A primera escucha, Deco, tercer trabajo en estudio de los andorranos, publicado en 2013, parece emerger no de un estudio, sino de un lugar entre la naturaleza, donde la energía y el instinto aún se hablan con respeto. Desde “Aurora”, esa apertura breve y luminosa, la banda perfila sin necesidad de palabras un mapa emocional y cambiante. Cada instrumento fluye con un propósito íntimo, como si el grupo confiara más en el cauce natural del sonido que en la lógica de la razón. La batería de Lluís Cartes no marca el tiempo, lo despliega; el bajo de Òscar Llauradó y la percusión de Cesc Vilarubias sostienen el pulso con calidez terrestre, mientras las guitarras de Oriol Vilella y los teclados de Roger Casamajor avanzan como si narraran sueños que no se pueden traducir.
En piezas como “Falac Mytho’s” y “Xinos” se percibe una tensión entre lo controlado y lo salvaje, un vaivén entre precisión y deriva, como si el grupo caminara al borde de un abismo sabiendo que no va a caer. “Super‑Hysteriofunk”, con su desparpajo rítmico y su fuerza contenida, es puro juego serio, mientras que “Oscar Car”, esa pequeña suite en dos partes, expande el tiempo y lo pliega sin perder el sentido de la melodía. “Jungla”, por su parte, no describe un lugar: lo convoca. Cada reverberación y cada pausa suenan como si estuvieran mimando al silencio. Y al final, “Lee Marvin” deja en el aire una pregunta sin formular, con esa cualidad de cierre que no clausura, sino que abre.
Este trabajo, aunque sin letra, se convierte en relato: una epopeya instrumental que explora la identidad de una banda situada en un hermoso país diminuto, pero que tiene la osadía de expandir su frontera sonora. Hysteriofunk construye en Deco un universo donde la técnica progresiva se encuentra con la urgencia emocional. Aunque, inconcebiblemente, el grupo sigue siendo desconocido para muchos, su música resuena como una hoguera encendida en la fría noche de la escena independiente. Cada escucha revela una capa nueva: una percusión latente, un pasaje de teclados susurrantes o una enérgica explosión de guitarra. En definitiva, un testimonio de que el arte progresivo puede renacer desde lugares insospechados, con imaginación, corazón y audacia.
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