ni el ansia de demostrar virtuosismo por el mero hecho de hacerlo. Temas como "Divergence" y "Second line" respiran con naturalidad, construyéndose poco a poco a través de vientos hipnóticos, teclados envolventes y un bajo que parece sostener el equilibrio entre la gravedad y el vuelo. Solution no se preocupa por encajar en etiquetas; su música es un organismo vivo, evolucionando con cada compás, como si el tiempo no existiera en su mundo.

Pero más allá de su complejidad instrumental, lo que realmente hace especial a este álbum es su capacidad para evocar emociones que van más allá de lo descriptible. No es solo jazz-rock progresivo; es nostalgia y esperanza en una misma melodía, es la sensación de caminar por una ciudad desconocida al atardecer, con la certeza de que algo revelador está por suceder. La forma en que los arreglos dialogan entre sí, la riqueza de sus cambios dinámicos, el espacio que cada instrumento encuentra dentro del todo… todo parece diseñado no para impresionar, sino para transmitir un sentimiento profundo e indescriptible.

En un mundo donde los álbumes progresivos suelen ser diseccionados hasta la saciedad, Divergence permanece como un misterio, un disco que no se deja atrapar por definiciones ni comparaciones simples. Es música para quienes buscan algo más que un viaje técnico; es un espacio donde el tiempo se diluye y lo emocional toma el control. Puede que Solution no hayan alcanzado el estatus de otras bandas de la época, pero Divergence sigue siendo una joya oculta, esperando ser descubierta por quienes aún creen que la música tiene el poder de transportarnos a lugares que ni siquiera sabíamos que existían.

COCHÈ VIL BAND: CHAOS (2024)

Chaos es un torbellino sonoro que atrapa desde el primer acorde y no suelta hasta el último suspiro. Cada canción es un fragmento de un universo emocional complejo, donde la melancolía y la furia conviven en perfecta armonía. La guitarra de Coché Villanueva no solo toca notas, sino que narra historias; y la presencia de músicos como Derek Sherinian y Daniel Cavanagh aporta una profundidad casi cinematográfica. Es un álbum que no se escucha pasivamente, sino que se siente, se vive y, en cierto modo, transforma.

Los temas de Chaos están llenos de contrastes: momentos de calma reflexiva que se rompen en explosiones de energía y virtuosismo. "Within you" envuelve en una bruma etérea que invita a la reflexión, mientras que piezas como "Caña al Momo" son ráfagas de intensidad y libertad creativa. La producción es impecable, permitiendo que cada instrumento tenga su espacio sin perder la cohesión. Pero lo que realmente brilla es la capacidad de la banda para transmitir emociones genuinas, esas que atraviesan la piel y se quedan dentro.

Más que un simple disco, Chaos es una experiencia. No es un álbum de fondo, sino un viaje que exige ser recorrido con los sentidos abiertos. Hay momentos de luz y de sombra, de caos y de orden, pero todos ellos conducen a un mismo punto: la conexión con lo más humano de quien lo escucha. Cada escucha revela algo nuevo, una emoción escondida, un matiz que antes pasó desapercibido. Es el tipo de obra que crece con el tiempo y deja huella.

Chaos es una obra madura, llena de matices y emociones, que confirma el talento y la visión de Cochè y su grupo. Su fuerza radica en su autenticidad, en su capacidad de evocar sensaciones sin filtros ni artificios. Con este álbum, la banda no solo ha creado música, sino una expresión artística que invita a sentir el caos no como un desorden, sino como una fuente de belleza y creatividad.

TRILOGY: NACHTLICHTER (1984)

Nachtlichter es un álbum que intenta fusionar diversos estilos como el synth-pop, el progresivo, la fusión y el funk, pero sin alcanzar la coherencia ni la frescura de su predecesor. Con una duración total cercana a los 30 minutos, el disco presenta sintetizadores envolventes y ritmos dinámicos, aunque la producción resulta menos arriesgada y más contenida de lo esperado. A pesar de una instrumentación técnicamente correcta, con líneas de bajo sólidas de Hartmut Kracht y la precisión de la batería de Martin Breuer, el álbum no logra ofrecer momentos realmente memorables.

Desde el inicio con "Lauflicht", la propuesta parece prometedora, con ritmos electrónicos definidos y melodías pegadizas, pero rápidamente se torna predecible. "Neon" y "Rouge" intentan combinar jazz y rock progresivo, aunque sin aportar innovaciones destacables. La pieza titular, "Nachtlichter", busca generar una atmósfera etérea, pero carece del impacto emocional que podría haber tenido. "Stop", que cierra la primera mitad, apuesta por un sonido funk sin demasiada personalidad, dejando la sensación de que el grupo juega sobre seguro sin explorar nuevas direcciones.

La cara B continúa en la misma línea. "Display" y "Auf Los Geht's Los" mantienen la energía, pero suenan repetitivos y poco inspirados. "10 11 3" intenta ser la pieza más experimental del álbum, aunque su progresión melódica no consigue despegar realmente. "Gestern abend..." es un interludio introspectivo que no aporta mucho al conjunto y "Starwar-touch", el cierre del disco, mezcla funk y elementos cinematográficos sin lograr un clímax satisfactorio.

Nachtlichter es un álbum con buenas intenciones, pero que en última instancia resulta un ejercicio neutro y poco arriesgado. Trilogy demuestra cierta habilidad para equilibrar estilos, pero sin la chispa ni la creatividad que hicieron de su primer álbum una propuesta más vibrante. Aunque no es un mal disco, carece de la identidad necesaria para destacar dentro de su género, dejando la impresión de ser una oportunidad desaprovechada.

