Hay algo profundamente emocionante al escuchar un documento como Noche Mágica, un directo grabado en 1989 y dormido en un cajón hasta que 5 Lunas Producciones, con esa obstinación suya por rescatar joyas del progresivo español, decide devolverlo a la vida en 2025. El resultado es casi cinematográfico: de pronto estamos en el Parque González Hontoria de Jerez de la Frontera, viendo cómo un dúo improbable, batería y teclados, sin red de guitarra ni bajo, se atreve a levantar un universo sonoro que todavía hoy resulta sorprendente.
Altair eran Alfredo Arcusa, desplegando en la batería un pulso que respira entre la fuerza y la delicadeza, e Isabel Muniente, abriendo horizontes con teclados que parecen invocar constelaciones y caminos secretos. Lo hermoso es que el disco no pretende disfrazarse: “Tal como lo oyes” es exactamente eso, lo que ocurrió aquella noche verdaderamente fascinante, con las inevitables limitaciones de un directo, pero resuelto con una naturalidad y una capacidad que convierten cada nota en un testimonio genuino. La energía y la complicidad entre ambos logran que nos sumerjamos, como en el resto del directo, en un continuo diálogo vibrante.
Y claro, hay giros inesperados. “Eddy’s prelude” parece un guiño luminoso a los grandes del sinfónico, como si la sombra latente de Keith Emerson se deslizara un instante entre las notas, dejando un resplandor fugaz que todavía reverbera en el aire. Luego llegan piezas como “Oración del ermitaño”, íntima y recogida, o “El gaucho matrero”, que rompe solemnidades y se lanza al galope con un desparpajo contagioso. Y es que cada tema recuerda que este dúo sabía jugar con la tensión entre lo solemne y lo festivo, entre la épica y lo cotidiano.
Que este concierto vea la luz más de tres décadas después no es solo un rescate discográfico: es un gesto de cariño hacia una escena que rara vez se concedió la visibilidad que merecía. Ahí está la mano de 5 Lunas Producciones, empeñada en que el progresivo español no quede enterrado en hemerotecas ni en colecciones privadas. Y escuchando Noche Mágica uno agradece ese empeño: porque esto no es un recuerdo marchito, es música viva, inquieta, que vuelve a sorprendernos como si el tiempo no hubiera pasado.
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