Hay recopilatorios que funcionan
como álbumes de fotos: hojas amarillentas, retratos fijos, recuerdos
congelados. Pero Progressive Rock Side of Five Moons volume 7, no es nada de eso. Esta nueva
entrega, publicada por 5 Lunas Producciones, es un latido, un recordatorio de
que el progresivo español sigue enseñando, sigue respirando y, lo más
importante, sigue emocionando. 5 Lunas Producciones lleva años empeñado en
rescatar del olvido lo que parecía condenado a ser nota a pie de página en
enciclopedias, y este volumen confirma que el rock progresivo español no se
resigna: nos enfrentamos con puro deleite a diez cortes que más que conformar un
mosaico, son una conversación entre generaciones.
Abrir un disco así con “Esperpento” de Coché Vil Band no es casualidad. El
título ya nos pone en guardia: aquí no hay complacencia, ni refugio en clichés
de museo. Son casi diez minutos de aristas, teatralidad, humor ácido y tensión
que nunca se resuelve del todo. Si el progresivo a veces peca de solemne, Coché
Vil Band lo sacude, lo ensucia, lo devuelve a la calle. Este tema suena a
clásico perdido de los 70, pero con el carácter del presente y, de algún modo,
se convierte en el manifiesto secreto del disco: el progresivo español coetáneo
no se duerme en los laureles.
Después de ese golpe inicial,
llega la solidez de un clásico: Asfalto,
con Castejón al frente, nos entrega su “Utopía
suite”, once minutos que son una pequeña sinfonía urbana, cargada de
melodías que se elevan con paciencia y épica contenida. La presencia de Asfalto
en este recopilatorio no es un gesto de nostalgia, es un recordatorio de que
los grandes siguen siendo grandes. Escuchar a Castejón aquí es reencontrarse
con esa voz, con esa guitarra, con esa visión que ha marcado a varias
generaciones. Yo sigo teniendo claro que detrás de la leyenda hay un músico que
nunca ha perdido la curiosidad.
Y de la épica, aunque me salto un
tema, pasamos a la intimidad con Jordi
Sabatés y “Tot l’enyor de demà”.
Es un tema breve, pero delicado como un cristal fino. Sabatés no necesita
alardes: basta con un piano que acaricia y duele al mismo tiempo. Escucharlo
aquí, en medio de tanto rugido progresivo, es un paréntesis necesario, un
recordatorio de que el jazz rock y la fusión también pueden ser ternura, pueden
ser poesía. Para mí hay algo más: el recuerdo de haber compartido
conversaciones con él, de sentir su cercanía y su generosidad como artista y
como persona. Tenerle en este volumen es, en cierto modo, rendir homenaje a
toda una sensibilidad que ha dado al rock español una elegancia única.
Ahora sí, retomo el orden. Aparecen
Le Tour de Force con “The genesis of the seven tides”, y
todo cobra un aire de presente luminoso. Aquí la música no es arqueología, es
juventud con hambre. El tema suena internacional, fresco, con una ambición que
se atreve a mirar de tú a tú a los grandes referentes del progresivo, del jazz
y del avantgarde, pero sin perder el
acento propio. Hay un brillo en este corte, una claridad que invita a pensar
que el progresivo tiene todavía mucho futuro si encuentra bandas con esta
capacidad de reinventar lo clásico.
DOA aporta la veta folclórica del
disco: un arreglo de raíz que suena antiguo y a la vez vívido. En pocas frases,
la pista funciona como respiro orgánico basado en texturas acústicas, canto de
tradición y arreglos que la modernizan, y cumple la misión de mostrar que el
folk puede dialogar con el progresivo sin artificios. Lo diferencial: convertir
una melodía tradicional en un puente natural entre pasado y presente.
“Grog”, de los madrileños
Psicotropia, es filo en directo: densidad, cambios de tensión y una urgencia
sonora que no pide permiso. Aquí lo orgánico se define en la dinámica del
grupo, ritmo y contraste, no en lucimientos individuales; es músculo expresivo
más que técnica exhibicionista. Para mí, sin duda, aporta la energía cruda y
contemporánea que refresca todo el séptimo volumen.
“Evarist’s tune”, fechado en 1978
y rescatado como pieza arqueológica es, para mí, la grandísima sorpresa. Su
valor no es la grandilocuencia sino la sutileza: melodías que respiran,
arreglos de época (piano/órgano, solos contenidos) y un lirismo que sitúa a
Acra, nacida tras la separación de Atila después de Reviure, en la estirpe catalana de finales de los 70. Nos asomamos
a una ventana pequeña, pero reveladora, en uno de los momentos perdidos y
fundacionales del progresivo local saboreando aromas laietano-canterburianos.
Si el progresivo español tiene
una deuda pendiente, es con sus lenguas y culturas regionales. Zingira lo recuerda con “Berigada amaigabeak”, un corte breve,
lírico, cantado en euskera, que destila un aire ritual casi hipnótico. No es la
pieza más larga ni la más técnica, pero es de las que más huella deja. Hay algo
en su atmósfera, en esa mezcla de folk vasco y progresivo experimental, que
convierte esta canción en un pequeño talismán. Es música que resuena como una
plegaria pagana, como una raíz que sigue viva bajo la tierra.
“Juegos prohibidos”, de Pere Llovet i Amics, nos regala un tema en el que
la economía es virtud: pocos elementos, mucha expresividad. Funciona
como ancla melódica en el disco, un gesto de memoria que humaniza la
compilación y que dice mucho con lo justo.
Y para cerrar, nada mejor que Girón con “Modular moons”. Aquí el progresivo se transforma en planeadora escuela
berlinesa, en un viaje cósmico tejido de sintetizadores y pulsos hipnóticos. Es
una pieza larga, expansiva, que suena como un epílogo y a la vez como un
inicio: un salto a la estratosfera que abre nuevas puertas. Con Girón, el
volumen no se despide, se proyecta hacia adelante, recordándonos que el progresivo
no tiene por qué ser solo sinfonías setenteras; también puede ser exploración
electrónica, riesgo y vanguardia.
Lo más fascinante de este Volumen
7 es cómo conviven el pasado y el presente, lo consagrado y lo emergente. 5
Lunas Producciones no se limita a compilar: teje un relato donde los inéditos
de hoy conversan con las joyas de ayer, y donde bandas de culto dialogan con
grupos jóvenes que apenas empiezan a escribir su historia. Es un gesto de
cariño hacia la escena, pero también un ejercicio de honestidad: aquí no hay
museo, hay música viva, inquieta, que sigue latiendo con la misma mezcla de
riesgo y ternura que siempre ha caracterizado al progresivo español.
Consíguelo aquí.