THE DOMENIC TROIANO BAND: THE JOKE'S ON ME (1978)

The Joke's on Me es uno de esos discos que, por alguna razón, quedó fuera del radar en su época, pero que hoy brilla como una gema oculta. Este álbum es la culminación de la evolución de Troiano como músico y compositor, un artista que a lo largo de su carrera fue capaz de reinventarse constantemente, siempre buscando nuevos horizontes. Desde sus inicios con Mandala, pasando por Bush, hasta su paso por The Guess Who, Troiano dejó una huella indeleble en la música canadiense y más allá. Este disco en particular, lanzado en 1978, es una mezcla perfecta de jazz-rock, fusión y rock progresivo, con su característico toque de soul y blues.

El álbum abre con el inquietante “The joke's on me”, una pista que establece el tono sombrío y experimental del disco. La habilidad de Troiano con la guitarra es inconfundible, y cada solo o melodía parece contar una historia. Pero es en “Eleanora Fagan” donde realmente brilla. Esta pieza instrumental, dedicada a Billie Holiday, es una muestra de su virtuosismo y de cómo podía transmitir emoción pura a través de su guitarra. La forma en que la música va evolucionando a lo largo del tema, con su crescendo emocional, te impacta cada vez que la escuchas.

Lo que más me atrapa de este disco es la diversidad de estilos que Troiano maneja con una facilidad asombrosa. Desde el jazz-rock de “Maybe the next time”, que me recuerda a Steely Dan, hasta la complejidad de la suite final, que ocupa toda la cara B del vinilo y abarca “Road to hell”, “War zone” y “Look up”. Estas piezas no sólo son un desafío para los oyentes, sino una lección de cómo fusionar géneros y hacer que todo encaje perfectamente. “War zone” es una montaña rusa de sonidos que realmente te transporta a otro lugar, mientras que “Look up” cierra el álbum de una manera sublime, con un mensaje de esperanza que resuena profundamente.

Es una pena que este álbum no haya tenido el reconocimiento que merecía en su momento. Cierto que The Joke's on Me es un álbum que no es fácil de clasificar, pero es precisamente esa mezcla de géneros y la honestidad con la que Troiano se acerca a su música lo que lo hace tan especial. Es un disco que, aunque fuera adelantado a su tiempo, sigue sonando fresco y único. Cada vez que lo escucho, me doy cuenta de que es una obra que no solo representa a un gran guitarrista, sino a un verdadero artista que puso su alma en cada nota.

Domenic Troiano merece ser más reconocido por este y otros discos de su carrera. A pesar de haber sido parte de bandas legendarias como The Guess Who, su legado como solista sigue siendo su mejor testimonio. The Joke's on Me es la prueba de que la música genuina trasciende el tiempo y las modas, y para quienes logran encontrarlo, este álbum es una de esas experiencias que no se olvidan.

jueves, enero 30, 2025

GERARD MANSET: LA MORT D'ORION (1970)

La Mort d'Orion es un álbum que se despliega como una travesía épica y melancólica, donde la poesía se encuentra con el rock progresivo en su forma más única y primitiva. Publicado en 1970, esta obra se aleja de los convencionalismos de su tiempo, combinando la densidad orquestal y la belleza del rock experimental para narrar un relato de desaparición y finitud. Manset, con su voz grave y casi ritualista, nos invita a un viaje hacia la muerte de un mito: el descenso de Orion, el guerrero celeste, a las sombras del olvido. La música, cargada de arreglos orquestales que evocan paisajes cósmicos, ofrece una atmósfera de una solemnidad que roza lo épico, como si cada acorde estuviera escribiendo la crónica de un ocaso inevitable.

La cercanía de La Mort d'Orion con el rock progresivo se muestra en su estructura compleja, su uso del collage sonoro y su capacidad para fusionar lo poético con lo musical de manera sofisticada. Sin embargo, lo que diferencia a Manset de otros artistas que usan lo progresivo en su época es la calidad de su lírica, profundamente filosófica y existencial. Cada pista se construye como un poema épico, lleno de evocaciones cósmicas y visiones del más allá, pero también de una melancólica reflexión sobre la fragilidad humana. En canciones como “Vivent les hommes” y “On ne t’a jamais dit”, Manset deja que su música se torne más íntima, más desolada, mientras sus letras, cargadas de imágenes oscuras y misteriosas, nos empujan a enfrentarnos con la inevitabilidad de la muerte.

El resultado es una obra profundamente emotiva y cerebral, una sinfonía que pide ser escuchada más allá del simple disfrute sonoro. La Mort d'Orion es un testamento poético en el que se reflejan las inquietudes del hombre ante la eternidad, el vacío y la belleza efímera. Su particular enfoque y su querencia progresiva, que juega con lo experimental y lo sinfónico, lo convierte en un hito de la música francesa, una obra para ser contemplada como un reflejo profundo de las sombras y luces del alma humana.

EDGAR FROESE: MACULA TRANSFER (1976)

En el universo etéreo de la música electrónica, donde los sonidos no solo se escuchan sino que se sienten, Macula Transfer se erige como un viaje hacia el interior del ser, un testimonio de la genialidad de Edgar Froese. Lanzado en 1976, este álbum en solitario del líder de Tangerine Dream es mucho más que una colección de pistas sintetizadas; es un diario de vuelos oníricos, un mapa sonoro de paisajes internos que solo pueden recorrerse con el alma abierta. Cada pista, bautizada con códigos de aerolíneas que remiten a los viajes de Froese, nos sumerge en un tránsito cósmico donde la gravedad cede paso a la ensoñación.

