En una reciente entrevista
concedida a Songfacts, el bajista y cantante de Emerson, Lake & Palmer,
habla sobre su último trabajo, Songs of a Lifetime, y desgrana varias
curiosidades en su trayectoria con el trío durante su etapa más clásica.
Greg incluso admite que no tiene
ni idea que significa el número 9 en la famosa suite “Karn Evil 9”, además de compartir con los
lectores sus diversas influencias, tal y como el artista se dirigía a su
audiencia en la gira en solitario del mismo nombre del álbum editado. Reconoce
la influencia de los Beatles, concretamente con John Lennon, Elvis o Bob Dylan,
entre otros.
También cuenta cómo el grupo
compró, literalmente, un cine en Londres para, desde el escenario, componer el álbum
Brain Salad Surgery, y poder representarlo sin necesidades de sonidos añadidos.
El objeto era poder tocar el álbum como trío, sin necesidad de añadir fases
pregrabadas, porque el grupo se dio cuenta que con Trilogy esto no era posible
porque habían incluido muchas más pistas que tres músicos pudieran tocar en
directo.
En otro momento de la entrevista
Greg afirma que él no intervino en las letras de King Crimson y que se limitó a
algunos versos, porque principalmente fue labor de Pete Sinfield, con el que posteriormente
colaboraría, tanto en ELP como en solitario.
En un momento determinado, y ante
la pregunta de qué había sido la cosa más extraña que le hubiera pasado con
ELP, el bajista responde, y traduzco literalmente: “Es difícil de contestar. He
visto toda clase de cosas. He visto a gente morir de un ataque al corazón. Pero
hubo un día que fuimos a tocar a Bolonia, en Italia. Nos habían contratado para
tocar en el campo de fútbol de la ciudad y el promotor nos dijo: ‘No tenéis que
traer vuestro propio escenario ni vuestras luces porque yo lo haré.’ Le
dijimos, ‘No, no, preferimos traer nuestro equipo porque, para serte honestos,
no estamos seguros de si aparecerás con todo o no.’ Él nos dijo, ‘No, no. Lo juro
por la vida de mi madre. Estaré allí, no os preocupéis que todo irá bien.’ Así
que bien. Fuimos a Bolonia y cogimos un coche hasta el estadio el día del
concierto. Llegamos hacia las dos de la tarde y no había escenario. Ni luces.
Ni sistemas de megafonía ni de sonido. No había nada. Sólo un campo de fútbol
vacío. Es que no estaba ni el promotor. Así que nos dijimos, ‘¿Qué pasa aquí?
¿Nos hemos equivocado de día o qué?... No, no el día es éste.’ Algunas personas
ya habían empezado a llegar al estadio. Estaban formando una fila en el
exterior para poder entrar a las dos de la tarde. El concierto no era hasta las
siete, así que dijimos, ‘Vamos a llamar al promotor por teléfono.’ Intentamos
contactar con él por teléfono, pero no estaba en su oficinal. Así que ¿dónde
podía estar? Ah, está en un restaurante, allí está. Porque en Italia, ¿adónde
se va la gente a comer? A un restaurante.
Enviamos a nuestros road managers
por toda Bolonia a que buscaran en todos los restaurantes hasta que lo
encontraron. Nos lo trajeron al estadio y estaba blanco como un fantasma. Le dijimos:
‘¿Dónde está el escenario? ¿Dónde están las luces?’ Respondió: ‘Oh, Dios mío.’
Resulta que había vendido las entradas para el día correcto, pero contrató el
escenario y las luces para otro día. Había equivocado las fechas. En medio del pánico llamó a una empresa constructora. Los operarios vinieron a
la carrera, levantaron los andamiajes con tablones y esas cosas, pero ya era
muy tarde para las luces, así que tocamos con las luces del estadio. De todos
modos, al público le encantó la actuación y se vendió todo el aforo. El grupo
tocó muy bien.
Al final de concierto, Carl Palmer solía hacer su solo de batería y tanto Keith como yo nos quedábamos a
ambos lados del escenario y esperábamos una señal para regresar. Mientras
estaba allí, el promotor se me acercó y me puso la mano en el hombro. ‘No me
toques,’ le dije. Estaba enfadado. Me dijo: ‘No, no, no. Cuando veas lo que he
hecho para vosotros, me perdonarás.’ Me quedé pensando en qué habría hecho. ¿Qué
tenía? ¿Bailarinas? No sabía lo que estaba tramando. En ese momento Carl Palmer
nos hace una señal y regresamos para terminar el concierto. Empezamos a tocar
la música, era “Rondo” concretamente, y de repente, entre mis piernas sale volando un cohete.
No uno de esos caseros, no, sino un cohete de esos chinos con mortero y todo. Pasó
volando a toda pastilla entre mis piernas hacia la audiencia y explotó. Una
fracción de segundo después, todo el escenario estalló entre fuegos
artificiales. Todo el escenario estaba lleno de fuegos artificiales dando
vueltas, explotando… cascadas de llamas que salían de todas partes. La sorpresa
que nos había preparado era un espectáculo de fuegos artificiales que había
estado montando durante la actuación. Dimos un concierto de unas dos horas y
mientras, construyó todo el artefacto. Lo hizo sobre los andamios. Cuando lo
encendieron, todo cayó sobre el escenario. Fue algo increible.
Todos esos cohetes descomunales
salían volando hacia la gente y explotaban. Podías ver a la gente corriendo por
todos lados. Increíblemente, creo, nadie salió herido. Estaban tan lejos que vieron
lo que se les venía encima y todos corrían para esconderse. Esas malditas cosas
te golpeaban la espalda y explotaban y nadie acabó herido. Fue un fiasco en el
sentido estricto de la palabra.
Esa fue una de las cosas más increíbles
que he visto en mi vida, pero ha habido muchas más. Podría estar toda la noche
contándote cosas. Pasaban muchas cosas en muchos momentos, pero, con la
retrospectiva del tiempo, esta es una de las más divertidas. En aquel momento
no me parecieron tan divertidas, porque cuando estás en el escenario te
imaginas a la gente ardiendo. Ves cómo los fuegos artificiales explotan sobre
la audiencia y te viene una visión horrible de las secuelas. Los conciertos
que, como este, se van de la mano pueden tener un resultado fatal, así que de
verdad que no es muy divertido hasta que ves que nadie ha salido perjudicado. Todo
acabó bien y el promotor se lamentó por todo lo sucedido. Pero, tal y como se
dice, esto es el rock and roll.”
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