El crepúsculo de una era siempre
deja tras de sí una estela de incertidumbre. En 1983, cuando el rock progresivo
parecía perderse entre la bruma de la inmediatez ochentera y las tímidas
oleadas de una nueva generación de incipientes grupos progresivos que comenzaba
a respirar fuera de las profundidades, Anyone’s Daughter se atrevió a trazar un
mapa hacia nuevas constelaciones. Neue
Sterne es, en muchos sentidos, el álbum de una banda al filo de la
disolución, un grito nostálgico en el abismo del cambio. Suena como una
despedida no anunciada, como un último intento de encajar en un mundo que ya no
hablaba el lenguaje de los sueños sinfónicos. La banda, siempre elegante y
melódica, susurra aquí su verdad entre acordes de teclado digitalizados y
guitarras que se resisten a olvidar su lirismo.
La primera mitad del álbum se
siente como un vaivén entre la aceptación y la lucha. “Der plan” aún conserva
el encanto melancólico del grupo, pero el título homónimo, “Neue sterne”, es
quizás su momento más desorientado, una pieza que parece ceder demasiado a las
modas del momento. Sin embargo, “In zerbrochenem glas” recupera la profundidad
emocional, con una fragilidad casi tangible que nos recuerda que el verdadero
arte nunca muere del todo. Y es en esa fisura donde la banda aún brilla, donde
los ecos de sus mejores días se filtran entre el pulso cada vez más pop de la
época.
Es en la segunda mitad del viejo
vinilo donde Neue Sterne encuentra su
redención. “Viel zu viel” irrumpe con una energía contagiosa, una de esas
piezas que, pese a su estructura más accesible, conserva la esencia de la
banda. Pero es en los últimos temas donde Anyone’s Daughter se permite un
respiro de autenticidad: tanto “Konsequenzen”, con su oda instrumental al
pasado progresivo, como la mini suite “Illja Illja Lela”, que mezcla pasajes
espaciales y clasicismo con una belleza que desafía la era digital, se erigen
en caballos ganadores. “Reprise”, como su nombre indica, recoge los trozos de
un álbum fragmentado, los recompone y nos deja con un eco de lo que una vez fue
y lo que pudo haber sido.
Quizá Neue Sterne no sea el álbum con el que Anyone’s Daughter quería ser recordado, pero sí es el testimonio de una banda que, aún en su ocaso, supo mantenerse fiel a su sensibilidad. No todas las estrellas nacen para brillar eternamente; algunas, como las de este álbum, iluminan con su última luz un cielo ya en mutación. En esa contradicción, en esa lucha entre la nostalgia y la modernidad, reside su belleza: un disco que, sin ser perfecto, es dolorosamente humano.
Quizás no fue el final… pero lo pareció. Anyone’s Daughter se resistió a desvanecerse, aferrándose a un fulgor cada vez más tenue. Last Tracks (1986) marcó su ocaso, y su regreso décadas después con Danger World (2001) y Wrong (2004) reveló la dificultad de revivir un espíritu progresivo en tiempos ajenos. Livin’ the Future (2018) intentó prolongar la historia, aunque a veces es mejor dejar que el pasado repose. Aun así, su esfuerzo merece reconocimiento, porque incluso las estrellas más apagadas siguen dejando su rastro en el cielo.
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