Desde el primer segundo, “OS 452” nos eleva con pulsaciones hipnóticas y melodías que parecen susurros de estrellas. Es el inicio de un viaje sin retorno, donde los secuenciadores y guitarras trazan rutas invisibles y los sintetizadores se convierten en vientos solares que empujan la nave hacia lo desconocido. “AF 765” avanza como un río de electricidad líquida, con destellos de melancolía que recuerdan que incluso en la vastedad del cosmos, la nostalgia por lo terrenal persiste. Froese logra que cada nota tenga un peso emocional, que cada sonido sea un latido en la inmensidad del vacío.

La segunda mitad del álbum es un descenso controlado por corrientes de ensueño. “PA 701” nos envuelve en una danza de texturas electrónicas, donde la repetición se convierte en un mantra hipnótico, y “Quantas 611” nos sumerge en un estado de ingravidez, flotando entre el misterio y la contemplación. Pero es en “IF 810” donde la travesía alcanza su punto culminante: un paisaje sonoro donde la luz y la sombra se entrelazan, donde la música no solo nos transporta sino que nos transforma. Aquí, Froese nos deja suspendidos en la inmensidad, contemplando la belleza de lo inalcanzable.

Macula Transfer no es solo un álbum; es un viaje sin billete de regreso, una exploración de la frontera entre el sonido y el silencio, entre la razón y el sueño. Es el testamento de un explorador de lo intangible, de un visionario que entendió que la música no tiene límites, solo horizontes siempre en expansión. Froese nos regaló, en estos surcos de vinilo y pulsos electrónicos, un pasaporte a lo infinito. Y, cada vez que lo escuchamos, nos atrevemos a despegar una vez más.

miércoles, enero 29, 2025

STYX: RETURN TO PARADISE (1997)

El espíritu de Styx nunca ha sido el de una banda que se rinde ante la adversidad. Return to Paradise es una prueba viva de ello: un regreso triunfal que no sólo rinde homenaje a su legado, sino que reafirma su vigencia. Grabado en el Rosemont Horizon en 1996, este directo captura la esencia de un grupo que, pese a las pérdidas y los cambios, sigue sonando con la misma pasión y energía que en sus días de gloria. Con un setlist repleto de clásicos como “Come sail away”, “Blue collar man” y “Renegade”, el álbum es una celebración de su historia, pero también una declaración de intenciones: Styx no ha venido a vivir de la nostalgia, sino a demostrar que aún tiene mucho que ofrecer.

Desde los primeros acordes, la banda exhibe una química inquebrantable. Dennis DeYoung brilla con su imponente presencia vocal y su maestría en los teclados, mientras que Tommy Shaw y James "JY" Young mantienen la balanza perfecta entre el rock potente y la teatralidad melódica. La ausencia de John Panozzo, fallecido en 1996, se siente, pero Todd Sucherman demuestra ser un digno sucesor en la batería, aportando frescura sin perder la esencia de la banda. Momentos como “Suite Madame Blue” o “The grand illusion” siguen sonando majestuosos, con armonías vocales impecables y arreglos que respetan la esencia de los originales, pero con un aire renovado.

El disco también nos regala tres temas de estudio, entre ellos “Dear John”, una emotiva despedida a su antiguo baterista, que cierra el álbum con un nudo en la garganta. Sin embargo, el punto más fuerte de Return to Paradise es su capacidad para transportarnos a un concierto inolvidable, donde cada canción suena con la intensidad y el dramatismo que hicieron de Styx una de las bandas más queridas del rock clásico. Puede que no sea su mejor álbum en vivo en términos de crudeza y espontaneidad, pero sin duda es un testimonio de su resiliencia y su amor por la música. Para los seguidores, es un recordatorio de por qué Styx sigue siendo una banda imprescindible.

martes, enero 28, 2025

YUKA & CHRONOSHIP: SHIP (2018)


El álbum final de Yuka & Chronoship es un viaje musical ambicioso y evocador que combina la precisión instrumental y la narrativa conceptual en un estilo que rinde homenaje al rock progresivo clásico mientras mantiene una frescura contemporánea. Liderado por la virtuosa teclista y compositora Yuka Funakoshi, el grupo japonés se aventura en una odisea sonora de 60 minutos dividida en dos partes: la suite conceptual «The Argo» y cuatro pistas independientes que complementan el álbum con una rica diversidad estilística.

Desde los primeros acordes de “Tears of figurehead”, la participación vocal de la legendaria Sonja Kristina (Curved Air) da un toque mágico al inicio de la historia del mítico Argo. La suite progresiva de siete movimientos que sigue es una montaña rusa emocional y técnica, con temas como “Ship Argos” y “A dragon that never sleeps”, donde la guitarra de Takashi Miyazawa y los teclados de Yuka destacan con una energía electrizante. A lo largo de esta sección, las influencias de gigantes como Genesis, Yes y Emerson, Lake & Palmer son palpables, pero siempre reinterpretadas con una identidad propia.

Las piezas independientes, comenzando con “The air ship of Jean Giraud”, aportan nuevas texturas y narrativas. Aquí, la guitarra de Miyazawa y los arreglos melódicos logran transportar al oyente a paisajes oníricos, mientras que “Visible light”, cantada en japonés, sorprende con un lirismo conmovedor y un ritmo dinámico. “Old ship on the grass” aporta un momento de calidez con su estilo más acústico, antes de que el álbum cierre con la sublime “Did you find a star?”, una composición melancólica donde la voz de Hiroyuki Izuda y el piano de Yuka ofrecen un final emotivo y profundamente humano.

