martes, agosto 19, 2025

MALABRIEGA: FRIPPADA ANDALUZA (2025)


Frippada Andaluza, el nuevo álbum de los sevillanos Malabriega, expone un trabajo ambicioso y rotundo que confirma su madurez artística. Se publica de la mano de Astronomy Recording Music y encuentra en la distribución de áMarxe el cauce natural para viajar más allá de Andalucía sin perder la raíz. Y lo curioso es que no parece un intento de agradar a todos, sino que más bien se trata de un ejercicio de identidad sin complejos, de esos que resultan extrañamente universales cuando más locales suenan.

Malabriega no son recién llegados: llevan rodando desde 2009 con su particular “rock de la tierra”, un mestizaje de progresivo, flamenco y jazz. Ya habían mostrado su carácter en Fiebre (2017), pero aquí se nota que han madurado sin perder el apetito por la búsqueda. Juan Castro (voz), Joaquín Sainz (guitarra eléctrica), Manuel “Noly” Soto (guitarra española), Sergio Carmona (bajo) y Raúl Gómez (batería) suenan como una banda que ha aprendido a dialogar sin estorbarse, a dejar que cada instrumento diga lo suyo sin eclipsar al otro.

El disco se abre  con una declaración de intenciones a través de la suite homónima, diez minutos que recuerdan tanto a los paisajes eléctricos de Robert Fripp como a las cadencias flamencas, con un desarrollo cercano al post-rock y un pulso progresivo que no renuncia a la raíz. Es, sin duda, la pieza que define el carácter del disco, un poderoso ejercicio que huye de la nostalgia y las fórmulas gastadas. El resto del álbum mantiene ese diálogo entre tradición y modernidad. “Tu pelo” y “El duelo” exploran un registro más directo y emocional, mientras que “¿Qué será?” y “Calamidad” refuerzan la carga rítmica y la densidad sonora de la banda. “La levedad del ser” y “Reflejo vacío” se inclinan hacia la introspección, mientras que “Reencuentro” funciona como un delicado interludio. Las letras de Juan Castro sostienen todo el conjunto, reivindicando una identidad andaluza contemporánea, con un pie en la herencia cultural y otro en la experimentación.

Uno escucha Frippada Andaluza y entiende que no es un gesto aislado, sino un paso adelante en una trayectoria coherente. El sonido es pulcro, la producción cuidada, pero lo importante está en esa sensación de que Malabriega no está repitiendo esquemas: está abriendo camino. Y si áMarxe se ocupa de llevar este latido andaluz más allá, es porque sabe que, a veces, lo más radical no es el estruendo pasajero, sino lo que permanece en la memoria.

Escúchalo y cómpralo aquí.

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