En Piano Odyssey, Rick Wakeman ofrece una obra que se siente tan
majestuosa como íntima, un testimonio de su maestría al piano. El álbum combina
interpretaciones profundamente personales de clásicos como "Bohemian
Rhapsody" y "While my guitar gently weeps", con arreglos de
piezas tradicionales y composiciones originales. En esta ocasión, Wakeman
refina su enfoque minimalista, dejando que el piano ocupe todo el escenario,
despojando cada nota de ornamentos innecesarios para revelar su núcleo emotivo.
Hay algo casi confesional en su interpretación, como si el virtuoso teclista de
Journey to the Centre of the Earth y The Six Wives of Henry VIII se hubiera
retirado al estudio para contar sus historias más personales.
Comparado con otros trabajos de
Wakeman al piano, como Piano Portraits
(2017), este Piano Odyssey se siente
más arriesgado y dinámico, aunque mantenga un hilo conductor similar en su
sencillez y elegancia. Mientras Piano
Portraits exploraba una serenidad introspectiva, Piano Odyssey da un paso adelante con su audaz selección de temas y
un enfoque más cinematográfico, evocando paisajes sonoros que recuerdan su
trabajo como compositor para bandas sonoras. La calidad técnica es innegable,
pero no es la técnica lo que sobresale, sino la humanidad detrás de cada
interpretación. Wakeman demuestra aquí que, incluso después de décadas de innovación,
sigue evolucionando como artista.
Desde la perspectiva de su trayectoria discográfica, este álbum funciona como un testimonio de la flexibilidad de Wakeman. Si en los años 70 definió el rock progresivo con Yes y sus propias epopeyas conceptuales, aquí nos recuerda que su esencia como músico siempre ha sido la conexión emocional, ya sea a través de sintetizadores Moog o del más acústico piano de cola. Wakeman demuestra que mirar hacia atrás no implica repetir, sino reinterpretar, y que la verdadera genialidad reside en nunca perder la capacidad de sorprender, incluso con algo tan simple y puro como un piano.
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