La producción de Shun Taguchi merece un reconocimiento especial. Cada instrumento encuentra su espacio en una mezcla impecable que equilibra la complejidad técnica con la claridad emocional. Aunque la estructura del álbum se basa en tradiciones del rock progresivo de los años 70, la banda logra inyectar modernidad y un sello distintivo que los posiciona como una fuerza creativa única dentro del género.

Ship es más que un álbum: es una experiencia que combina virtuosismo, narrativa y emoción en una obra maestra que cautiva tanto a los veteranos del progresivo como a los nuevos oyentes. Yuka & Chronoship han demostrado una vez más su capacidad para reinventarse y superar expectativas. Su recorrido musical es una prueba del impacto que el arte puede tener al trascender barreras culturales y emocionales. Este disco no solo reafirmó su posición dentro del universo del rock progresivo, sino que también se convirtió en un momento clave e inolvidable dentro de su destacada trayectoria.

BAUMANN/KOEK (1979)

Baumann/Koek es una joya oculta de la música electrónica alemana que resurge del olvido como un verdadero testimonio del espíritu pionero de la Escuela de Berlín. Este único álbum del dúo formado por Wolfgang Baumann y Ata Koek, originarios de Kempten, Baviera, captura con maestría la esencia de un momento de transición en la música alemana de finales de los setenta. Mezclado en el legendario estudio de Conny Plank, cada uno de sus cinco temas ofrece una narrativa sonora que combina la precisión técnica de los sintetizadores con un enfoque intuitivo y casi filosófico hacia el diseño sonoro. Más que un simple disco, Baumann/Koek es una invitación a un viaje hipnótico, una exploración de paisajes sonoros ricos en textura y emoción.

El álbum abre con "Yarabbim", una pieza de casi doce minutos que establece inmediatamente la atmósfera de ensueño con un crescendo gradual de sintetizadores que parece invocar el movimiento de un tren en marcha. La influencia de la Escuela de Berlín es innegable, pero Baumann y Koek añaden su propio toque con elementos melódicos de tonalidad árabe que impregnan la composición de un exotismo cautivador. "TD-Mem", como sugiere su título, rinde un exquisito homenaje a Tangerine Dream, pero no desde la imitación, sino desde la reinvención. Aquí, las capas de sonidos se entrelazan para crear una estructura casi cinemática, con cambios de tempo que mantienen al oyente en un constante estado de fascinación.

La cara B del disco comienza con "Gamabol", donde la experimentación alcanza su punto máximo. Este tema parece un mensaje interestelar codificado, con una combinación de pulsos electrónicos y melodías que emergen y desaparecen como destellos de un cosmos sonoro. En "Where", el dúo introduce ritmos más definidos y una narrativa que evoca la sensación de un viaje nocturno por la Autobahn. Las técnicas de filtrado y las transiciones dinámicas añaden una profundidad extra a este corte, que demuestra la habilidad del dúo para equilibrar lo abstracto con lo accesible. Finalmente, "Sequencer-Roll" cierra el álbum con un inesperado giro hacia un ritmo casi rockero, dejando al oyente admirado por la versatilidad de estos artistas.

En retrospectiva, la historia de Baumann/Koek está cargada de ironía y potencial desaprovechado. Lo que podría haber sido el comienzo de una carrera prolífica quedó truncado por las circunstancias, pero este álbum único resurge ahora como un clásico de culto. Su reedición posterior por Bureau B no solo arroja luz sobre un capítulo olvidado de la música electrónica, sino que invita a una nueva generación a descubrir y apreciar una obra que, aunque influenciada por gigantes como Klaus Schulze y Manuel Göttsching, posee una identidad distintiva. Y es aquí donde radica la verdadera sorpresa: Baumann/Koek no es simplemente un disco más de la Escuela de Berlín, sino una obra que trasciende su época para recordarnos que incluso las historias truncadas pueden contener una grandeza eterna.

lunes, enero 27, 2025

RPWL: TRYING TO KISS THE SUN (2002)

El segundo álbum de estudio de la banda alemana RPWL continúa consolidando su evolución desde sus raíces como banda de covers de Pink Floyd. Este trabajo, compuesto por diez temas que suman una hora de música, equilibra influencias notables del rock progresivo con un estilo melódico más accesible y orientado al público general. Con una alineación encabezada por Yogi Lang en las voces y teclados, el álbum muestra un esfuerzo colectivo por diversificar su propuesta, incorporando tanto momentos reflexivos como pasajes más enérgicos y dinámicos.

El álbum abre con "Trying to kiss the sun", un tema directo y optimista que establece el tono más vital de este trabajo en comparación con su predecesor, God Has Failed. Sin embargo, RPWL no abandona sus raíces floydianas, como se percibe en temas como "Waiting for a smile" y "Side by side", que evocan texturas sonoras y estructuras melódicas familiares a los seguidores del rock progresivo clásico. Por otro lado, canciones como "Sugar for the ape" introducen un enfoque más pesado, poco habitual en la banda, mientras que "Sunday morning" destaca por su aire relajado y casi nostálgico, mostrando la versatilidad del grupo dentro de su estilo.

En términos de producción, Trying to Kiss the Sun exhibe un avance notable. Los teclados de Andreas Wernthaler y las guitarras de Karlheinz Wallner añaden capas de riqueza sonora, mientras que la inclusión de instrumentos menos convencionales, como el sitar en "I don’t know (what it’s like)", aporta variedad tímbrica. Sin embargo, podríamos apuntar cierta falta de complejidad en los arreglos y una dependencia excesiva de baladas de tempo medio, que pueden hacer que el álbum carezca de dinamismo en su conjunto. Aun así, temas como "Home again", con su estructura creciente y solos de guitarra emotivos, ofrecen un cierre memorable y emocional al álbum.

