El debut de los italianos, que merecería más reconocimiento por la comunidad progresiva, es una obra que destila una intensa admiración por el legado del progresivo de los años 70 arraigado en las tradiciones italianas de los años setenta, como Premiata Forneria Marconi o Banco del Mutuo Soccorso, pero con un enfoque contemporáneo para su época. Además, desde la primera nota, el espíritu de Keith Emerson parece habitar cada rincón de esta producción, con su característica mezcla de virtuosismo en los teclados, estructuras complejas y una exuberancia casi teatral.
Las influencias en Spleen son
evidentes, pero nunca abrumadoras. Más allá de Emerson, se escuchan ecos de
Gentle Giant y Genesis, aunque con una instrumentación menos convencional.
Syndone prescinde de la guitarra eléctrica como protagonista, apostando por un
enfoque en los teclados y el vibrante uso del Moog, Hammond y piano clásico, lo
que le da al álbum un sonido singular dentro del prog de los 90, oscilando
entre la grandilocuencia épica y momentos de calma interior. Es un álbum que
reverencia el pasado, pero también busca expresar una angustia y un lirismo que
son completamente suyos.
Syndone canaliza la energía de sus héroes sin perder su identidad; este no es un disco que se contenta con quedarse en la sombra de los gigantes. Más bien, construye su propio monumento, aunque claramente inspirado, con un enfoque que refleja tanto respeto como innovación. En una época donde el rock progresivo luchaba por relevancia, Spleen emerge como una gema olvidada, una oda tanto a los maestros como al futuro que buscaban imaginar.
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