El álbum supuso un paso adelante en la búsqueda de identidad de RPWL. Si bien las influencias de Pink Floyd siguen siendo evidentes, el álbum muestra una banda dispuesta a explorar nuevos territorios y a forjar un sonido más propio, aunque sin renunciar del todo a las referencias que los definieron en sus inicios. Con una mezcla de melodías pegadizas, atmósferas melancólicas y toques progresivos, el álbum logra ser accesible sin sacrificar la calidad artística.

domingo, enero 26, 2025

STEVE HACKETT: TIME LAPSE (1992)

Este primer álbum en directo de Hackett define no solamente su virtuosismo musical, sino también su capacidad para entrelazar épocas y emociones con una destreza sin igual. Grabado en dos escenarios diferentes, Nottingham en 1990 y Nueva York en 1981, este álbum combina lo mejor de su carrera inicial, con una selección de temas que no solo exploran su faceta solista, sino también sus raíces en Genesis. Es fascinante escuchar cómo Hackett reinterpreta piezas clásicas como "Ace of wands" y "Everyday", infundiéndoles una energía renovada y una sensibilidad técnica que solo el directo puede capturar. En esta obra, no solo es el guitarrista quien brilla, sino también su elenco de músicos, como John Hackett, cuyo manejo de la flauta añade matices etéreos, y Ian Mosley, que más tarde consolidaría su lugar en Marillion, dejando su sello rítmico.

Lo que distingue a Time Lapse de otros discos en vivo de Hackett es su capacidad para ofrecer una narrativa dual. Las grabaciones en Nottingham presentan un sonido robusto, casi cinematográfico, en piezas como "Camino Royale", mientras que las de Nueva York transmiten una intimidad casi palpable, especialmente en "Jacuzzi". El diálogo entre las grabaciones de diferentes épocas resalta la evolución artística de Hackett, pero también su habilidad para mantener un núcleo emocional constante en su música. Además, temas como "In that quiet earth", reinterpretado aquí con un enfoque más melódico gracias al toque místico del pasaje de flauta, nos recuerdan por qué Hackett fue una pieza clave en el sonido progresivo de Genesis.

Más allá de la destreza técnica y la nostalgia que evocan estas grabaciones, Time Lapse también se siente como un tributo a la camaradería musical. Fudge Smith, después en Pendragon, con su precisión en la batería, y Chas Cronk, bajista habitual de Rick Wakeman, aportan un dinamismo que eleva el repertorio. La química entre los músicos no es solo evidente, es el corazón del álbum. Cada solo, cada transición y cada matiz están impregnados de una energía colectiva que trasciende la mera ejecución técnica. Es una oda a la creatividad colaborativa, donde los límites entre líder y acompañantes se desdibujan para crear algo verdaderamente mágico.

Lo verdaderamente emotivo de  Time Lapse no radica sólo en su valor como documento histórico de una carrera prolífica, sino en su capacidad para conectarnos con lo atemporal. Al cerrar con "Clocks-The Angel of Mons", Hackett nos recuerda que su música no pertenece únicamente al pasado; su esencia sigue viva, resonando con el mismo impacto en cada generación que la descubre. Este álbum no solo es una celebración de su legado, sino también una prueba de cómo la música tiene el poder de unir épocas y conmover profundamente a quienes la escuchan. Para cualquier amante de la música progresiva o cualquier oyente en busca de momentos de pura inspiración, Time Lapse es una invitación a viajar en el tiempo con la música como único mapa.

sábado, enero 25, 2025

KLAUS SCHULZE: IN BLUE (1995)

Klaus Schulze, uno de los pioneros más influyentes de la música electrónica, ofreció en In Blue una obra que combina contemplación, maestría técnica y un tributo a sus raíces artísticas. Este álbum doble, triple en su edición especial, con más de 150 minutos de duración, representa un regreso a sus orígenes tras un periodo de experimentación algo irregular. Con su característico estilo de paisajes sonoros expansivos, Schulze lleva al oyente a un viaje cósmico, explorando texturas etéreas, secuencias hipnóticas y atmósferas inmersivas. Como una oda al color azul, cada pista parece capturar las emociones que este simboliza: calma, profundidad y un cierto anhelo melancólico.

El álbum se divide en tres grandes secciones: «Into the Blue», «Return of the Tempel» y «Serenade in Blue», cada una con su propia narrativa musical. En la primera, la pieza inicial de 15 minutos establece el tono con un comienzo suave y minimalista, llevando al oyente a un estado meditativo. "Blowin' the blues away" y "Wild and blue" añaden dinamismo con ritmos más marcados, aunque sin abandonar la sensación de recogimiento interior. Sin embargo, es en la sección «Return of the Tempel» donde el álbum alcanza uno de sus puntos culminantes. La colaboración con Manuel Göttsching, antiguo compañero en Ash Ra Tempel, crea una sinergia mágica entre los sintetizadores cósmicos de Schulze y las guitarras espaciales de Göttsching, evocando los días gloriosos de los años 70.

La influencia de Schulze como maestro de la música electrónica se siente en cada rincón de este trabajo. Su capacidad para transformar paisajes sonoros en experiencias emocionales es innegable, y en In Blue parece meditar sobre su propio legado. A través de la repetición hipnótica y la evolución sutil de sus composiciones, logra transmitir una sensación de trascendencia y espiritualidad. El álbum no solo es un testimonio de su habilidad como compositor, sino también de su conexión con el pasado y su compromiso con seguir innovando.

In Blue es más que un álbum: es un viaje reflexivo y un homenaje a una carrera que redefine constantemente los límites de la música electrónica. Schulze, como un pintor sonoro, utiliza su paleta de sintetizadores y ritmos para crear un cuadro inmenso y emotivo, donde el azul simboliza tanto la inmensidad del cosmos como la fragilidad de nuestra existencia. Escuchar este álbum es un recordatorio de la belleza del infinito y del misterio que yace más allá del alcance de nuestra comprensión. In Blue no sólo se escucha, se siente.

viernes, enero 24, 2025

RAINBIRD: MAIDEN FLIGHT (1971)

En 1971, un año plagado de creatividad desbordante en la música británica, Rainbird lanzó su único álbum, Maiden Flight, un trabajo tan fugaz como trascendente. Concebido en la independencia absoluta y con un tiraje minúsculo que casi lo condenó al olvido, el disco es un susurro poético entre el folk, la psicodelia y el rock progresivo. Desde su tema inicial, “Maiden flight”, donde la flauta y el órgano dibujan paisajes sonoros casi celestiales, Rainbird se adentra en un territorio que mezcla exploración interior y misterio, situándose a medio camino entre la búsqueda espiritual y la experimentación pura.

A través de piezas como “Sailboat” y “Stormdance part 1”, el quinteto despliega una narrativa melancólica y ensoñadora. Las guitarras acústicas de Nigel Prenter y la flauta de William Johnson guían al oyente por un viaje cargado de nostalgia y soledad, mientras las letras y los arreglos evocan imágenes de islas remotas y cielos tormentosos. A pesar de las claras influencias de los Moody Blues o Iron Butterfly, Rainbird consiguieron forjar una propia identidad, marcada por la fragilidad emocional y la honestidad de sus composiciones.

Quizás lo más fascinante de Maiden Flight sea su contexto: un disco grabado en una pequeña sala de Tooting y lanzado bajo un sello diminuto, con la mala fortuna de tener una portada que la banda nunca aprobó. Su rareza material refleja su naturaleza musical: imperfecta, sí, pero profundamente auténtica. Escuchar canciones como “Man on the mountain” es adentrarse en un mundo donde los ecos de guitarras y teclados cuentan historias de aislamiento y conexión, de la búsqueda de sentido en un mundo incierto.

En definitiva, Maiden Flight no es un álbum diseñado para deslumbrar técnicamente o conquistar grandes audiencias, sino para aquellos que valoran la magia de lo perdido, de lo íntimo y lo genuino. Rainbird, con este único vuelo, logró plasmar una obra tan evanescente como atemporal, un verdadero tesoro para quienes saben buscar entre las sombras del tiempo

RYO OKUMOTO: COMING THROUGH (2002)

El cuarto álbum en solitario del japonés destaca como una obra que explora diversas facetas del rock progresivo y la fusión, revelando una dualidad entre virtuosismo instrumental y composición emotiva. Desde su apertura con "Godzilla vs. King Ghidarah”, un bombástico instrumental de tintes cinematográficos, queda claro que Okumoto no teme fusionar influencias clásicas y modernas. Sin embargo, esta diversidad también revela un desafío en la coherencia global del álbum, pues mientras temas como el extenso "Close enough" ofrecen una experiencia progresiva sublime con una narrativa épica y compleja, otros cortes, como "Highway roller," se perciben menos memorables debido a un enfoque más genérico.

El repertorio de colaboradores de Okumoto, como Neal Morse, Glenn Hughes y Steve Lukather, le otorga al álbum una riqueza técnica y variada. Esta variedad se siente especialmente en los matices vocales de "Coming through," una balada cargada de sensibilidad, y en el poderoso trabajo de Hammond y Mellotron en la citada "Close enough," donde la esencia del prog clásico resplandece. Sin embargo, algunos momentos pueden desconcertar a los puristas del género, con inclusiones que se inclinan más hacia el AOR y el rock melódico que hacia el progresivo puro.

En términos generales, el álbum funciona como una ventana hacia la libertad creativa de Okumoto, alejado del contexto de Spock's Beard. Temas como "The imperial," con su enfoque minimalista, destacan la capacidad del artista para transmitir belleza melódica. No obstante, el impacto de ciertas canciones se ve limitado por una producción que a veces prioriza el espectáculo técnico sobre la profundidad emocional, dejando una sensación de oportunidad perdida en algunos cortes menos desarrollados.

En conclusión, Coming Through refleja la multiplicidad de influencias y estilos que han marcado la carrera de Ryo Okumoto. Aunque no es una obra completamente homogénea, los momentos brillantes como "Close enough" y "Godzilla vs. King Ghidarah" lo convierten en un álbum digno de atención para los amantes del progresivo. Este trabajo no solo celebra la maestría instrumental de Okumoto, sino que también nos invita a reflexionar sobre la búsqueda artística de identidad en un mar de colaboraciones y estilos.

miércoles, enero 22, 2025

BARCLAY JAMES HARVEST: EVERYONE IS EVERYBODY ELSE (1974)

En 1974, Barclay James Harvest presentó un trabajo que marcó un antes y un después en su trayectoria: Everyone Is Everybody Else. Este álbum no solo significó el inicio de su colaboración con el sello Polydor, sino también un momento de reinvención tras dejar atrás los arreglos orquestales que definieron sus inicios. Este cambio obligó al cuarteto a confiar más en sus instrumentos y en la destreza individual de sus músicos. John Lees lideró con sus emotivos riffs de guitarra, mientras que Stuart "Woolly" Wolstenholme transformó su teclado en el alma melódica de cada canción. Les Holroyd aportó profundidad con líneas de bajo sólidas y una voz melancólica, y Mel Pritchard ancló todo con ritmos precisos y vivos, incluso cuando la producción los reduce a lo esencial.

El álbum abre con "Child of the Universe", un grito de auxilio para los más vulnerables, mostrando el compromiso social y la sensibilidad que caracterizan al grupo. Es un himno de desesperanza y resiliencia que captura perfectamente la esencia de Barclay James Harvest: belleza melódica con un trasfondo crítico. "Negative Earth" nos transporta a un paisaje más introspectivo, mientras que "Paper wings" ofrece una explosión emocional que deja una huella indeleble. El lado más accesible de la banda se encuentra en "Crazy city", una crítica al caos urbano revestida en un envoltorio casi pop.

El tramo final del álbum nos lleva a un terreno más íntimo y reflexivo. La conexión entre "Poor boy blues" y "Mill boys" muestra su faceta folk, un guiño a sus raíces más sencillas y humanas. Finalmente, "For no one" cierra con una intensidad desgarradora, un anti-himno de guerra que encuentra belleza en la desesperación. Es una canción que resume la madurez del grupo, no solo en términos musicales, sino también líricos, consolidando su lugar en el panteón del rock progresivo.

En conclusión, Everyone Is Everybody Else es más que un álbum; es un viaje intenso que nos invita a enfrentar nuestras propias contradicciones y fragilidades. Con su lirismo poético y su instrumentación contenida pero potente, este trabajo demuestra que todos somos, en última instancia, parte de un mismo tejido humano. Es un recordatorio de que, aunque únicos, somos inextricablemente parte del otro. Como la melodía final, este álbum resuena más allá de las notas, en el alma misma de quien lo escucha.

ZZEBRA (1974)

En el universo infinito del jazz rock y el progresivo, donde el virtuosismo se funde con la experimentación, surge Zzebra en 1974. Este álbum homónimo es un viaje policromático que abraza ritmos africanos, vientos arrolladores y guitarras que rasgan el aire como un animal salvaje. Desde el inicio con "Cobra woman", cada nota palpita con la intensidad de un latido, transportándonos a una jungla sonora donde la tradición africana y la modernidad occidental entrelazan sus raíces.

Cada pista es un mosaico cuidadosamente ensamblado. "Mr J." resuena como un paseo funk en un laberinto de bronces vibrantes, mientras "Mah Jong" es un hechizo que combina la cadencia del jazz y la fluidez del rock progresivo. Pero es en "Ifé" donde Zzebra alcanza su ápice emocional: un homenaje a la madre África que serpentea entre percusiones hipnóticas y saxofones que susurran secretos ancestrales. La versatilidad de la banda se despliega con una audacia casi teatral en "Spanish fly", donde ecos de flamenco y melodías orientales se funden en un abrazo musical irresistible.

El disco es un testamento al poder de la improvisación y la conexión visceral entre sus músicos. En "Hungry horse", cada instrumento parece competir y colaborar a la vez, como si cada nota fuera un destello de luz en un caleidoscopio en movimiento. Terry Smith, con su guitarra, nos lleva al límite de lo posible, mientras que el saxofón de Dave Quincy y la percusión de Loughty Amao construyen un puente entre continentes. La magia de Zzebra no radica solo en su técnica impecable, sino en su capacidad de evocar paisajes sonoros virtuosos y etéreos.

El debut de Zzebra es un desafío a las etiquetas y una celebración de la diversidad sonora. Aunque no alcanzó el reconocimiento masivo que merecía, su legado brilla como una joya escondida en el panteón del jazz rock y el progresivo. Es un álbum que no solo se escucha, sino que se vive; un recuerdo de que la música puede ser un viaje hacia lo desconocido, siempre y cuando estemos dispuestos a dejar que su rugido eterno nos guíe.

martes, enero 21, 2025

STEVE HACKETT: WILD ORCHIDS (2006)

Desde el primer acorde de Wild Orchids, Steve Hackett nos invita a un viaje musical fascinante, donde cada pista se convierte en un universo único. Este álbum, con una fusión magistral de estilos, es una prueba más de la genialidad de Hackett, quien demuestra que, a lo largo de su carrera, nunca ha dejado de reinventarse. Desde la apertura con la misteriosa “A dark night in Toytown”, el oyente es transportado a un terreno que mezcla orquestaciones clásicas, riffs eléctricos y ecos de sus raíces progresivas, en una narrativa musical que se siente tan épica como íntima.

El álbum logra un balance extraordinario entre la intensidad y la sutileza. Temas como "Down street", con su atmósfera casi cinematográfica, y "Waters of the wild", impregnada de influencias orientales, nos llevan a terrenos sonoros inexplorados. Por otro lado, temas como "Set your compass" y "To a close" exploran el lado más delicado y melancólico de Hackett, donde su guitarra acústica se combina con arreglos de cuerdas que evocan una belleza casi palpable. La inclusión de la Underworld Orchestra aporta una profundidad adicional, haciendo de este álbum una obra que trasciende géneros.

En términos emocionales, Hackett no deja ninguna piedra sin voltear. Su versión de “Man in the long black coat” de Bob Dylan es una interpretación sombría y conmovedora que añade un giro personal a una pieza ya poderosa. Composiciones como “Wolfwork” y “She moves in memories” destacan por su capacidad de combinar arreglos complejos con un lirismo que toca el alma. Cada tema es un recordatorio de que Hackett no solo es un guitarrista virtuoso, sino un narrador musical que utiliza su instrumento para expresar lo indecible.

Wild Orchids es, en definitiva, un caleidoscopio sonoro donde la diversidad de estilos y emociones se encuentran con la maestría de Hackett. Como un exótico este álbum florece en cada escucha, revelando nuevos matices y detalles. Es una obra que resuena tanto en la mente como en el corazón, un recordatorio de que la música, en manos de un maestro, puede ser tan ilimitada y hermosa como la imaginación misma.

MCLUHAN: ANOMALY (1972)


Cuando descubrí Anomaly, el único disco de McLuhan, fue como tropezar con una gema perdida en un océano de posibilidades sonoras. Este álbum, lanzado en 1972, contiene no solo la esencia de una época efervescente, sino también la ambición y el riesgo artístico de una banda que prefirió el arte sobre la fama. Su historia, corta pero intensa, nace en las aulas de la Universidad de Illinois en Chicago, donde David Wright, la mente maestra detrás del proyecto, concibió una idea tan vanguardista como ecléctica: fusionar música, cine y efectos sonoros en un formato que desafiaba cualquier etiqueta.

McLuhan fue un colectivo camaleónico. Su música, aunque anclada en el jazz rock y el progresivo, atraviesa texturas que recuerdan a las primeras bandas de rock progresivo británicas underground; en particular, se pueden escuchar ecos del estilo de Warm Dust en el uso de la palabra hablada y los desarrollos instrumentales, pero también a los King Crimson más melódicos o la locura orquestal de Zappa. Paul Cohn, con su magistral manejo de saxofón, clarinete y flauta, y Dennis Stoney Philips, cuya guitarra se pasea entre lo íntimo y lo explosivo, contribuyen a un sonido que parece tanto europeo como profundamente americano. En temas como "The monster bride", la banda muestra su inclinación por lo teatral y un clima que parece evocar un cabaret oscuro, lleno de ironía y tensión.

Lo que más impacta es la capacidad de Anomaly para ser accesible y complejo al mismo tiempo. Temas como "Spiders (in Neal's basement)" y "Witches theme and dance" juegan con dinámicas que oscilan entre lo frenético y lo delicado. La sección de vientos aporta una calidez que recuerda a Chicago, pero aquí se filtra a través de una lente más experimental y menos comercial. Las influencias británicas están presentes, pero no como un eco; son reinterpretadas con una sensibilidad única que las hace nuevas, frescas.

La evolución de la banda fue tan fugaz como su existencia. McLuhan nunca llegó a presentar este álbum en vivo, y quizás ese anonimato contribuyó a su estatus de culto. No puedo evitar preguntarme cómo habría evolucionado su sonido si hubieran tenido la oportunidad de seguir explorando. Sin embargo, esa inconclusión le da al disco un carácter casi mítico, como si estuviera destinado a ser una obra única, irrepetible.

En definitiva, Anomaly no es solo un disco: es una experiencia, un manifiesto artístico que invita a perderse y encontrarse en sus laberintos sonoros. Si aún no lo has escuchado, te invito a sumergirte en esta obra maestra. McLuhan fueron un audaz relámpago sonoro, breve pero fascinante, que se apagó demasiado pronto.

lunes, enero 20, 2025

ZOMBI: COSMOS (2004)


El álbum debut de Zombi establece con claridad la esencia del dúo norteamericano conformado por Steve Moore y Anthony Paterra. Originarios de Pittsburgh, Pennsylvania, estos músicos se inspiran en el legado de bandas sonoras de los años 70 y 80, evocando nombres icónicos como Goblin, John Carpenter o Tangerine Dream. Desde el inicio, Moore y Paterra consolidan una propuesta que mezcla sintetizadores analógicos, percusión precisa y líneas de bajo contundentes, unificando influencias del rock progresivo y la música electrónica en una narrativa instrumental que remite sin paliativos al cine de terror italiano y la ciencia ficción.

La estructura del álbum revela una evolución calculada que transita desde temas iniciales más dinámicos como "Orion" y "Cetus", hacia composiciones expansivas y atmosféricas como "Serpens" y "Taurus". En "Gemini", para mí el corazón del disco, el grupo despliega una riqueza sonora que mezcla fluidez de teclados, percusiones intrincadas y texturas melódicas, mostrando su capacidad para fusionar estilos como el jazz-funk y el krautrock. La obsesión por la tecnología analógica y la habilidad para emplearla de manera contemporánea hacen de este álbum un tributo a la era dorada de los sintetizadores, sin caer en la mera nostalgia.

En términos expresivos, Cosmos es un ejemplo de cómo Zombi utiliza la música como lenguaje para narrar historias abstractas. La ausencia de voces permite a los instrumentos desarrollar un discurso propio, donde los ritmos pulsantes y las atmósferas envolventes evocan viajes intergalácticos y paisajes cósmicos. Cada pista contribuye a un imaginario colectivo en el que la tensión, el misterio y la maravilla se entrelazan, transportando al oyente a un universo sonoro que resulta a la vez familiar y novedoso.

Con Cosmos, Zombi no solo reinterpreta el sonido de sus influencias, sino que lo lleva un paso más allá, creando una experiencia inmersiva y cautivadora. La síntesis entre lo mecánico y lo orgánico, lo retro y lo moderno, convierte este álbum en una obra fundamental para quienes buscan explorar la frontera entre el rock progresivo y la música electrónica. Al igual que un cometa que surca el cielo nocturno, Cosmos ilumina fugazmente un rincón único del panorama musical contemporáneo, dejando una huella indeleble en quienes os atreváis a mirar hacia las estrellas.